“Todo el disco tiene que ver con sensaciones post-pandemia, que tienen una magnificación de lo que uno sentía antes, valoramos cosas que antes nos eran cotidianas: viajar, ir a una milonga”, reflexiona Miguel di Genova. Alma mater de Otros Aires, una de las voces fundantes del movimiento del electrotango, acaba de presentar su flamante disco Qué lindo verte... y prepara para este sábado a las 20.30 una nueva edición de su espectáculo Ratos Luz en la terraza del Edificio Roverano, en Av. de Mayo 560, donde además de interpretar temas de la banda, propone un espectáculo de mapping sobre la arquitectura circundante.

Todo el nuevo disco está dedicado a la recuperada presencialidad, algo que se advierte en los títulos de las canciones: “Voy”, “Otra vez”, por ejemplo. El mismo nombre de la placa refiere a la frase que Di Genova escuchaba con más frecuencia cada vez que pisaba una milonga.

“Muchas veces no busco algo específico en los discos, sino que encuentro una sensación de que ‘es por acá’, por eso siempre digo que la herramienta de composición es la propia vida, no la guitarra, ni el piano, ni la computadora. A mí me detonan ideas cosas que me pasan. Esto de la post-pandemia es claro. Fui a La Viruta en la post-pandemia y todo lo que veía me provocaba hacer un tema. Volver a girar me trajo un montón de sensaciones”, cuenta. 

En el horizonte aparece el libro How music works, de David Byrne, explica. “El tipo decía que uno termina componiendo para la gente del lugar donde toca. Inconscientemente empezás a escribir en función de comunicarte con ese público. Yo empecé a tocar en milongas de todo el mundo y mi discurso empezó a pasar por ahí, por culturas y coyunturas que tienen que ver con eso, y con lo viajes para llegar a eso, incluso las canciones que no son bailables”, plantea el músico. En ese sentido, señala que su música no es programática ni busca “ser” de determinada manera.

En cuanto al show de mapping, tiene que ver con su anterior profesión como arquitecto y unos videos de Jean-Michel Jarre que le volaron la cabeza cuando niño. “El tipo proyectaba cosas en las medianeras de París, en las pirámides de Egipto”, recuerda aún fascinado. “Después, ya dedicado a Otros Aires, hice videoarte, metiendo visuales en la pantalla, y con el tiempo me metí en el mapping, que son proyecciones sobre arquitectura. Eso me cierra de todos lados: trabajé mucho haciendo 3D con Autocad, llegué a dar clases en la UBA. Porque el diseño me apasionaba, pero mi corazón estaba en la música”, rememora. 

En la música encontró una “magia irracional” que la construcción no puede permitirse. “Un edificio por muy creativo que seas se tiene que sostener, no podés volar más allá de lo que la física te permite”, define. Pero el mapping le devolvió todo eso. “Ahí estoy yo, 100 por ciento”.