Ezequiel Kopel es un periodista y escritor que divide su tiempo entre Medio Oriente y Argentina: ha vivido más de 10 años en Israel, Cisjordania y Egipto. La problemática política de la región es el eje, tanto de su trabajo como de su vida: “Es el objeto de mi interés desde hace 20 años cuando terminé el secundario; lo estudié tanto, que me fui a vivir a Israel para hacerlo mejor”. Para eso aprendió hebreo y entiende árabe. Escribió los libros Medio Oriente, lugar común: siete mitos sobre la región más caliente del mundo (2021) y La disputa por el control de Medio Oriente: un siglo de conflictos, del Imperio Otomano a la actualidad (2022), ambos en editorial Capital Intelectual.
--La palabra terrorista deshumaniza al Otro y lo convierte en exterminable. Esta semántica tiene una alta cuota de etnocentrismo: "el terrorista siempre es el otro". ¿Cómo opera esta narrativa en Israel?
--Acusar de terrorista a cualquier palestino del grupo que sea, haga una operación organizada o un atentado individual contra soldados israelíes dentro de Cisjordania --donde un Estado ocupa a otro hace 56 años-- eso no se puede llamar terrorismo. Terrorismo es atentar contra civiles. Hay una manipulación decidida y pensada del término. Para Israel todo es terrorismo: si un palestino ataca a un soldado o a una colonia que está hace 20 años allí donde se le robó determinada tierra a un palestino, también lo consideran terrorismo. Esto hace que no se pueda comprender las motivaciones del Otro. Ambos lados muchas veces tratan de borrar ciertas aristas o puntos claros del conflicto. Esto invisibiliza todo matiz y hace imposible de solucionar el problema.
--No se trata solo de un conflicto territorial.
--Es un conflicto territorial con una arista religiosa en una misma tierra donde están Tierra Santa y Palestina, según la perspectiva. David Ben Gurión decía en 1938 que era un conflicto netamente político. Cuando se hace un atentado contra civiles como en enero en Jerusalén, considero que ahí sí es terrorismo. Pero al hecho se le borran las aristas. No se dice que fue en Jerusalén Este, en un barrio considerado por la comunidad internacional como un asentamiento ilegal, hecho en el medio de la parte árabe de la ciudad a la cual Israel trata de judaizar. Y hay que ver la manera de usar palabra “judaizar”, o la de “supremacía judía”; este es el lenguaje del Gobierno de Israel.
--Un ejemplo es el barrio Silwan de Jerusalén, históricamente árabe.
--Silwan está a lo pies de la Ciudad Vieja e Israel intenta “judaizarlo”. Lo ha convertido en un enclave usado por una organización del movimiento de las colonias llamada Elad, a la que el Estado le cedió la administración de un lugar arqueológico. Los judíos de Silwan se instalaron allí en 1974 con la excusa de que ahí estaba la ciudad del rey David, lo cual es probable. El gobierno le cedió así ese espacio a uno de los grupos más radicales: no lo administra Parques Nacionales como a cualquier sitio arqueológico israelí, sino una organización privada que busca colonizar el barrio árabe. Silwan es un infierno porque con la excusa de renovar la presencia judía allí, los palestinos pierden el control de más territorio en un sector tradicionalmente de ellos. Pero ¿cómo se cuenta esto? Se dice “los palestinos son asesinos y atacan a judíos en Jerusalén”. La idea es borrar la capacidad de entender el conflicto anulando las motivaciones del otro, aun cuando sus acciones sean criticables. Y creo que la reacción violenta de los palestinos es errada, no les va a aportar nada que no hayan conseguido ya.
--¿Es hoy Israel un estado racista que instaló un sistema de apartheid ya naturalizado tanto por ellos como por Occidente? ¿Hay terrorismo de Estado?
