No recuerdo bien cuál fue el primer síntoma. Sé que no fueron los famosos sofocos porque nunca los tuve. ¿Fue primero despertarme con la remera del pijama empapada en sudor, helado, incluso en pleno invierno o la sensación de que ya no me lubricaba tanto —como siempre— al tener sexo? ¿O fueron cambios que me aparecieron casi en simultáneo? De pronto me di cuenta de que esa orquesta que yo sentía bastante afinada empezaba a sonar raro. La menopausia, esa gran M de la que tan poco se habla, ya me acechaba. Fue hace tres o cuatro años. Estaba por cumplir 50.
Como hacía varios años que tenía colocado un DIU hormonal —y había dejado de menstruar, uno de sus efectos— no tuve la posibilidad de ver que iba dejando de tener el sangrado mensual con regularidad.
Y también me di cuenta de que llegamos a la menopausia --técnicamente empieza después de un año del último ciclo menstrual-- con muy poca información. Más allá de las bromas sobre señoras combatiendo “los calores” con abanico, ¿qué más sabemos? En el mejor de los casos, nuestras madres --o alguna prima mayor-- nos hablaron sobre la menarca y la menstruación pero sobre la menopausia, poco o nada nos cuentan: porque ya no están cerca o porque les quedó tan atrás el tema que no lo problematizan. ¿Quién quiere, por otra parte, andar contando que ya llegó a la menopausia en una sociedad que venera tanto la juventud y en la que mostrar signos de envejecimiento es casi un pecado?
Silencios
Esos malditos síntomas pueden aparecer en la perimenopausia, esos años finales del ciclo reproductivo: entre los más comunes los sofocos, el insomnio, síntomas genitales y urinarios —sequedad vaginal, a veces picazón, dolor en las relaciones sexuales—, caída del deseo sexual, sudoración nocturna, lagunas mentales —los famosos olvidos—, problemas en la piel y el cabello, e incluso depresión. Hay mujeres que no tienen ninguno o apenas levemente algunos de estos síntomas, y de forma muy temporaria. Otras, los pueden sufrir de manera aguda. A veces, la falta de información hace que no los asocien a la menopausia y van de una consulta a otra sin encontrar cura. O se automedican.
Pero peor, no dicen nada por vergüenza o lo plantean en el consultorio ginecológico y se encuentran con que el médico o médica que las atendió siempre minimiza lo que le están contando con la excusa de que “se trata de un proceso natural”. Y terminan con un padecer injusto, innecesario y, sobre todo, tratable médicamente con terapias de reemplazo hormonal (TRH), un tratamiento que ha sido demonizado por décadas, luego de un estudio mal diseñado y peor comunicado, suspendido abruptamente en 2002, en EE.UU., llamado Iniciativa de Salud de la Mujer (conocido como WHI, por sus siglas en inglés).
Justamente la nota de tapa de la revista del New York Times del domingo pasado aborda en profundidad la temática. El artículo de la periodista Susan Dominus (ganadora de un premio Pulitzer) se titula “Las mujeres han sido engañadas sobre la menopausia” y es una extensa investigación sobre las terapias de reemplazo hormonal como tratamiento seguro y efectivo para mejorar la calidad de vida de mujeres en menopausia y las razones por las que se dejó de ofrecer luego de ese fallido estudio WHI, donde se informó erróneamente que aumentaba la prevalencia de eventos cardiovasculares y de cáncer de mama.
“La terapia hormonal alguna vez fue el tratamiento recetado con más frecuencia en los Estados Unidos, pero en 2002, un importante estudio planteó serias preocupaciones sobre los riesgos para la salud, lo que provocó que muchos médicos y pacientes la abandonaran. Nuevos análisis de los datos de ese estudio, conocido como la Iniciativa de Salud de la Mujer, junto con muchos otros, desde entonces han asegurado que los riesgos de la terapia hormonal son bajos para las mujeres sanas menores de 60 años. Pero la reputación del tratamiento aún no se ha recuperado”, dice el artículo, en el que se entrevistan a diversas y reconocidas expertas que estudian sobre menopausia en EE.UU.
