En 1910 un neerlandés llamado Harm Greth llegó desde su Groningen natal a los Estados Unidos. Tenía 17 años y se instaló en Iowa y más tarde en West Virgnia. Adoptó el nombre de Harry Powers y se dedicó a leer y responder el correo sentimental, cartas de mujeres que se publicaban en los diarios en busca de un potencial marido. Así fue como conoció a Luella Strother, la dueña de una pequeña granja. Se casaron en 1927 y eso no impidió que él empezara a publicar cartas en busca de otra mujer. 

De ese modo conoció a Asta Eicher, una viuda, madre de tres hijos (dos chicas y un muchacho). Comenzó una doble vida (se hacía llamar Cornelius Pierson) y se fue de viaje con la señora Eicher. Regresó solo y mandó a uno de los hijos a cobrar un cheque de su madre. El joven no pudo retirar los fondos porque la firma del cheque era falsa. Powers dijo entonces que irían a reunirse con Asta para viajar a Europa y se fue con los chicos.

Su siguiente víctima fue Dorothy Pressler Lemke. También la contactó por el correo sentimental. La convenció para ir a sacar 4 mil dólares del banco. La mujer viajó a encontrarse con él. Se le perdió el rastro.

En 1931, la policía intensificó la búsqueda de las dos víctimas y de los hijos de Eicher, que también habían desaparecido. En casa de Eicher encontraron cartas firmadas por Cornelius Pierson. A partir de allí se pudo rastrear a Powers. Cuando lo detuvieron, hallaron el sótano construido especialmente para matar a las dos mujeres y los tres hijos de Eicher. Había enterrado los cinco cadáveres en la granja. Las dos mujeres y las dos hijas de Eicher habían sido estranguladas. Al varón lo mató a martillazos en la cabeza. 

Charles Laughton: apenas una película como director.

El juicio duró cinco días y Powers fue ahorcado el 18 de marzo de 1932. Su historia, la de un criminal en plena Depresión, iba a saltar a la literatura y, de allí, al cine, para ser una de las películas más elogiadas de la historia: La noche del cazador

Del libro al cine

Pasaron algo más de 20 años desde la ejecución de Powell cuando se publicó La noche del cazador, de Davis Grubb. Su autor tenía 34 años y estaba marcado por la experiencia de su madre como trabajadora social durante la Depresión. Decidió ambientar un relato en ese período y tomó a Harry Powers, a quien convirtió en Harry Powell y le dio una profesión que resultaba inquietante para un asesino: predicador. 

El libro, y después la película, funcionan como una fábula.  Ben Harper, un granjero empobrecido en los tiempos de la Depresión, asalta un banco y se lleva 10 mil dólares, dejando dos muertos. La policía lo captura pero no recupera el dinero. En la cárcel, esperando a subir al patíbulo, le cuenta a un compañero de celda, preso por haber robado un auto, que esa pequeña fortuna está escondida en su casa, pero no le dice dónde. Después de la ejecución, el otro preso sale libre y decide ir en busca del dinero. Es Harry Powell.

Al llegar, seduce a la viuda y se casa con ella. El dinero no aparece y ella no parece saber nada. Entonces la mata y dice que se fue de viaje y concentra la búsqueda en el hijo y la hija de los Harper, dos niños que no lo aceptan como padrastro. Powell descubre que el dinero estuvo escondido todo el tiempo dentro de una muñeca. Los niños huyen y  comienza una persecución. 

El libro se convirtió en un best seller y el paso a la pantalla estaba cantado. Lo que nadie imaginaba era que iba a ser adaptado en la primera y única película como director de uno de los más grandes actores de su tiempo, que derivó en un film mítico, un examen sobre el mal que todavía impresiona.

Charles Laughton gozaba de décadas de prestigio como actor cuando decidió dirigir cine a los 55 años. Ganador de un Oscar, era considerado un intérprete consumado de Shakespeare. Cuando se publicó La noche del cazador, Laughton concentraba sus esfuerzos no en el cine, sino en el teatro. Se asoció al productor Paul Gregory y lograron un éxito inesperado con El motín del Caine, casi al mismo tiempo que se filmaba la película con Humphrey Bogart. Con ese bagaje, Laughton decidió dirigir cine. Consiguió los derechos de la novela de Grubb, y Gregory produjo la película.