--Yo no diría que un soldado israelí es un terrorista: es un soldado de Estado que realiza acciones por fuera de la legalidad, o condenables bajo el derecho internacional. Hay particularidades del apartheid sudafricano que no pasan en Israel y otras que sí: hay más de 122 permisos de movimiento impuestos a los palestinos. Si algo era conocido del apartheid, era el pase de movimiento a los sudafricanos negros. Pensemos en dos niños de 10 años en la ciudad palestina de Hebron. Uno de ellos es judío y lanza una piedra a un palestino: según la ley israelí, a esa edad no puede ser arrestado. Pero si un niño palestino de la misma ciudad ocupada por Israel le tira una piedra a un judío colono, es arrestado pues está sometido a la ley militar. Son dos sistemas para dos pueblos en el mismo territorio. Podrán decir que ese sistema se estipuló por el tiempo limitado de la ocupación militar. Pero cuando esta se extiende por 56 años, ya es una política permanente.
--¿Por qué de golpe un palestino que nunca hizo nada contra los israelíes ataca en Jerusalén para vengarse de una matanza en Jenin?
--El año 2022 fue el de más palestinos asesinados en Cisjordania desde 2005. Y estamos hablando incluso de asesinatos de niños que tiraban piedras, adultos que recibieron un balazo israelí que les entró en la casa, y militantes palestinos que atentaban contra colonos o soldados. El atentado en Jerusalén no sucedió en un escenario donde no pasaba nada. El ejército de Israel viene haciendo muchas operaciones en Cisjordania que tienen poco que ver con garantizar la seguridad israelí dentro de Israel, y sí mucho con asegurarse su dominio de Cisjordania. Al 27 de enero de este año ya había 30 palestinos muertos, tanto militantes como civiles. En la Primera Intifada en 1987 murieron 21 palestinos en 22 días. Y eso que hoy la Autoridad Palestina está débil y decidió no iniciar una resistencia como en la segunda Intifada de 2000, cuando la OLP comenzó a atacar a Israel. En aquel tiempo los palestinos tenían once fuerzas de seguridad con 43.000 miembros al mando de Arafat. Su derrota armada en la Segunda Intifada los debilitó considerablemente.
--Hay una asimetría abismal desde el momento en que EE.UU. comenzó a armar a Israel hace décadas. Así y todo, no le es posible una victoria solo militar.
--El ejército israelí siempre dice que esta es una guerra que no puede ganar. En el documental The Gatekeepers se entrevistan personas que dedicaron su vida a la seguridad de Israel y subrayan que se pueden hacer operaciones militares para debilitar a los palestinos y obligarlos a ceder, pero no hay forma de que una solución definitiva pueda ser militar, sino diplomática. Pero hoy en Israel, de los seis partidos de la coalición gobernante, cinco son religiosos: dos ultraortoxodos y tres del movimiento colono. Desde la perspectiva palestina, no es posible considerar que Israel esté moderándose, vaya a terminar con la ocupación y cree un Estado palestino. El ministro de Economía es un colono radical del asentamiento de Kedumim: es Betzalel Smotrich, quien dijo que los musulmanes eran bestias. El Jefe de la policía es un radical que aplaudió la matanza de 29 palestinos en una mezquita (era un personaje en los márgenes que ni siquiera hizo el servicio militar obligatorio). El Jefe del Ejército vive en una colonia. Israel está cambiando hacia un país mucho más confrontativo. Comúnmente se denuncia la política de Hamas --una organización religiosa que a mí me parece peligrosa-- pero se olvida de que la plataforma política del Likud --partido que gobernó 30 de los últimos 40 años-- habla de colonizar todo Cisjordania. Por eso desde cada lado es muy fácil apuntar al otro y no verse uno.
--Pareciera que el arco político israelí se corre cada vez más hacia la derecha, superándose a sí mismo.
--La definición de ultraderecha no dice mucho hoy. Sospecho que es un significante vacío. La agenda del gobierno actual que incluye el ataque a la televisión pública, la Corte Suprema, la libertad académica y cultural y las libertades en Cisjordania, es la agenda del movimiento colono, la facción más radical de la sociedad. El término ultraderecha es un comodín no muy claro. Hay distintos tipos de colonos: los seculares económicos que van a vivir una colonia porque es más económico; los ultraortodoxos; los nacional-religiosos. Hace 45 años era imposible que el Ministerio de Economía que ocupó el socialista Pinchas Sapír lo ocupe un colono radical. Y nunca el Jefe de Ejército había sido un colono.
--¿El mundo político occidental le perdona a Israel lo imperdonable por razones geoestratégicas? ¿Siente culpa por el holocausto? ¿Es porque los judíos fueron víctimas de los nazis?
