Entre las muchas virtudes del cine de José Celestino Campusano destaca un federalismo profundo, rasgo esencial a sus películas. El director de Fango y Bajo mi piel morena –entre tantos títulos– visita el país en su interior verdadero, el que está al margen, en las orillas, ausente de las imágenes hegemónicas y sus maneras de representar. Una de sus más recientes producciones lo trajo a tierra santafesina; en Ciudad de Gálvez, Campusano rodó La reina desnuda, con estreno en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y ahora en todo el país. El viernes próximo, en la función de las 20.30, director y parte del elenco estarán presentes en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120) en compañía de la película, para dialogar con el público.
En La reina desnuda, Victoria (Natalia Page) vive varias cuestiones superpuestas y entrelazadas; entre ellas, problemas familiares, sucesión de bienes, ser pasante en el área de desarrollo social del municipio, a la par de una vida sexual y afectiva turbulenta; en un pueblo donde las miradas que sojuzgan aprietan más. Pero ella todo lo enfrenta. La cámara de Campusano, fiel a su poética, registra sin pudor y confronta a los personajes consigo mismos; y logra que la tarea de la actriz rosarina brille en su entrega, a partir de una interpretación en la que el film –tan polémico como sincero– hace pie. “Para nosotros era clave que todo el elenco fuera santafesino. Desde nuestra primera producción es así, cada película debe ser una oportunidad para quienes nunca actuaron, sea en roles principales o secundarios; el talento está en todas partes. Hemos filmado en Estados Unidos, Brasil, México, Bolivia, Chile, siempre dando lugar a gente nueva, que tiene mucha dedicación con el arte. En La reina desnuda, todo el elenco no sólo es santafesino sino también debutante”, explica José Celestino Campusano a Rosario/12.
-Un elenco que gracias a La reina desnuda llegó, por ejemplo, a la pantalla del Festival de Mar del Plata.
-Donde fueron casi 50 personas a acompañar el evento. Ahora, con el estreno, nos vamos a encontrar nuevamente, vamos a estar en San Jorge, en Gálvez, en Rosario, y en Capital Federal.
-¿Cómo y cuándo surge la idea de filmar en Gálvez?
-Tengo que estarle agradecido al amigo, lamentablemente fallecido, José Martínez Suárez. Él me llamó una vez y me preguntó si podía acompañar a una de las ediciones del Festival Itinerante de Cine de Mar del Plata; le dije que sí, obviamente. Así coincidí con Adrián Culasso, referente del Festival de Mar del Plata y de (el Festival Nacional de Cortometrajes de Gálvez) Pizza, Birra y Cortos, y le propuse hacer una película allí. Vi las condiciones, es un lugar hermoso, muy lindo, con gente muy amable. A partir de ahí, la empezamos a pergeñar; y desde ese momento pasaron casi 6 años. Yo soy de procesos largos, voy avanzando de a 5 o 6 proyectos a la vez, cuando aparecen los fondos y se dan las condiciones, ponemos fecha y filmamos.
-Y a través de una historia de ningún modo complaciente, algo que por otro lado es propio de tu cine.
-Es el trabajo que hemos hecho toda la vida con Cinebruto. Nuestras primeras producciones datan del año ‘90 y siempre con la consigna de incluir a las comunidades, pero no desde un lugar falso, porque es fácil decir “inclusión” y sin embargo dejar afuera a la gente con sus problemas. En el caso nuestro, no es eso lo que procuramos, sino que las personas se apoderen del hecho artístico, por eso compartimos el espacio de trabajo y la metodología, y tratamos de incluir a gente en instancias técnicas. A veces se puede, a veces no. En Gálvez, justamente, no había personal técnico pero sí de la provincia de Santa Fe, como Juan Mangiantini y mucha gente, muy activa, a la que incluimos. El tema es siempre dónde vamos a dejar un sedimento artístico y cultural. Para mí no es difícil esta modalidad de trabajo, porque es en la que creo. Con Cinebruto trabajamos con contenidos antropológicos, con la fuerza de la anécdota real, desde una mirada del lado de la comunidad, y políticamente incorrecta.
-La interpretación de Natalia Page es notable, sostiene toda la película; ¿cómo la conociste?
-Fue algo muy llevable, siempre destaco que jamás hay que mentir en ninguna instancia de la vida, y menos al construir una producción audiovisual y artística. La mentira no tiene que estar. Cuando ponés verdad sobre la mesa, del otro lado te pueden devolver un “no, no llego a esto” o “no me animo”, o la verdad. Ella puso verdad y fluyó. Había visto muchas chicas en la convocatoria, que actuaban bárbaro pero no tenían la impronta, el desparpajo y la soltura, que tiene Natalia. Apareció faltando mes y medio para el rodaje y supe que era la elegida. Vi unos videos con monólogos de su autoría, magníficos, por la forma en que llena el encuadre, cómo sostiene la palabra y cómo la cámara la quiere, no es habitual y eso no te lo da un taller de teatro ni un cirujano plástico; lo tenés o no, como tantas cosas en la vida. El resto del elenco es gente de Santa Fe, Gálvez, pueblos cercanos, fue un placer estar allí, disfrutando pero sin poder movernos, tuvimos que hacer el efecto burbuja por el Covid pero nadie se contagió, todo muy bien.
-Siendo la historia que es, la de una mujer de vida sexual abierta y víctima de prejuicios, ¿cómo fue la participación de la comunidad?
-Nos llevamos muy bien; obviamente que hay una cuestión de pudor, pero eso es algo que tenés acá y en cualquier país donde he filmado, ya que cuando se trata de la exposición física todo se complica. Pero creo que la película no es específicamente sobre el maltrato a la mujer, sino a toda persona que no encaje en algún punto en cualquiera de los esquemas. La película se aleja de las agendas mundiales o de los discursos de los ministerios, no tiene nada que ver, es la visión errada o acertada de una mujer promedio, con una vida sexual amorosa muy libre y que se hace cargo de sí misma; pero no intentamos quedar bien con el estado ni con nada. Si te fijás, hay un conjunto de personas que justamente son compañeros de la protagonista y no hay anuencia de criterios para nada hacia esos discursos llenos de palabras técnicas, que en realidad hacen agua en muchos casos, más en crímenes horrendos, cometidos en tiempos muy cercanos. Por más que se hable, la vida en las comunidades es otra cosa, y hay que tener cuidado cuando se genera una perspectiva de odio hacia otra persona, porque eso inexorablemente tendrá consecuencias en la vida de la gente, y siempre quienes más padecen son quienes no se pueden defender, los más débiles. Hay gente deleznable en todos los estratos, pero para mí, el mundo se divide en personas buenas o malas. Encontrás personas espantosas, horrendas, que lo único que buscan es un sueldo de privilegio y vacaciones en el exterior, a quienes no les importa nada la comunidad; mientras hay mujeres y hombres que no ganan un peso y dedican décadas de su vida a la militancia social. Acá, lo que tenemos es la visión de una mujer que tiene conflictos de largo arrastre y los manifiesta de una forma muy sincera.
Fiel a su manera de trabajo, Campusano señala que “ya tenemos unos diez guiones para filmar, obviamente el tratamiento de los fondos se ralenta, pero tenemos cine para un tiempo”; y agrega: “El cine es algo que queda; el tiempo pasa, pero la película vuelve, como es el caso de Vikingo, que persiste y se renueva en quienes la descubren, para terminar siendo una referencia muy clara de la complejidad de ese colectivo, en ese entorno, y siempre desde una mirada autocritica, nunca complaciente. No hablamos bien de nadie, y eso es algo que la gente agradece”.