En un departamento familiar, acompañado por su hija, Derlis Álvarez se encuentra de visita en la capital provincial. Espera sentado en la mesa del comedor con impecable camisa, una gran sonrisa y muchas ganas de relatar las peripecias que lo tuvieron como protagonista en sus 97 años de vida.
Nacido el 12 de julio de 1925 en la formoseña ciudad de Estanislao del Campo, los relatos abundan en anécdotas de todo tipo, que lo llevan desde una Formosa aún como territorio nacional, hasta su vida arriba de trenes y aviones, pasando por la intendencia de Tartagal, ciudad que eligió por adopción.
Allá en Estanislao del Campo
Aquel pueblo ubicado en el centro de la hoy provincia de Formosa, nacido gracias a la construcción de ferrocarril, resultaba de vital importancia para la zona ya que servía como centro de intercambio de máquinas y personal ferroviario. La línea férrea que comenzó a trazarse en 1910, trayendo cantidad de obreros ucranianos, polacos y paraguayos, fue realizada casi sin maquinaria, “a puro pico y pala”, comenta Derlis, quien estudió minuciosamente la historia de su construcción, “además es el segundo tramo de ferrocarril más recto del mundo, solo por detrás del Transiberiano”, agrega.
Este terruño será el que lo vea dar sus primeros pasos, donde -recuerda- aprendió a leer recién a los 12 años, ya que no había escuela. Derlis va y viene en el relato, se va por las ramas en la abundancia de vida, pero vuelve sobre aquello que comenzó a forjarlo y formarlo en su personalidad. “En 1946 me toca hacer el servicio militar y vivir la asunción de Perón. Cambian todos los mandos militares y me dejan como secretario por saber escribir a máquina. Una vez en el puerto de Rosario de Santa Fe, me dice un teniente coronel, ‘soldado, mire la cantidad de barcos que hay en el puerto, observe si encuentra uno con bandera Argentina…’. Yo no sabía nada de política todavía, no entendía lo que me quería decir, y miraba, miraba y nada. Había muchas banderas inglesas, francesas, portuguesas, brasileras… salgo, me espera y me dice ‘¿y soldado?’, le digo, ‘no hay ninguna argentina’, a lo que me responde, 'tenga en cuenta'".
Aquellos primeros intercambios con una mirada socio política en un momento de gran ebullición y cambio social serán aprendizajes que perdurarán marcados a fuego en la vida de Derlis. La incipiente conciencia política adquirida en aquellos días se profundizará con la amistad que trabó con el médico Laureano Maradona, quien había elegido Estanislao del Campo como su lugar para vivir, trabajar y acompañar a las comunidades originarias que se encontraban en total desamparo.
“Recuerdo perfectamente la llegada del doctor Maradona. El tren arribaba a las tres de la tarde y en Estanislao no había enfermeros ni nada. Entonces un vecino que estaba justo por tener familia, corre desesperado a la estación cuando llega el tren pidiendo un enfermero o médico, y ahí, del tren que pasaba con rumbo a Salta, sale el doctor Maradona y lo atiende. Sucede el parto pero el tren ya había salido. Como el próximo era a los tres días lo llevan al doctor a una fonda a comer y alojarse. ‘Cuando venga el próximo tren te voy a sacar boleto’, le dice la persona que Maradona había ayudado, pero cuando llega el momento, el doctor elige quedarse, ‘devolvelo… veo que este pueblo está abandonado, y además, me gusta Estanislao del Campo por el poeta argentino; algún día seguiré viaje’... pero se quedó para toda la vida".
Derlis rememora pasajes de las charlas interminables con Maradona hablando “de política y geopolitica sobre todo... tuvimos una linda relación. Además me regaló personalmente su libro ‘A través de la selva’. Yo mismo vi como aprendió idiomas de los originarios para comunicarse con ellos de igual a igual, atendía a todos y jamás les cobraba un peso”.
Ferroviario y aviador
A su regreso a Estanislao del Campo, luego del servicio militar, Derlis comienza a buscar la manera de ingresar a trabajar al ferrocarril, algo que sucederá en 1947. “Primero comienzo con un trabajo en la secretaría, después paso a trabajar en la máquina, y al poco tiempo me ascienden a foguista, donde me trasladan a Embarcación en 1949. Ya en el primer trabajo que hice me mandaron a Tartagal y ahí empece a conocer el pueblo, me llamaba mucho la atención”.
Para 1950 “comienzo a viajar a Pichanal y González, recorriendo gran parte del norte de la provincia, todo con máquina a leña. Un día un compañero me dice que pida ir a Jujuy porque ahí no había leña, sino que era petróleo. Me pareció una buena idea, así que lo pedí y al poco tiempo me salió. Ahí el destino cambió y empecé a viajar a Güemes y a La Quiaca”.
Aquellos años de trabajo en Jujuy serán de gran aprendizaje profesional, pero también de mucho roce con la tarea político sindical. Así será que en 1951 Derlis fue nombrado secretario adjunto de la Confederación General de los trabajadores (CGT) en Jujuy.
En tierras jujeñas permanecerá hasta 1959, donde el ir y venir del tren lo comenzará a afincar en lo que será su ciudad por adopción: Tartagal. “Allí tenía una piecita alquilada en lo de una señora viuda, pero como viajaba mucho, un día me escribe para preguntarme si le permitía, por unos días, alquilársela a un alemán que había llegado de Buenos Aires. Al tiempo vuelvo a Tartagal y cuando entro, veo un alemán, imponente, con botas de piloto que hablaba perfectamente español. Se presenta, charlamos y me cuenta que era piloto invitándome al aeroclub”.
