Este 14 de febrero se celebra el Día Mundial de la Energía, una jornada que busca promover el uso racional de fuentes limpias y renovables, y concientizar sobre el uso sostenible de la energía y los recursos energéticos. Según el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (GEI) -encargado de contabilizar los gases emitidos y absorbidos de la atmósfera durante un año calendario para el territorio argentino-, el 51% de las emisiones de gases contaminantes son producidas por el sector energético, siendo la generación de electricidad uno de los de mayor incidencia dentro del sector. ¿Cómo revertir esta situación?

Esta es una de las preguntas que dio nacimiento en la provincia de Santa Fe, específicamente en la Universidad Nacional de Rafaela (UNRaf), al Proyecto Federal de Eficiencia Energética Universitaria (ProFEE), actualmente compuesto por 22 universidades de 13 provincias distintas. Desde este se busca implementar metodologías y medidas de eficiencia energética en Instituciones de Educación Superior (IES) y, a partir de la construcción de indicadores de desempeño energéticos, evaluar el impacto de su implementación. La pregunta que recorre los encuentros es con qué impacto ambiental se forma a los estudiantes.

La UNRaf brinda sus alternativas y se presenta a nivel nacional como pionera en el desarrollo y formación de profesionales en eficiencia energética. Desde la Diplomatura en Eficiencia Energética y Energías Renovables se propone desarrollar la investigación, contribuyendo al avance científico, tecnológico y social vinculado al territorio, comprometidos con el cuidado del medio ambiente. Y como no basta con decir, sino que también es necesario hacer, la diplomatura se plantea con huella de carbono cero.

En diálogo con Rosario/12 Luis Silva, investigador de Conicet y coordinador de la diplomatura de la UNRaf, contó de qué se trata esta iniciativa que forma a profesionales en eficiencia energética a su vez que reduce al mínimo el impacto ambiental de dicha formación.

-¿Qué es la huella de carbono?

-Lo primero que habría que decir es que toda actividad deja una marca en el planeta, en el ambiente. La huella de carbono es una de las maneras que se ha encontrado para medir esa marca. Se trata de los gases de efecto invernadero (GEI) emitidos -directa o indirectamente- por una persona, una organización o incluso un evento o un producto. Esto se mide en kilos o toneladas de dióxido de carbono equivalente de gases de efecto invernadero. Una vez cuantificado es posible compararlo con otras actividades y, eventualmente, “compensarlo” a través de la generación de energía renovable.

-¿La huella de carbono cero o la neutralidad de carbono, es entonces la posibilidad de compensar esas “marcas”?

-Claro. La neutralidad de carbono implica alcanzar un resultado neto de cero emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). O sea, no quiere decir no emitir gases de efecto invernadero, ya que eso sería imposible porque el hecho mismo de que respiremos genera emisiones de carbono, sino emitir lo menos posible y compensar las emisiones de GEI con sumideros de carbono, es decir con sistemas, naturales o artificiales, que absorban dicho carbono. Los principales sumideros naturales de carbono son el suelo, los bosques y los océanos, que asimilan el carbono atmosférico y lo transforman en oxígeno, contribuyendo a reducir la cantidad de CO2 del aire.

-¿Cómo lograron esto en la Diplomatura de Eficiencia Energética y Energías Renovables?

-Lo primero que se hizo fue cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero que emite la diplomatura. Se determinó que las emisiones directas correspondían al uso de energía eléctrica y las indirectas a la utilización de transporte de los estudiantes y de los docentes para llegar al lugar. Para mitigar las emisiones directas se decidió instalar una planta solar fotovoltaica, que según el consumo y la cuantificación de la huella de carbono del mismo, se determinó que su potencia debía ser de 1,5kw. Con esto logramos que toda la energía que se utiliza para la diplomatura se obtenga al convertir la luz solar en electricidad, empleando una tecnología basada en el efecto fotoeléctrico.

-¿Y para las emisiones indirectas?

-Para las emisiones indirectas, es decir las correspondientes al transporte de estudiantes y docentes, plantamos todos los años 72 árboles que son especies nativas. Este proceso de forestación busca la creación de un bosque nativo, que vendría a funcionar como nuestro sumidero de carbono. Las especies nativas que plantamos son el lapacho amarillo (Handroanthus albus), muy usado como árbol urbano, y el ibirapitá (Peltophorum dubium), que es un árbol que puede alcanzar una altura de 20 a 40 metros. Con estas especies lo que logramos es un pulmón verde que absorbe dióxido de carbono y emite oxígeno, reduciendo los gases de efecto invernadero.

-Se trata de la primera actividad académica en el país que reduce al mínimo el impacto ambiental ¿A qué se debe?

-La novedad en términos académicos podríamos decir, radica en hacerse cargo del impacto que generamos y todas las acciones llevadas adelante tienen como objetivo borrar la huella de carbono de la diplomatura. De esta forma, todas las actividades asociadas a esta propuesta académica no tienen impacto en el ambiente en términos de emisiones de gases de efecto invernadero. Porque si formamos a estudiantes en la eficiencia energética y la sustentabilidad, pensamos que también teníamos que hacerlo de una manera sustentable, poniendo en juego aquello que predicamos y sobre todo, demostrando que es posible.

La diplomatura de posgrado está destinada a profesionales de ciencias de la ingeniería o afines. Este año las inscripciones cierran el 30 de abril y el cursado inicia el viernes 6 de mayo de manera virtual. Para información sobre el proceso de inscripción se puede mandar mail a [email protected].