Mientras el fútbol argentino sigue paseando su orgullo por ser campeón mundial y lidera la movida continental para albergar el Mundial de 2030 junto con Uruguay, Chile y Paraguay, el fútbol sudamericano a nivel de clubes está perdiendo el tren. De hecho, Flamengo, acaso el equipo económicamente más robusto del subcontinente, no llegó a la final del Mundial de Clubes reiterando un fenómeno que no por repetido, deja de sorprender.
Por quinta vez en las últimas diez ediciones, el campeón de la Copa Libertadores no pudo superar la semifinal ante un equipo africano o asiático. En paralelo, el Real Madrid se ha convertido en el dueño de la competencia: la ganó en cinco ocasiones (2014, 2016, 2017, 2018 y 2022) de las últimas nueve y consolidó un abrumador dominio de los equipos europeos.
Corinthians que derrotó por 1 a 0 a Chelsea en la definición de 2012 en Japón fue el último club sudamericano que pudo lograr ese Mundial. Después, empezaron los problemas: Raja Casablanca de Marruecos eliminó en la semifinal a Atlético Mineiro en 2013, Kashima Antlers de Japón a Nacional de Medellín en 2016, Al Ain de los Emiratos Árabes a River en 2018, los Tigres de México a Palmeiras en 2020 y ahora, Al Hilal de Arabia Saudita a Flamengo, que sólo alcanzó a subir al escalón mas bajo del podio.
San Lorenzo (2014), River (2015), Gremio (2017), Flamengo (2019) y Palmeiras (2021) pudieron alcanzar la final. Aunque tampoco consiguieron ganarla. Real Madrid en los años ya citados, Liverpool en 2019, Bayern Múnich en 2020 y Chelsea en 2021 alzaron la Copa que desde 2005 reemplazó a la legendaria Intercontinental disputada mano a mano entre los campeones de Europa y los de América entre 1960 y 2004.
Es todo un dato que el fútbol sudamericano lleve diez años sin poder ganar el Mundial de Clubes. Y que le cueste cada vez más superar a equipos que no tienen más presupuesto ni mayor historia. La programación de la Copa Libertadores incluso se modificó para permitirle a los campeones de América llegar armados mas o menos con el mismo plantel: hasta 2016, se definía en el primer semestre de cada año y en el segundo, antes del Mundial, las ventas de sus mejores figuras a Europa o México desfiguraban a cada equipo.
Ahora, la Libertadores se resuelve a fines de octubre para que los campeones de América puedan afrontar el Mundial en diciembre con el mismo plantel que ganó la Copa. Pero no hay caso: daría la impresión de que mientras los equipos asiáticos y africanos crecen a ritmo sostenido, los otrora poderosos campeones de Sudamérica van perdiendo competitividad. Hasta cierto punto, podría entenderse esa merma respecto de los riquísimos clubes europeos que manejan presupuestos astronómicos y pueden contratar a los mejores jugadores del mundo. Pero no en comparación con equipos del resto del mundo que aún siendo buenos, por una cuestión de jerarquía y rodaje internacional deberían situarse por detrás en el cara a cara con los sudamericanos.
Real Madrid presentó para la actual temporada un presupuesto global de 769 millones de euros que reduce a monedas los 163 millones de esa misma divisa que Flamengo dispuso para el mismo lapso. Pero a los cariocas no los superó uno de los clubes estado o clubes empresa que por estos años, marcan el paso del fútbol europeo. Fue derrotado claramente en semifinales por Al Hilal que, aunque se financia con los copiosos petrodólares de Arabia Saudita, ni por asomo se acerca a esos números. En los últimos años, las diferencias más que económicas fueron futbolísticas. Se terminó el tiempo de la ingenuidad, pueden contratar buenos y muy buenos jugadores, técnicos expertos y con eso, han logrado ponerse en pie de igualdad y limar las distancias.
En este contexto, los equipos argentinos parecen cada vez más alejados de todo. De hecho, nunca pudieron ganar el Mundial de Clubes y los únicos tres equipos que jugaron la final (Boca en 2007 ante Milan, San Lorenzo en 2014 con Real Madrid y River en 2015 contra Barcelona) en todos los casos, perdieron sin atenuantes. River participó de la edición de 2018, pero cayó por tiros desde el punto penal en la semifinal con Al Ain de los Emiratos Árabes días después de haber vencido a Boca en la imborrable final copera de Madrid. Las últimas cuatro ediciones se miraron por televisión en consonancia con el fortalecimiento de los brasileños en la Libertadores y el debilitamiento simultáneo de los clubes de nuestro país.
Lejos han quedado en el tiempo pero cada vez más grandes en la memoria, aquellas finales de la Copa Intercontinental que detenían el pulso futbolístico del país cada vez que se jugaban. Tanto en el formato de partido y revancha que imperó hasta 1979 como en el de partido único que se jugó en Japón entre 1980 y 2004, Argentina ganó 9 de las 18 finales que disputó (Boca 3, Independiente 2, Racing, Estudiantes, Vélez y River 1) y Boca en 2003 ante Milan fue el último campeón de América argentino que le ganó un mano a mano a un campeón de Europa. Todo eso ha entrado en el pasado.
Desde 2025, el Mundial de Clubes será aun más complejo. Se jugará cada cuatro años con un diseño similar al de los últimos Mundiales de selecciones: participarán 32 equipos divididos en ocho grupos de cuatro, se clasificarán los dos primeros y desde allí en más se irán eliminando hasta llegar a la final. Todavía no se ha determinado el reparto de plazas por continente. Es probable que Sudamérica tenga no menos de cinco. Pero el cupo de Europa seguramente será mayor por lo que habrá más chances de que aumente la desigualdad.
Aunque no es ese el problema: el tema es que al menos en los Mundiales de Clubes, cuesta cada vez mas ganarle a los que antes se les ganaba. Y se pierde cada vez más seguido. África y Asia ya no corren más desde atrás. Ahora, alcanzan el tren y se suben. Sudamérica quiere hacer lo mismo y no le da. El tren le pasa cada vez más lejos. Y no hay ningún indicio de que pronto pueda alcanzarlo.