Producción: Mara Pedrazzoli
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¿Prohibir o regular?
Por Juan Garriga (*)
El año pasado se registró un fuerte colapso en los precios de las criptomonedas. Bitcoin perdió casi un 75 por ciento de su valor entre su máximo histórico (noviembre de 2021) y final del 2022. Ethereum, segunda moneda en capitalización de mercado registró un desempeño similar, para el mismo período. Por otra parte, muchas monedas más chicas directamente perdieron la totalidad de su valor. Pero más allá de los riesgos relacionados con la extrema volatilidad de estos activos, existen otros riesgos en este mercado. Contamos con infinidad de aplicaciones que ofrecen a los inversores ganancias extraordinarias, cuando sólo se tratan de fraudes. Veamos algunos ejemplos:
Thodex era un exchange de criptomonedas turco que contaba en abril de 2021 con 400 mil clientes. Estos clientes compraban dentro de la plataforma distintas criptomonedas, entre ellas Bitcoin. Sin embargo, el dueño de Thodex se fugó del país con el dinero de los inversores (2.000 millones de dólares), los cuales por ahora no fueron recuperados. Los clientes perdieron todos sus ahorros, a pesar de que los activos en los que habían invertido no hayan sufrido ninguna pérdida.
Otro ejemplo, es Generación Zoe, empresa del argentino Leonardo Cositorto. El caso de Zoe se puede identificar como una estafa piramidal. Es una empresa (en este caso de criptomonedas), que ofrecía ganancias exorbitantes a los inversores que podían alcanzar hasta un 7,5 por ciento mensual en dólares. Y muchos de los inversores pudieron efectivamente tener esos rendimientos y retirar sus ganancias.
Sin embargo, estas ganancias no provenían de la actividad declarada (es decir inversiones en criptomonedas), si no del dinero que ingresaba por los nuevos inversores. De esta manera, el sistema se mantenía en pie mientras tuviera un flujo constante de nuevos participantes, pero cuando los mismos se acabaron, ya no hubo dinero para retirar, y los inversores perdieron su capital evidenciándose la estafa piramidal.
En definitiva, ya sea por el riesgo inerte a las criptomonedas, como los riesgos referidos a las estafas de los vehículos de inversión de las mismas, la sociedad se enfrenta a un activo muy riesgoso, con promesas de alta rentabilidad, así como con poca y confusa información sobre el entorno.
Esta situación de vulnerabilidad, sin duda debe ser atendida por el Estado. En este sentido, muchos especialistas sugieren que las criptomonedas deben ser prohibidas. En el 2022, los bancos Galicia y Brubank anunciaron que sus clientes podían acceder a la compra de criptomonedas a través del homebanking. Sin embargo, unos días después de este anuncio, el Banco Central de la República Argentina, salió a aclarar que la actividad ya se encontraba prohibida para los bancos, y las 2 entidades dieron marcha atrás con la medida.
La prohibición no nos llevaría a una situación ideal: el mercado de las criptomonedas pasaría a la clandestinidad, con pocas herramientas de parte del Estado para ser combatido. Y aquellas personas que quieren invertir su dinero en este tipo de activos, quedarían a merced de cualquier tipo de estafa.
La segunda opción es la regulación. Es decir, permitir que el mercado de los criptoactivos se desarrolle, pero bajo un marco regulatorio establecido, invitando a las instituciones formales a ofrecer este tipo de inversiones (BCRA, CNV, etc.), así como brindando una legislación clara para los nuevos jugadores, como las Fintechs.
En ese sentido, una correcta regulación y un compromiso de las instituciones formales favorecerían, no sólo la seguridad para los clientes, si no también darían más transparencia a las operaciones. Esto combatiría los incorrectos usos de la tecnología blockchain (como el lavado de dinero, o las transferencias internacionales de dinero ilegal), y a la vez ayudaría a una correcta fiscalización de estas transacciones evitando así la evasión tributaria.