“’¿Alguna vez voló?’, me pregunta, a lo que claramente respondo que no. Ahí nomás presenta los papeles y salimos a volar. Recuerdo perfectamente que fue en un avión Cessna. Dimos muchas vueltas y al domingo próximo otra vez me invitó y fuimos. Así fue pasando hasta que me convencieron para hacer el curso de aviador. Lo hice y en dos meses empecé a volar por casi todo el país llevando pasajeros. Así pasó el tiempo y me convertí en instructor en Tartagal, para ese momento ya instalado en la ciudad”.
Elegido por Ragone
Si bien su vida laboral seguirá vinculada al ferrocarril, Derlis continuaba con sus múltiples ocupaciones. Así es que “en 1960 conozco al senador Víctor Hugo Heredia, simpatizamos y me invita a ser concejal. Con el correr de los años también fui presidente del Concejo, e interventor en Tartagal en el 74”, en una nueva historia que parece de película.
Derlis cuenta: “estando en Estanislao del Campo trabajando en el ferrocarril, me avisan que tenía que viajar urgente a Tartagal. Cuando llego, voy a la policía y me dicen que urgente tenía que ir a Salta a la casa de gobierno. No entendía bien por qué, pero fui. Entro y estaba (el gobernador Miguel Ragone), él no me conocía personalmente pero se para, me abraza y me dice ‘que tal Derlis… bueno m'hijo, yo te nombré a vos para que arregles la situación en Tartagal porque esta bastante grave’, hacía 2 meses que se había cerrado la Municipalidad y se hacían ollas populares frente a la iglesia. Recuerdo también que me pidió disculpas por haberme designado sin consultarme, ‘hay problemas en Tartagal y confío en vos’, me dice”.
En aquel tiempo los intendentes eran designados por el gobernador. Derlis cuenta que “Aunque la situación era muy grave”, tomó la tarea en su querido Tartagal y comenzó a desarrollarla, “además de los problemas salariales, había dos bandos, querían que nombre secretario a la gente de la otra banda, se sentía la tensión”. Así fue que “en febrero del 75 el Gobierno nacional interviene la provincia, y también al PJ, del cual en ese momento yo era el presidente”.
Aunque la pericia y la experiencia de Derlis lo hizo quedarse como secretario del interventor con rango de comandante, a los pocos meses presentó la renuncia y volvió a trabajar al ferrocarril: “no duramos mucho, no andaba bien la cosa, él era militar, tenía otras ideas... así que en mayo renuncié y volví a ser maquinista del ferrocarril”.
Sin embargo, la etapa más oscura de la historia Argentina estaba por llegar. “El 24 de marzo de 1976 viene el golpe militar, recuerdo que estaba trabajando, me había ido a Pocitos (Salvador Mazza) y ya habían ido a buscarme, fui el primero que vinieron a buscar, eran 4 policías en un jeep. Me sacan el cinto, los cordones y llaves de mi auto. Cuando llego al destacamento veo que ya había detenidos por razones políticas, había muchos, todos nos conocíamos. Con el tiempo también me enteré que hacían detenciones con mi auto particular. Ahí estuve detenido alrededor de dos meses”.
Aquellos años no solo fueron de terror social, sino también de desguace económico. De aquello, Derlis tampoco estuvo ajeno, “me jubilé del tren en el 80, pero con el ministro de economía Martínez de Hoz ya se veía el plan dispuesto para destruir el ferrocarril. Por eso me pasó que dos años antes, en 1978, a casi todos los del personal maquinista, nos mandaron a nuestra casa cobrando el sueldo, diciendo que no nos necesitaban”. En aquellos pequeños gestos, se podía visibilizar claramente lo que más adelante desencadenaría una catástrofe social en el norte salteño.
Ya en el 83, comenzando la campaña electoral con el regreso a la democracia, Derlis será convocado para trabajar en la campaña que llevaría a Roberto Romero a la gobernación. “Tuve una discusión con él porque quería la documentación de todo el departamento, fue un escándalo, se armó un lío bárbaro... decidí entonces no trabajar con él, no comulgaba con esas maneras… así que me fui y dejé a otra persona en mi reemplazo”.
Estas desavenencias no serán impedimento para que Derlis, casi 20 años después, vuelva a ser designado interventor de Tartagal por unos meses en 2001, momentos en los que el norte provincial volvía a ser un hervidero de convulsión social.
“Ahora estoy descansando un poco”, dice entre risas el tartagalense por adopción, como burlando a la vida que tantas vidas le permitió explorar, y las que recuerda puntillosamente con 97 años, como si un siglo fuera una anécdota más.
Cierto es que la vida de Derlis Álvarez podría proyectarse en las grandes pantallas, o ser guión de alguna de las tantas series en danza; la vida de un anónimo que desde el campo profundo y el norte olvidado, trazó y dejó huella en cada uno de los sitios por los que transitó.
Desde la tierra formoseña y su amistad con el doctor Maradona, supo navegar los ríos en el servicio militar, politizarse con el primer peronismo, subirse a una locomotora y poco después pilotear un avión, ser persona de confianza de Ragone, el ex gobernador luego desaparecido, y vivir para contarlo.
Es seguro que quien conoció a Derlis no se olvida de él, y Derlis tampoco los olvida. Una vida de película de un film que aún no fue rodado.