--¿Y no te dio nada?
--No. ¿A vos sí?
Ese suele ser un diálogo frecuente que tengo con amigas, conocidas, mujeres con las que comparto distintos espacios que han llegado a la menopausia o están cerca. A todas les cuento sobre mi recorrido, lo que me han recomendado y lo que voy averiguando. Sus ginecólogues, en general, no les ofrecen nada. Ni usar gel para la sequedad vaginal.
Lo mismo cuenta Dominus en su artículo de la revista dominical del New York Times.
¿Terapia hormonal sí o no?
Hace tres o cuatro años, con mis síntomas de la menopausia a cuestas fui al consultorio de la ginecóloga con la que me atiendo hace más de dos décadas. De entrada, al evaluar mis antecedentes y mi cuadro clínico, me recomendó TRH. No voy a negar que en aquel momento, cuando escuché esas cuatro palabras me saltaron todas las alarmas porque me sonaba como un tratamiento peligroso asociado al aumento de la prevalencia del cáncer y otros males. Una vez que me sacó mis dudas y además, investigué como paciente al respecto (mucho Google y leer estudios y conclusiones), me sentí segura de que debía transitar ese camino: Desde entonces, uso un gel en el brazo todas las noches, un óvulo semanal, y mantengo el DIU hormonal, ya no para prevenir un embarazo, sino para hacer frente de forma conjunta --con ese arsenal-- a los desarreglos hormonales por dejar de producir estrógeno y progesterona, a partir de la menopausia. Y mi gran aliado es el gel vaginal. Nada vuelve a ser como era (tengo problemas para dormir corrido siete u ocho horas a la noche; aunque no tengo insomnio, me despierto; estoy probando con melatonina). Pero se puede aspirar a que sea de la mejor manera posible.
“Hay un vacío en esta etapa de la vida de la mujer. Nos seguimos manteniendo con los mitos de hace veinte años. El WHI, nefasto, le hizo muy mala prensa a la terapia hormonal en la menopausia y generó que muchas mujeres no se beneficiaran con el tratamiento”, dice --al consultarla para esta nota-- la médica Alejandra Belardo, Jefa de Climaterio del servicio de Ginecología del Hospital Italiano, con amplio trabajo de investigación sobre la temática.
La TRH como toda terapia debe ser indicada en pacientes que la necesitan.
“Hay indicaciones precisas de la terapia hormonal: los síntomas vasomotores, que incluye los sofocos, las transpiraciones profusas que ocurren de día, y de noche, y que despiertan a la mujer y si tenés muchos despertares nocturnos, tenés un sueño fragmentado y eso sí está comprobado que aumenta el riesgo cardiovascular. Esto no lo dice nadie. Hay mujeres con 20 o 30 sofocos por día que les dicen que ya va a pasar. El tema de que ya va pasar es real en cierta medida, porque muchas veces la mujer tiene algunos síntomas y se les van pasando. Pero hay un grupo de la población que ni se les pasa ni los síntomas son leves. Ese grupo de mujeres necesitan ayuda”, explica Belardo.
En el mundo, detalla, cada vez hay más productos hormonales que se podrían usar pero no están todos a la venta en Argentina porque no hay mercado. “Tal vez porque algunos colegas no comparten las últimas investigaciones relacionadas sobre el TRH, mucha gente tiene temor. Pero las mujeres en Argentina suelen ser bastante miedosas de las hormonas, incluso cuando son indicadas por el médico. Todavía tenemos el concepto de los años ’90 cuando los anticonceptivos de tercera generación causaban más trombos entonces se englobó como que todas las hormonas son malas de alguna manera. Pero los tratamientos han cambiado”, aclara.
