El 9 de febrero de 1975, unos 1500 soldados, oficiales y suboficiales del Ejército al mando del general Adel Vilas arribaron a Famaillá, en Tucumán. De allí, se extendieron sobre toda la ruta nacional 38, hacia uno y otro lado, con un objetivo: exterminar a un puñado de guerrilleros del PRT-ERP que por entonces se habían emplazado en el monte tucumano, sobre la frontera con Catamarca. Era el comienzo formal del Operativo Independencia, un hecho “crucial” en la historia de la provincia y el país entero que la historiadora tucumana Ana Concha Bocanegra y el antropólogo porteño Santiago Garaño se obsesionaron en reconstruir y analizar. El resultado es el libro Operativo Independencia: geografía, actores y tramas (Edunt), que ambos editaron. “Fue una puesta en escena”, señaló Garaño sobre los hechos iniciados hace 48 años y pocos días, “fue un teatro de operaciones en el que se simuló una guerra para ocultar el verdadero objetivo de implementar un sistema represivo basado en la desaparición forzada de personas y en los centros clandestinos, y que luego extendieron a todo el país”.
Concha Bocanegra es titular de la cátedra de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Tucumán. Hace algunos años, a propósito del comienzo del juicio sobre el Operativo Independencia en la provincia, organizó una charla para hablar con sus alumnos sobre el hecho. Invitó a Garaño, colega y amigo, y a Marta Rondoletto, presidenta del organismo de derechos humanos local Fundación Memorias e Identidades de Tucumán. Al cierre de la charla, Rondoletto dejó un comentario al pasar que se convirtió en idea fuerza, en germen, en obsesión: “El Operativo merece un libro”.
– Ustedes tomaron el guante: ¿por qué hacer un libro del Operativo Independencia?
ACB: – Repasar y reflexionar sobre el Operativo Independencia es reflexionar y pensar sobre qué pasó con Tucumán, cuándo y por qué cambió la historia. Con el Operativo, en la provincia se produce un quiebre, una desestructuración del sistema económico del que no ha podido recuperarse. Ese quiebre económico tuvo sus consecuencias políticas que persisten a través de la disputa de la memoria. La memoria sobre el Operativo Independencia está viva y disputada. Recordemos que en Tucumán (el genocida Antonio) Bussi fue gobernador, que su familia sigue siendo parte del poder local, que sigue teniendo apoyo, en sus discursos constantemente se vuelve a aquel pasado que no termina de pasar. Es un pasado que no pasa, que permanece. Aquí hay calles que siguen llamándose con nombres de personas que fueron perpetradores del Operativo, pueblos enteros fundados con el nombre de "soldados caídos en combate" entre comillas, un amplio sector que sigue avivando esa memoria. Aquí la disputa nunca terminó.
SG: – El objetivo del libro es dar cuenta del proceso histórico, geográfico y político que lo posibilitó y que produjo el Operativo para poder discutir con hechos concretos, con datos formales y chequeados, esa memoria oficial que intentaron construir los militares de que en Tucumán hubo una guerra. Bueno, no: en Tucumán se violaron masivamente los derechos humanos. Fue un lugar de ensayo, de entrenamiento de personal militar. Esa memoria oficial dejó de ser solo militar y pasó al pueblo, dejó una huella muy profunda. En muchos lugares de la provincia conviven varias memorias sobre el mismo sucesos, son memorias incómodas.
Detrás de aquel comentario de Rondoletto, Concha Bocanegra y Garaño organizaron un workshop junto a académicos y académicas, periodistas, operadores judiciales vinculados de alguna u otra forma con la revisión del pasado reciente, militantes de derechos humanos, para revisar trabajos e investigaciones vinculadas al Operativo, repasarlas, comentarlas, debatirlas. De aquel encuentro, surgió un primer esqueleto del libro que, finalmente, acabó reuniendo en casi 500 páginas una treintena de capítulos trabajados por 40 personas, hombres y mujeres en igualdad de representación. La Universidad Nacional de Tucumán a través de su editorial (Edunt) se hizo cargo de su publicación.
– El libro comienza en el proceso de cierre de ingenios azucareros de Tucumán y culmina con la sentencia del juicio por los crímenes de Operativo Independencia, en septiembre de 2017. ¿Por qué decidieron ese recorte?
ACB: – Entendemos que el Operativo Independencia fue el primer paso en el plan sistemático de tortura y exterminio en el país, aquí se comienza a aplicar la desaparición forzada, aquí se instala el primer centro clandestino (Escuelita de Famaillá). Y eso es muy importante en términos locales ya que de alguna manera rompe con una historiografía que por mucho tiempo afirmaba que el terrorismo de Estado surgía a partir del 24 de marzo de 1976. No obstante, el Operativo es un proceso con muchas porosidades, de una cronología amplia. Ubica a Tucumán como parte de un laboratorio represivo que se va a amplificar hacia todo el territorio mostrando que la represión no fue solo urbana, sino también rural y a largo plazo, pero, sobre todo, que tiene una explicación en el cierre de los ingenios azucareros de la dictadura de Onganía, a partir del 66. Entonces, pensar el Operativo nos obliga a ir para adelante, pero también para atrás. No podíamos empezar a contarlo desde allí.
SG: – Y tampoco terminarlo en el fin del Operativo, pues lo que hubo luego, la lucha por la memoria, la verdad y la justicia durante el terrorismo de Estado y la posdictadura, fue fundamental. Decidimos terminar con la sentencia del juicio para dar cuenta de aquello.
– ¿Qué conclusiones pudieron sacar tras la edición del libro sobre el Operativo Independencia?
SG: – Nos quedó clara la importancia que tuvo este Operativo en términos represivos como ensayo del terrorismo de Estado. En Tucumán se hizo una puesta en escena: se simuló una guerra que sirvió para ocultar que en realidad lo que se buscó y se logró fue la implementación de un sistema represivo basado en la desaparición forzada de personas y en los centros clandestinos. Y que para eso fueron fundamentales no solo los decretos de 1975 de aniquilamiento, con los que se da inicio formal al Operativo, sino una movilización de miles y miles de militares de todo el país que se entrenaron en el sur tucumano para actuar allí y también para lo que vendría después. Aquí se pudo montar un escenario de guerra, se fundaron los centros clandestinos de detención, se entrenó a las fuerzas militares, los medios ensayaron cómo justificar ese terror, tal como demuestra la cobertura del operativo que realizaron Clarín y La Opinión, o la revista Gente. Se movilizó el vicariato castrense, que acompañó moral y eclesiásticamente a las tropas destinadas al operativo. Hubo la colaboración de actores empresariales que cedieron predios, como el Ingenio La Fronterita. Uno puede ver en ese sur tucumano, en ese teatro de operaciones, un montón de elementos que luego se van a reiterar a partir del inicio de la dictadura. Uno puede ver allí las formas elementales del terrorismo de Estado que se ensayan ahí y luego se trasladan a todo el país.
ACB: – Que es muy importante mirar localmente los procesos represivos. Y que mirar localmente al Operativo Independencia nos confirma que las víctimas de la dictadura no solo fueron los trabajadores y estudiantes urbanos, sino que en las zonas rurales también las hubo, que la represión en la zonas rurales fue desvastadora y que todavía persiste, pues la gente sigue animándose por primera vez a declarar lo que sufrió. Y que aquella represión tuvo un costado exterminador, pero otro productivo. Una de las estrategias en este sentido fue la construcción de memoria a través de una nueva geografía –Bussi fundó pueblos con nombres vinculados al Operativo–, de un territorio diferente, de nuevas pautas cívicas y culturales.