Estoy recorriendo la provincia de Buenos Aires para conversar sobre un trabajo que escribí. Se llama “Pelando la cebolla” y es un análisis del libro “Para qué”, de Mauricio Macri. A veces me preguntan por qué lo escribí. Me asombra el interrogante. Macri fue presidente y nadie descarta que pueda ser candidato de Juntos por el Cambio en octubre. Y además últimamente hace hincapié en dos cosas. Una, que si el macrismo triunfa hará las cosas más rápido y a fondo que en 2015. Debe entenderse, entre otras cosas, que desregulará el mercado de trabajo, que precarizará, que combatirá a sindicatos y a abogados laboralistas, que privatizará empresas públicas. Macri no hace demagogia. Lo dice. Porque, para colmo, la segunda cosa en la que insiste cada vez con más fuerza es en el aporte que, según él, representa Javier Milei para lo que llama, sin definir, “el ideario de la libertad”. Pero quien sí define ese ideario es, precisamente, Milei. Y lo dice a través de ensayistas que admira como Murray Rothbard.

Aquí va un texto de Rothbard que leí para mi libro sobre Macri. Cuando lo cito, en charlas dadas en Villa Gesell o General Madariaga, o en La Plata, la gente se asombra. “En una sociedad libre, a nadie se le puede cargar con la obligación legal de hacer algo por otro ya que se invadirían sus derechos. La única obligación legal que una persona tiene frente a otra es respetar sus derechos.”

Para Rothbard, coherente con su razonamiento, eso significa que padres o madres no tienen derecho a ejercer coacción sobre sus hijos. Tampoco “tendrán obligación legal de alimentarlos, vestirlos y educarlos, ya que tales exigencias serían coactivas y privarían a los padres de sus derechos”. Para Rothbard no debería existir ley que pueda forzar a un padre a alimentar a sus hijos para que puedan vivir…

Mi esposa, madre de tres hijas, revisó los primeros borradores del trabajo sobre Macri. Cuando llegó a Rothbard me dijo: “Pablo, fíjate bien en esa cita, porque seguro el tipo no dice lo que vos ponés”. Y me mostró una cara feroz, como cuando el destinatario se enoja con el mensajero. Reviso la cita y le digo: “Esta bien transcripta”. No dice nada pero escucho por el pasillo de nuestro departamento palabras irreproducibles.

Javier Milei es una persona que (pareciera) ama a los perros. También a los economistas neoliberales. Tiene varios perros a quienes llamó con el nombre de célebres economistas. Así tenemos a Milton (por Milton Friedman), a Roberto (por Robert Lucas), y a Murray (por Murray Rothbard). En una particular forma de homenajearlos, les impone sus nombres a los que considera sus “hijos”. El menos conocido es Rothbard, a quien Milei considera una fuente de inspiración. A diferencia de Friedman (mentor ideológico de los Chicago Boys, con particular influencia en la dictadura pinochetista y en la videlista, en particular en José Alfredo Martínez de Hoz), Rothbard trascendió menos en América Latina. Pero su nombre aparece cada vez más en boca del hombre peinado por los mercados, como define Pablo Stefanoni a Milei. David Gordon, otro ultraliberal, hizo un estudio sobre Rothbard para el Mises Institute, una entidad con sede en Alabama. Cuenta David Gordon que sin recibir ninguna introducción en la llamada escuela austriaca de economía, Rothbard quedó conmocionado con una obra de Ludwing Von Mises, “La acción humana”. Agustín Laje, en su prólogo al libro “Igualitarismo como una rebelión naturaleza”, sitúa a Rothbard como un baluarte insustituible contra la ideología de la igualdad, la cual según Laje atenta contra la libertad y fundamentalmente contra la naturaleza. Es un apóstol de la lucha contra el igualitarismo.

Al parecer las ideas liberales necesitan de fuerza y decisión. Veamos qué escribió Macri: “El próximo gobierno será más fuerte y su fortaleza requerirá que las reformas estructurales se sancionen en las primeras horas. La pobreza y el desempleo no pueden esperar. Debemos tener valentía de terminar de inmediato con legislaciones obsoletas en materia laboral, sindical, previsional y fiscal. Es Ahora o Nunca”.

Una virtual declaración de guerra. ¿Cómo se puede terminar en horas con la legislación que sea? Será por decreto? ¿Será avasallando derechos constitucionales? ¿O tal vez no habrá que dar tanta vuelta y ser más ejecutivos? MM nos da una señal en las páginas 54/55. Allí cuenta que ni bien asumió como presidente de Boca había que hacer reformas en las instalaciones de la Bombonera que debían aprobarse por la Asamblea de socios. Sin embargo “estaba apurado y la ansiedad me llevo a hacer algo que estaba al límite de lo permitido por los reglamentos del club”. Cuenta Macri: “Alquilé una topadora y por primera vez en la vida me subí yo mismo a conducir”.

O sea que la demolición comenzó sin la aprobación que ordenaba la normativa del club.

Cuando MM pretende relacionar desempleo, leyes laborales y el rol del Estado, lo que está haciendo es repetir conceptos acunados hace décadas por los teóricos del neoliberalismo. Tanto para Von Hayek como para Milton Friedman, el desempleo es voluntario, es decir que el trabajador decide trabajar o dedicarse al ocio y la meditación sin intervención del Estado o de los sindicatos, o de ambos a la vez. El mercado de trabajo sería un mercado como cualquier otro y se ordena por la Ley de oferta y demanda. Cuando el Estado fija un salario mínimo o el sindicato marca una pauta salarial en la paritaria, están alterando el libre juego de oferta y demanda. En criollo estas “restricciones”, impiden que los empresarios puedan “libremente” pagar por debajo del salario mínimo o la paritaria. Eso es lo que está en el corazón de la cebolla.