Hay otro aspecto que no es menor y es el tiempo de las consultas. Hoy sabemos que en muchos consultorios los tiempos son reducidos: la consulta es express. Y eso conspira con la posibilidad de hablar sobre los que nos está pasando y cuál es la mejor alternativa.
--La consulta no puede ser la de control ginecológico. No es lo mismo hacer un PAP, una colposcopia, que escuchar a una mujer que está atravesando su climaterio. Porque hay que escucharla. Hay que saber con qué bagaje de patología familiar viene, a qué edad dejó de menstruar la mamá, cómo está su relación de pareja. Hay que preguntar muchas cosas para entender cómo la está pasando. Entonces con sus factores de riesgo, con los medicamentos que toma, vamos a consensuar con la paciente cuál sería el mejor tratamiento para ella.
Una cosa curiosa, agrega, es que muchas preguntan por el llamado “chip sexual” y se lo colocan sin saber ni tener idea que se están colocando hormonas o qué consecuencias les pueden dar en el largo plazo.
--¿Cuáles son los riesgos de la TRH?
--Hoy por hoy no hay límite en el uso de la terapia hormonal. La terapia es necesaria en el tiempo que la mujer necesite. La única contraindicación es haber tenido cáncer de mama.
--¿A qué edad se recomiendo empezar?
--En la perimenopausia, si la paciente tiene síntomas. O en la menopausia, cuando lo necesite. Sí es importante tener en cuenta que se recomienda que después de los 60 años no se inicie porque el envejecimiento de los vasos desde el punto de vista cardiovascular podría hacer que los estrógenos fueran más riesgosos. De todas formas, insisto, todo está sujeto a cada paciente. Son recomendaciones no contraindicaciones.
Belardo pone el foco en el llamado síndrome genitourinario de la menopausia. Advierte que el 80 por ciento de quienes atraviesan ese período va a tener un síntoma como la sequedad vaginal, picazón, o irritación, pero fundamentalmente dolor en las relaciones sexuales al punto tal que están impedidas de tener penetración. “Estamos trabajando muchísimo para dar información a través de redes sociales como Instagram pero aun así veo a pacientes que llegan con tres o cuatro años de deambular por consultorios médicos sin que les den una respuesta. Y acá también tenemos tratamiento: se usan óvulos y cremas. Y es muy muy importante porque es un síntoma muy prevalente”, cuenta. Claro que hay distintas formas de tener sexo (sin penetración) pero el hecho de que la escena pueda provocar dolor --aunque haya disfrute de otras maneras-- hace que muchas mujeres prefieran ni intentarlo.
Tal vez seas buena candidata para terapia de reemplazo hormonal. O tal vez no. Pero no te quedes con la duda: preguntá, hacé tu propio recorrido. En el mío encontré cuentas de Instagram —como la de @alejandrabelardo y @climaterio.hospitalitaliano— que me han ayudado con tipsy sugerencias para mejorar la calidad de vida; también descubrí el sitio web Balancey su App, creados por iniciativa de una médica del Reino Unido, que dice tener la mayor biblioteca científica --con artículos en inglés, español, francés e hindú, sobre perimenopausia y menopausia, y proporcionan “información médica basada en la evidencia” para “ayudar a las personas a estar mejor informadas y más preparadas durante este momento de sus vidas”. “Queremos empoderar a las mujeres, a las personas trans, y no binarias, de todo el mundo, para que tomen el control de su salud y sus cuerpos”, dice el sitio.
Me olvidaba… mi combo incluye también el ejercicio físico --se recomienda y mucho para este momento de la vida--. Tenis y bici son mis preferencias. En un rato tengo clase de spinning y después, un lindo partido de dobles con amigas. Pero las caminatas también pueden ser buenas aliadas si no te gusta el deporte.
Hablemos de menopausia. Falta mucho todavía para romper todos los tabúes instalados en torno a esta M. Pero el silencio es el peor remedio.