--Creo que el mundo occidental tiene un cargo de conciencia sobre lo que le pasó al pueblo judío y eso se demuestra en la votación de 1947 a favor de la creación del Estado de Israel en la ONU. EE.UU. y la URSS votaron juntos a favor. Pero era un Israel muy distinto; los soviéticos pensaron que acaso Israel podría inclinarse hacia ellos. Los asentamientos en Cisjordania comenzaron en 1967 y 10 años después, había 4500 colonos. Hoy hay 500.000 sin contar Jerusalén Este.
--Al presidente Benjamin Netanyahu se lo ve muy cercano al ultraderechismo mundial: es íntimo amigo de Bolsonaro y Trump.
--Netanyahu es amigo de los dos, pero también es su maestro. Es un creyente del gran Israel con Cisjordania dentro de sus límites. Es hijo de un historiador radical del sionismo. Es un excelente político en términos prácticos. Declaró que estaba a favor de la creación de dos estados para dos pueblos. Ni Yitzhak Rabin ni Ariel Sharon habían dicho eso nunca. Israel se había asegurado que eso no figurara en el papel de los acuerdos de Oslo, aunque lo habían hablado con los palestinos. Oslo era apenas una hoja de ruta que decía que en cinco años se llegaría a un acuerdo final. Allí los palestinos reconocen al Estado de Israel, quien por su parte no reconoce un Estado palestino y solo reconoce a la OLP como el representante de los palestinos para negociar. Netanyahu es un hábil político: su estrategia es rodearse de elementos radicales y luego adoptar la posición de “yo los tranquilizo, soy el mediador”. Eso lo diferenciaba con Trump y Bolsonaro. Ya no.
--Carlos Trotta, argentino de Médicos sin Fronteras, contó que una vez curaba a un niño con quemaduras por un ataque israelí. Al cambiarle los vendajes, lloraba. Y en un momento gritó: “¿No se dan cuenta de que soy un niño?". Trotta sintió que ese era el grito de todos los chicos de Palestina a sus ocupantes. “¿No se dan cuenta de que somos niños?”. Una de las cosas más impresionantes es la insensibilidad del Israel con los niños a los que matan de manera regular desde hace décadas y no solo por “error” o “daño colateral”. Son más de mil. También los encarcelan.
--El año pasado tuvieron una estadística tremenda: 36 niños asesinados en Cisjordania. Tiene que ver con la deshumanización del palestino y la creación del muro en Cisjordania: si no ves al otro lado, es más fácil deshumanizarlos. Mi posición sobre este conflicto se desarrolló en Israel, no a la distancia. Hace 25 años yo tenía acá en Argentina una postura de “centroderecha” que, cuando fui a vivir a Israel, cambió al conocer el lugar, al tomarme un colectivo y bajar en una ciudad palestina o al recorrer los asentamientos. Todo cambia cuando recorres Cisjordania. La insensibilidad tiene que ver con que, desde hace mucho, existe en Israel un muro de silencio. Hay una organización de soldados --“Rompiendo el silencio”-- donde cuentan todas las cosas que les hicieron hacer en Cisjordania. Esto es romper el silencio. La insensibilidad con los niños tiene que ver con eso; brota de esa idea de que “son todos terroristas”. Y si todo palestino es terrorista, también es culpable. Muchos israelíes piensan que el odio contra ellos es milenario y no tiene nada que ver con la ocupación de Cisjordania, ni con el bloqueo de Gaza: es más fácil y tranquilizador pensar que les tiran piedras solo porque son antisemitas, antes que considerar que los odian por haberles colonizado sus tierras y por las acciones violentas de los colonos. Entonces por qué no dispararle a un niño que al crecer va a ser terrorista.
--¿Por qué no es posible criticar al Estado de Israel sin que te acusen de antisemita?