"Tengan cuidado de falsos profetas que vienen con ropa de corderos pero son lobos que conoceréis por sus obras." La cita bíblica en boca de Lilian Gish al comienzo de la película pinta de cuerpo entero al reverendo Powell. Pero también era una alusión velada al macartismo, a cómo un fanático que desde su asiento de honorable senador era capaz de envilecer a la sociedad estadounidense.

El guionista que vio nacer el macartismo

El paralelismo no era accidental, más si se tiene en cuenta el nombre del guionista. Antes de escribir libretos para Hollywood, James Agee fue periodista. Como tal, le tocó presenciar lo que quizás haya sido el momento fundacional de la caza de brujas: la conferencia de prensa de Charles Chaplin en el Walfdorf Astoria de Nueva York, en 1947. Se estrenaba Monsier Verdoux, su primera película desde El gran dictador, y que trata, vaya casualidad, de un asesino que seducía mujeres para robarles y matarlas. 

El cadaver de una mujer en el fondo del río, una de las imágenes perturbadoras de la película.

Todavía faltaban cinco años para que Chaplin fuera expulsado de los Estados Unidos, pero ya arreciaban sospechas de simpatías comunistas y la lista negra comenzaba a tomar forma. La conferencia de prensa fue grabada por un periodista, lo cual le da mayor valor aún. Chaplin fue advertido, antes de enfrentar a la prensa, de que podrían preguntarle por cuestiones políticas. James Fay, que escribía para un diario de veteranos de guerra católicos, se dedicó a hostigar a Chaplin, que además sostuvo que, como dice Monsieur Verdoux, la civilización estaba generando asesinos de masas.

Agee tomó la palabra para decir lo siguiente: "La gente a quien le importa algo de la libertad, ¿qué puede pensar de un país y de su pueblo que se felicitan a sí mismos como si ese fuera el mejor país de la Tierra y un país libre cuando tanta gente se dedica a espiar la nacionalidad de un hombre y pretende decirle cómo se tiene que comportar? Se ejerce chantaje moral por opiniones políticas. ¿Qué puede pensarse de un país así?" Respuesta de Chaplin: "Le agradezco, pero no tengo nada para responder a esa pregunta".

A contramano de Hollywood

Una de las imágenes más recurrentes de la película, que derivó en infinidad de imitaciones, es la de los nudillos tatuados de Robert Mitchum (que como Powers hace uno de los papeles de su vida): HATE ("odio") y LOVE ("amor"). Pero apenas es la punta del iceberg de un film casi operístico (cuando aparece el personaje de reverendo siempre suena el estremecedor motivo de cuatro notas de la banda sonora de Walter Schumann), que incluye lo que hoy es un femicidio, con la imagen de Shelley Winters en el fondo del río, o la escena de la persecución en el río, con el grito de Mitchum cuando no puede detener el bote y Laughton muestra, como transición, imágenes expresionistas mientras la niña canta en plena huida.

Producida por United Artists, el estudio no hizo una campaña activa para promocionar una película a contramano del Hollywood de entonces: oscura y ajena a toda estética imperante, lo cual la perjudicó en la taquilla. Y que encima ponía en tela de juicio valores religiosos, con un predicador que se dedica a delinquir en nombre de Dios (Powell monologa y se justifica diciendo que es para satisfacer designios divinos). La diócesis de Cheyenne, en Wyoming, boicoteó el estreno. Gregory quiso querellarla, pero United Artists le advirtió que no lo acompañaría.

Robert Mitchum y Shelley Winters en La noche del cazador. 

Laughton no volvió a dirigir. Murió en 1962 (se lo vería en Testigo de cargo y Espartaco, entre sus últimos roles) y La noche del cazador resultó su único opus como director, con uno de los villanos más impresionantes de la historia. Con los años alcanzó su estatus como uno de los mayores films jamás hechos, y como una metáfora del mal. "¿Pero nunca descansa?", pregunta incrédulo el pequeño John Harper, escondido en un granero, cuando ve pasar a Powell a caballo y la voz del reverendo que canta lo despierta. La respuesta queda en manos de los espectadores, que para entonces ya saben bien que están ante una representación del mal absoluto.