Uno de los recuerdos más lindos de mi infancia tiene que ver con Madonna: el primer día que escuché una canción de ella, sentí que una corriente se apoderaba de mi cuerpo y solo quería bailar, girar al ritmo de Like a Virgin. Fue tan fuerte el nivel de fanatismo que tengo que confesarles algo: le robé el casette a mi tío Alfredo. Lo negué durante años, pero era obvio que había sido yo. Es que me había impactado tanto, que no me importaba nada: solo quería escucharlo una y otra vez.

Nada en mi vida volvió a ser igual después de conocer a Madonna, todo en ella era súper atractivo y seductor. Algo la distinguía de las cantantes de la época y no eran solo sus canciones: su look, que copiamos hasta el cansancio, ya daba indicios de esa rebeldía que nos mostraría el camino hacia un mundo diferente, diverso e inclusivo. Toda mi vida le voy a agradecer la canción Vogue. ¡Cómo se prendían fuego las maricas con ese tema! Jamás volví a ver algo igual: cada vez que lo ponían en Bunker, parecían poseídas por el demonio del glamour mientras la adoraban repitiendo los pasos icónicos de esa coreografía que quedó inmortalizada en los premios MTV.

Madonna es una de las artistas más influyentes y reconocidas del siglo XX. Es imposible hablar de ella sin mencionar su exitoso recorrido y una carrera de más de 40 años de vigencia en la que cosechó éxitos que ya son clásicos del pop mundial. ¡Es tan poderoso su legado! Además de su música, su compromiso con la libertad de las mujeres y los derechos de las personas LGBTIQ+ fue constante y por eso también es una leyenda. Y todo lo hizo ¡sin redes sociales y sin internet!

¿Habrán notado que la amo? Muchxs últimamente la daban por muerta, le reclamaban que no sacaba nuevos temas, que había sido olvidada. Quienes no estaban muy al tanto de su vida, seguramente esta semana volvieron a saber de ella, ya que en la última entrega de los premios Grammy, fue invitada para entregarle el galardón a la alemana Kim Petras, quien se convirtió en la primera mujer trans en ganar y actuar en esta ceremonia. El discurso de Madonna destacó la valentía y la importancia de la conquista de Petras para la comunidad trans en la industria de la música, sin embargo, poco interpeló a los medios que cubrieron el evento. En cambio, la apariencia de la diva sí resultó ser un dato del que necesariamente había que decir algo. Al día siguiente, los titulares eran capciosos. Si bien destacaban el valor de sus logros artísticos, todos terminaban poniendo el foco en el aspecto: «Madonna siempre va a dar que hablar por su música, sus conciertos o por sus constantes cambios físicos» o «Madonna se convirtió en la protagonista de la noche de los Grammy por sus constantes cambios físicos» son ejemplos de cómo la prensa arrojaba sus dardos solapados hacia el final de la oración.

Realmente no me sorprende. En un mundo binario que sigue viendo a las personas trans como fenómenos, donde las noticias de los tabloides buscan el impacto mediático y los likes sin medir las consecuencias de las heridas generadas, ¿qué es más importante: el logro de la una chica trans o el aspecto físico de una diva de la música de 64 años? Como era de esperar, ella no se quedó callada y duplicó la apuesta: respondió que no pensaba dar ninguna explicación sobre su aspecto físico y reconoció sentirse víctima de la discriminación por la edad y la misoginia que impregnan el mundo en que vivimos.

El tema me produce profundas contradicciones, porque todxs, en mayor o menor grado, somos jueces del cuerpo y no escapamos a esos prejuicios. Cuando nos encontramos con una amiga que no vemos hace mucho, la primera frase muchas veces los deja al descubierto: ¡Qué flaquita!, ¡ese vestido te hace más delgada! Los chats que habitualmente mantenemos con amigxs o familiares muchas veces esconden conversaciones cargadas de prejuicios que brotan amparados por la privacidad.

¿La atacan por ser mujer y grande? ¿Qué les molesta de Madonna: su edad o las cirugías? Probablemente lo que es imperdonable es que no sea discreta a la hora de intentar parecer más joven. Su búsqueda de juventud no es lo suficientemente natural.

¿Madonna es nuestro espejo? Las personas que nos empoderamos con sus luchas tal vez la hayamos convertido en un faro que nos guía a la vejez. ¿No le perdonamos que envejezca de manera natural? ¿Estamos dispuestxs a verla con la cara llena de arrugas y el pelo sin teñir? Quienes le reclaman que no acepte su verdadera edad, ¿se dejarían de teñir el pelo? Yo no lucho contra el paso del tiempo porque sé que es una batalla perdida, pero debo confesarles que odio las canas.

Si aceptamos la vejez es porque sabemos que nadie escapa de ella, pero si nos regalaran el cuadro de Dorian Grey ¿lo rechazaríamos? Yo quiero seguir viendo a Mick Jagger en chupín, a Cher con su negra cabellera, a Madonna con sus extravagantes looks, pero también es cierto que mi mayor deseo es que soltemos los prejuicios, y dejemos que las personas sean libres de vivir sus vidas como les parezca y que cada uno se haga cargo de sus espejos.