--Hay una intención nada accidental de asociar cualquier crítica a Israel como antisemitismo para cancelarla. Yo no soy antisionista; creo en la existencia del Estado de Israel con fronteras seguras al lado de un Estado árabe. No creo que la solución sea la destrucción de Israel, o un estado único como en Sudáfrica. La gran mayoría de israelíes y palestinos no quiere un Estado único: los palestinos no quieren ser israelíes y viceversa. La realidad hoy es que vamos hacia Estado único de hecho y que es israelí. Pero no creo que sea la solución. Sería perpetuar el conflicto. Hoy tenemos un solo Estado con un pueblo con derechos y otro sin derechos. Así como me parece complicada la idea de negar el derecho a la autodefensa del Estado judío, tampoco creo que una injusticia se salde con otra injusticia.
--Una vez oí a un familiar mío muy formado en ciencias sociales, decir “alguien tiene que pagar por lo que nos hicieron los nazis”, refiriéndose a los palestinos.
--Claro, es que mezclan todo. Hay antisemitas que critican al Estado de Israel. Y hay antisemitas que aprovechan lo que yo escribo. Pero toda crítica a Israel queda cancelada bajo la premisa del antisemitismo. Hay judíos que por razones religiosas no creen que el Estado de Israel sea la solución: son una importante porción de los ultraortodoxos --con quienes no coincido--, quienes creen que ese Estado es una aberración hecha por seculares. ¿Son antisemitas? ¡Claro que no! La idea es cancelar toda crítica y silenciar las voces de judíos disonantes. Algo que aprendí hace mucho es que uno tiene que evaluar todo lo que hace Israel, como si no hubiese antisemitismo. Y uno tiene que luchar contra el antisemitismo, independientemente de lo que haga Israel vis a vis con los palestinos. Ambos extremos te van a querer llevar para su lado y uno tiene que tratar de mantenerse por fuera. Si toda crítica es antisemita, queda cancelada toda crítica. Si todo es antisemitismo, nada es antisemitismo. Por eso inventaron la frase “un judío que se odia a sí mismo”. Yo no creo ser un judío que se odia a sí mismo. Yo quiero a Israel y gran parte de mis amigos son israelíes; tengo familia viviendo allí y no quiero lo peor para Israel. Y lo mejor para Israel es que termine la ocupación. El mayor enemigo de Israel en Medio Oriente no son los iraníes ni los palestinos. Israel tiene las armas para contrarrestar la amenaza iraní; su mayor problema está dentro del país y son sus vertientes internas más extremistas.
--Son por cierto los partidos más votados. La narrativa israelí dice “nos atacan y por eso pasa todo esto”. Semiológicamente están en el lugar de víctimas bajo cualquier circunstancia.
--Hoy ese argumento es una falacia. Israel como Estado ya no es aquel grupo de judíos que vivían en Europa al que un día le sacaron los derechos, lo encerraron en un gueto y lo mataron. Hoy es el Estado más poderoso de Medio Oriente. Si uno se considera una víctima constante y no puede cortar con ese rol, en tanto tal podría hacer cualquier cosa en supuesta defensa. Lo que se busca es embarrar al conflicto, para no comprenderlo. Cuando Israel ocupa todo Cisjordania y lo llena de 130 asentamientos legales y otros 100 no legales --dándoles agua, luz y seguridad, los llamados “Outposts”-- y muda allí al 8 por ciento de su población, a un territorio ocupado militarmente --algo no aceptado por la Convención de Ginebra--, entonces Israel no es la víctima. No es un estado débil sino muy poderoso para hacer eso. Esa falacia borra la explicación del conflicto: se ubica en la idea de ser eterna víctima, reduciéndolo todo a que hay un “malo muy malo” y un “bueno muy bueno”. Para mí eso es un cuento de hadas.
--Todo se reduce al clivaje civilización vs barbarie; civilizados de mentalidad occidental vs bárbaros musulmanes: es la histórica mirada colonial europea, tan naturalizada que el victimario no la puede ver. Al leer los cables de agencias de noticias internacionales y luego compararlos con la información de Al Jazzera, se descubre que las agencias no relataron la historia completa del niño palestino de 13 años que disparó contra dos israelíes en enero. Lo que no se contaba era que el día anterior, a ese niño, el ejército israelí le había matado a un amigo de 16 años.
--No lo sabía. Estoy seguro de que tampoco publicaron que Khairi Alqam, quien mató a siete israelíes el 27 de enero pasado, llevaba el nombre de su abuelo asesinado en 1998 por un colono israelí que no fue condenado.