El diputado de JxC Rodrigo de Loredo argumentó en la Comisión de juicio político según un chat GPT3 de “inteligencia artificial”. Aclaró que no había sido redactado por él ni por ninguna persona de su equipo. Agregó además que tampoco había sido escrito por ningún jurista ni politólogo argentino. Es decir que la fundamentación de su voto en la cuestión debatida no se basó en ninguna opinión humana sino en la redacción de un programa informático integrado -según dicen- por 175 millones de parámetros. Claro está que esos parámetros han sido cargados en el GPT3 por programadores que no son ni el diputado De Loredo, ni los integrantes de su equipo ni, como aclaró, ningún jurista argentino.
Hay que detenerse allí en un punto importante que es la pregunta efectuada por el diputado al chat “GPT3” . Interrogó De Loredo a una computadora: “¿Por qué los populismos en el mundo tienden a controlar los poderes judiciales de sus Estados?”. Como es fácil advertir, el diputado parte de una falsedad maliciosa reiterada que afirman en el espacio político de las derechas extremas que integra. Por supuesto, la redacción de esa pregunta condiciona la dirección de la respuesta. Además carece de rigor científico metodológico ya que no sólo la pregunta está mal formulada, sino que además se desconoce el criterio utilizado para la carga de los datos que generaron la respuesta.
Es útil resaltar que a nadie le interesa lo que opina un programa informático artificial en el cual no es posible materialmente verificar la veracidad de los datos incorporados y mucho menos el sistema de creencias y pertenencia geográfica de quienes alimentan ese programa (aunque es fácil intuirlo). Afirmó además el diputado que el mecanismo que utilizó de preguntarle al programa GPT3, “es el futuro” (sic), acompañando esa epifanía con una dura descalificación y burla hacia los legisladores que impulsan el juicio politico a los jueces de la Corte. Le señaló a la diputada Gaillard: “…pareciera ser, presidenta, que el futuro, a ustedes, les tiene picado el boleto” (sic). Es decir que para el diputado De Loredo, el futuro es abandonar los proyectos elaborados por legisladores, asesores y juristas y reemplazarlos por aquellos provenientes de algoritmos con los que se programarán chats que responderán las preguntas direccionadas por algunos diputados. De Loredo alude de ese modo a un extraño futuro que nos retrotrae a una etapa precientífica más cercana al medioevo que a la actualidad.
Si bien los legisladores de las derechas no se caracterizan por su coeficiente intelectual, siempre será preferible el intercambio humano de opiniones aunque provengan de limitados exponentes de trilladas teorías económicas de la escuela de Chicago.
En ese sentido, la esencia del debate legislativo en nuestro Congreso debería ser, como lo fue desde su creación, un torbellino de ideas de representantes del pueblo argentino y no la deshumanización que propone el método De Loredo. Sin embargo, es muy claro que resulta aún más peligroso importar “inteligencia artificial” con contenidos de desconocido origen, que escuchar argumentos vacíos de legisladores neofascistas que se niegan a investigar jueces corruptos. Ello por cuanto en elecciones limpias, los De Loredo y sus colegas, pueden ser vencidos fácilmente por propuestas nacionales y populares, mejorando la calidad de los debates. Por el contrario, convalidar conclusiones de programas de “inteligencia artificial” de dudosa procedencia, podría ser una nueva y siniestra forma de manipulación del poder.