Entre ese hombre que sabe y prefiere permanecer callado y el otro, el novio de la mujer que buscan, que no sabe y habla todo el tiempo con la voluntad de descifrar un acertijo (que es en realidad la huída de esa mujer) se traza el primer conflicto de la película Trenque Lauquen.
Todo el sistema que hace posible este film de Laura Citarella funciona sobre un reparto de información y sobre el modo en que cada personaje decide jugar en el momento preciso lo que sabe, como una apuesta en la que entrega también un secreto sobre sí mismo. Esta parte de la trama podría hacer de Trenque Lauquen un policial psicológico pero las definiciones aquí resultan livianas frente al aluvión narrativo que propone Citarella en una aparente calma.
Laura se escapa. La fuga es un tema que atraviesa la literatura argentina, recurrente en la gauchesca, solo que aquí la voluntad de irse está entroncada en nuestra época y resulta más difusa. La pregunta sobre el comportamiento de Laura, que podría ser un conflicto persistente que cambia de significado, deviene en una identificación inesperada con su personaje. Para quienes somos espectadorxs de la película, Laura no es un ser ausente. La vemos en una acción que nos atrae, especialmente porque el dato anecdótico se desplaza. Si primero Laura llega a Trenque Lauquen para realizar un trabajo de clasificación y búsqueda de plantas que le permita conseguir su nombramiento en la cátedra de la carrera de Biología que está a punto de terminar en Buenos Aires, la curiosidad científica de la protagonista va a mutar en una pasión detectivesca por desentrañar una historia de amor que tuvo como escenario ese pueblo bonaerense que da título a la película.
Laura descubre en un libro que saca de la biblioteca donde selecciona material para su columna radial de mujeres en la ciencia, una carta escondida entre las hojas pegadas, escrita con un lenguaje que hace del sexo el código de una experimentación que los amantes comparten y que tiene la impronta de la emancipación para Carmen, la mujer que deja su firma en cada libro . Los libros devienen en un campo etnográfico, similar a esa llanura bonaerense que Laura suele investigar. Para seguir con su pesquisa entra en alianza con Ezequiel, el empleado municipal encargado de llevarla por los campos de Trenque Lauquen. Si la historia que se enlaza entre las lecturas de las cartas parece alimentarse de ese amor que Laura y Ezequiel reconstruyen y que empieza a impregnarse como si ellxs fueran una continuación de esos seres reales, lo que termina pasando es que Trenque Lauquen, más allá de ese realismo de la población y del espacio, es una película sobre la fantasía y la escritura o, más precisamente, sobre la voluntad de imaginar teniendo como soporte la propia vida.
Trenque Lauquen es una travesía psicológica en una tensión que desafía esos exteriores inmensos, un poco como Borges consideraba que la pampa era una materia existencial y Juan L. Ortiz hacía filosofía con sus poemas, atrapado en la desmesura del litoral. También como un western muy argentino donde el combate se da en las decisiones de esa mujer sobre su vida afectiva y profesional justo en el momento que está a punto de lograr un cargo académico y la convivencia con ese hombre que la busca y que está perdido. En el intento gracioso y triste de anotar y controlarlo todo, Rafael Spregelburd expresa la simulación de cierta seguridad y la certeza de saberse abandonado.
Laura (en una interpretación minuciosa y sensible de Laura Paredes que habita con cuidado a su personaje para que la conozcamos de a poco) nos conmueve y cautiva porque es una mujer que persigue una pasión que no se limita a lo amoroso, aunque ama a ese ser simple que Ezequiel Pierri convierte con su actuación delicada en un hombre que entronca el humor con la sabiduría. Lo que hace Laura con las historias que descubre en ese pueblo es transformarlas en una épica.
La cámara se detiene en los rostros como si quisiera escarbar en lo que los personajes piensan, o darle a ese pensamiento la entidad de una imagen. Cuando la historia se atreve a un viraje rotundo con la aparición de Elisa ( interpretada por Elisa Carricajo), la médica que retoma la temática científica que llevó a Laura a ese pueblo pero ya desde una alteración que se acerca a lo fantástico, los roles de los personajes cambian. Ahora es Ezequiel el que no sabe y Juliana ( la conductora del programa de radio a cargo de Juliana Muras) es quien cumple la tarea de completar la información. Pero esa distribución de los datos la realiza Laura como alguien que interviene sobre los hechos pero que también toma distancia y deja notas, grabaciones, como pistas de un drama que es interno. Un poco como si quisiera que en los demás personajes se encendiera ese espíritu nómade que lleva el deseo hasta las últimas consecuencias.
Trenque Lauquen se presenta los sábados a las 20 en el Malba. Av. Figueroa Alcorta 3415. CABA.