Por supuesto que esto no impediría que parte de estas inversiones siga canalizándose por canales ilegales, ya que es uno de los grandes atractivos que tienen. Sin embargo, gran parte de las personas que quieren invertir en estos activos, elegirían hacerlo por canales conocidos, seguros y mucho más confiables.
(*) Economista del Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación.
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Monedas corruptas
Por Mario Scorzelli (**)
Hace más de un siglo la mayor preocupación de Lenin era que la revolución se perdiera en discusiones económicas orientadas a mitigar los problemas de los trabajadores. Nuestro líder se sentiría bastante decepcionado al ver que los jóvenes de ahora parecen estar más interesados en discusiones sobre sistemas monetarios que en cosas como la revolución comunista o la música punk. Los noticieros están plagados de información sobre el banco central, la dolarización y la inflación, aunque ocasionalmente tratan sobre alguna criptomoneda que parezca al menos un poco "revolucionaria".
Hoy el mundo es muy diferente a lo que supo ser a principios del siglo XX. El planeta se ha electrificado tanto como alguna vez lo soñó Lenin. Con las criptomonedas el dinero se ha vuelto indistinguible de la electricidad, además, tenemos autos eléctricos y un ejército de satélites orbitando para garantizar el acceso a internet. Pero, mientras vemos grandes avances tecnológicos, no escuchamos ninguna noticia importante sobre el comunismo. Nuestras condiciones materiales ya no son las mismas y ha emergido un nuevo sistema de clases con sus propios conflictos. La propiedad tampoco es lo que era, en algún punto se ha yuxtapuesto con la privacidad y ahora todo parece tratarse de liberar información o vectorizarla.
Al parecer repetir las mismas ideas de Lenin no va a funcionar para resolver nuestros problemas. Quizás deberíamos tener presente que cuando él se enfrentó a la realidad tuvo que dar un par de pasos atrás en su camino revolucionario y admitir que las cuestiones políticas no pueden simplemente extirparse de las económicas. Entonces, podríamos empezar a preguntarnos ¿qué hacer? Ese abordaje funcionalista, genuinamente preocupado por la revolución, nos ayudaría a indagar si las criptomonedas pueden servir para algo y cuál podría ser su rol en una Nueva Política Económica.
¿Podrían servirnos para retirarnos de los mercados internacionales o para ir más rápido en su dirección? No voy a ser yo el encargado de responder esas grandes preguntas. Mis conocimientos de marxismo y economía son bastante vulgares, además, no estoy seguro de considerarme un experto en criptomonedas. De todas maneras, seamos sinceros ¿qué sería exactamente un experto en criptomonedas? Para mí eso suena a algo así como un estafador inescrupuloso que utiliza los clásicos esquemas Ponzi encubierto bajo la retórica de la ideología californiana, o a un liberal tecnófilo que cree haber encontrado la solución técnica para mantener a salvo la propiedad privada y garantizarle un futuro más allá de todos nuestros problemas humanos.
Pero, las criptomonedas no solo han llamado la atención de gente como Cositorto y Maslaton, para nombrar solo dos de nuestros exponentes más populares que bien podrían ser los coloridos representantes locales de figuras oscuras y atrapantes como Elon Musk y Nick Land. Camaradas genuinamente identificados con algún tipo extraño de marxismo como Mark Alizart, Nick Srnicek, McKenzie Wark o Steven Shaviro también manifestaron enérgicamente su interés en el tema y parecen comprometidos con la tarea fundamental de reintroducir una dimensión revolucionaria en las discusiones o, al menos, están dispuestos a amigarse con la tecnología y las ideas de futuro. Tal vez deberíamos seguirlos.
Las criptomonedas prometieron desmantelar el poder de los Estados, pero las instituciones tienen cada vez más poder. La propiedad privada está lejos de abolirse y se está transformando en algo tan absurdo que no sería descabellado verla colapsar por sus propias contradicciones. Lenin nos advirtió algo de esto en una cita que hoy podríamos leer como si se tratara del estribillo de alguna de esas canciones punk que nos hacen falta, quizás así sus palabras suenen mejor: ¡Para destruir al capitalismo hay que corromper su moneda!
(**) Artista.