En la última edición de los Grammys, la colaboración de Kim Petras y Sam Smith se llevó el galardón a la “Mejor Interpretación de Dúo/Grupo Pop”. Fue Petras quién recibió la estatuilla y dio el discurso de agradecimiento, ya que le no binarie Sam Smith veía icónico que lo hiciera Kim y de ese modo se transformara, supuestamente, en la primera mujer trans en ganar tal premio. En su discurso la alemana Petras celebró la visibilidad a la comunidad LGBTIQ+ que dio Madonna y mencionó a las “grandes mujeres trans” que la habían abierto las puertas de esta industria “a patadas”. ¿De quién está hablando? De la lista, sin lugar a dudas la primera que debería ser mencionada es Wendy Carlos, quien ganó tres estatuillas en el año 1970.

A diferencia de Kim, Wendy no disfrutó del apoyo de una comunidad que la celebrara. De hecho, luego de transicionar —ganó la premiación en un momento en el que todavía se identificaba con su nombre anterior— se recluyó y decidió alejarse del ojo público, aunque siguió componiendo en menor medida. Fue una malintencionada entrevista para la revista Playboy la que selló el momento en el que se dio cuenta que no iba a ser fácil ser trans y moverse públicamente en el medio musical, y decidió salvaguardarse de ese dolor.

Sin embargo, su trabajo nunca dejó de ser objeto de fascinación y reconocimiento por parte de grandes críticos e historiadores de la música, pues fue Switched-On Bach —cuya reedición pudo lanzar bajo el nombre Wendy Carlos— el que indiscutiblemente abrió el camino a la música electrónica y al uso de sintetizadores para la creación musical. Este álbum fue una reversión de clásicos de Johann Sebastian Bach a través de un sintetizador y se llevó el premio a Mejor Álbum Clásico, Mejor Interpretación de Música Clásica, Solista o Solistas Instrumentales (Con o Sin Orquesta) y Mejor Ingeniería de Grabación Clásica. De hecho, estuvo nominada en seis categorías.

"En los 60 era muy difícil conseguir que la gente escuche, ni hablar de tomarse en serio, cualquier música que fuese producida de forma electrónica” dijo la propia Wendy Carlos en una entrevista del 2014. “El público general la consideraba vanguardista en el peor sentido de la palabra, absolutamente sin ningún valor positivo o interés comercial. El medio electrónico estaba ya maldito", reflexionaba. Sin embargo, fue el uso de sintetizadores lo que hizo que los soundtracks de las películas La naranja mecánica (1972), El resplandor (1980), de Stanley Kubrick, y Tron (1982), de Steven Lisberger tuvieran ese sonido tan particular y reconocible. 

Wendy Carlos nació en 1939 en el seno de una familia humilde de Rhode Island. Su familia, también apasionada de la música, no tardó en notar su talento: con tan sólo 10 años compuso Trío para clarinete, acordeón y piano, su primera pieza musical. Fue el 1972, justo después de que se lanzara La naranja mecánica, que la artista abrazó su identidad femenina. Se mantuvo en silencio hasta 1979, cuando una entrevista en la revista Playboy la hizo resurgir.

"Tengo miedo, tengo mucho miedo", confesó en aquella nota. "No sé qué efecto tendrá esto, y temo por mis amigos: vamos a convertirnos en blanco de la ira de quienes juzgan lo que he hecho, en términos morales, porque es el mal, y en términos médicos, porque es enfermizo; un asalto al cuerpo humano... También tengo miedo desde el punto de vista musical: puede evitar que me vuelvan a tomar en serio", continuó. Y así fue: en múltiples ocasiones su trabajo fue descartado y la participación en El resplandor o Tron se deben en gran medida a contactos muy estrechos con los directores o productores de esos títulos.

El mismo año en que se publicó esa entrevista, se difundía la obra “The Transsexual Empire” de Janice Raymond, un manifesto del feminismo radical que comparaba la transexualidad con "violar" los cuerpos de las mujeres. Con el aumento de esta literatura transodiante en todo el mundo —con enclaves en EEUU, España, Rusia— es más que importante igualar —y superar— el gesto de Kim Petras al recordar a aquellas que abrieron puertas y dejaron obras maestras, porque indudablemente los discursos de odio seguirán tocando sus conservadoras notas.