El cannabis ya no es lo que era. A lo largo del último siglo pasó de ser catalogado por asociaciones religiosas y autoridades como “la planta del diablo” a tener un marco regulatorio para explotar sus múltiples posibilidades medicinales, el signo más visible los cambios en su percepción sociocultural y política. Como un reflejo de ese paradigma surgió, en 2019, el Festival Internacional de Cine Cannábico (FICC), que en su tercera edición en Buenos Aires –a realizarse entre este miércoles y el domingo 26 de manera presencial en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985) y el Complejo Histórico Cultural Manzana de las Luces (Perú 294), siempre con entrada libre y gratuita– presentará una programación con 35 películas (entre videoclips, cortos, medios y largometrajes) provenientes de 16 países, además de actividades paralelas, la mayoría con epicentro en las diversas facetas alrededor de la planta de hojitas con forma de abanico y extremos puntiagudos. Una buena parte de esas producciones, además, podrá verse vía internet a través del sitio Octubre TV entre el 20 de febrero y el 6 de marzo.

Cannabis y otras yerbas


Puede sonar contradictorio que un evento cinematográfico con el término “cannabis” en su nombre tenga películas que no hablen sobre lo que prometen. Sin embargo, en un contexto de mayor aceptación que hace que cada vez menos cabezas se tuerzan ante la noticia del consumo de alguien cercano, el equipo del FICC apuesta este año para ampliar los márgenes de discusión para incluir otras sustancias. “Nos cuestionamos un poco la selección de películas”, cuenta Malena Bystrowicz, programadora y codirectora del festival junto a Alejo Araujo, y detalla: “La inscripción aumentó muchísimo en comparación a las ediciones anteriores. Eso habla del crecimiento del FICC, pero también de esos cambios de mirada en la sociedad y en las leyes. Hoy no es transgresor decir que sos usuario de cannabis, ya sea para uso recreativo y, sobre todo, medicinal: dudo que haya alguien que cuestione que haya personas que lo necesitan para patologías específicas. Hay un montón de batallas ganadas y se abrió un camino en el que va a ser difícil retroceder”.

“Por eso –sigue Bystrowicz– nos preguntamos si tenía sentido seguir hablando de estos temas y pensamos que sí porque nuestro planteo es mucho más profundo. Hablamos del cannabis porque hay mucho por lo que seguir trabajando, pero también de más temas generales como el prohibicionismo, la guerra contra las drogas, que siga habiendo presos por cultivar o que está volviéndose un mercado, lo que hace que sea un negocio para empresas y terratenientes. Hay muchas cosas para seguir charlando: la salud mental, la reducción de daños, el sistema en que vivimos, por qué algunas drogas son legales y otras no.… El cine cannábico es una forma de hablar sobre esas cosas”.

Mateína, de Pablo Abdala y Joaquín Peñagaricano.

Si hasta 2022 había tres secciones englobando la totalidad de las películas (“Activismo cannábico”, “Historias cannábicas” y “Salud”), ahora hay cinco. Una es “Prohibido prohibir”, que incluye películas como la uruguaya Mateína, de Pablo Abdala y Joaquín Peñagaricano, una ficción que transcurre en un futuro cercano en el que está prohibido el mate. “Los protagonistas son un par de dealers que empiezan a hacer negocios con la yerba, se juntan a tomar mate a escondidas...es una road movie que pone de manifiesto el absurdo de prohibir”, afirma la programadora antes de puntualizar en el apartado “Otros viajes”.

“Incorporamos sustancias como hongos, ayahuasca o tabaco. El documental venezolano La danza del cocuy, de Gabriela Fuentes y Yuruami Rodríguez, habla sobre el cocuy, una planta que se parece visualmente al aloe vera y se usa tradicionalmente en los pueblos originarios para hacer una bebida espirituosa. Estuvo prohibida mucho tiempo, pero ahora la ciencia, las universidades y el estado están reconociendo sus propiedades, y permitiendo su uso y producción. Es una historia que tranquilamente podría ser la del cannabis”, compara.

La nueva organización de la programación incluye una sección sobre música, otra llamada “Tierra”, con películas que “hablan sobre cultivo, producción y el vínculo con la tierra, pero también lo que genera la concentración de esas tierras”. La codirectora destaca de este apartado el documental Trimmigrants, de Gustavo Anselmi y David Kohan, “una producción argentina que narra la historia de dos chicos que van a trabajar a una cosecha a California, con toda la fantasía y la idea de aventura, y se encuentran con el lado B: trata de personas, explotación a inmigrantes y sectores vulnerables”. La última sección es “Humos” e incluye producción que giran alrededor del uso recreativo, asociado con el divertimento y el placer.

Humos latinoamericanos

Si bien la programación tiene producciones filmadas en Alemania, Canadá, Portugal, Líbano, Estados Unidos, Finlandia y España, el FICC se nutre mayormente con el cine latinoamericano en general y rioplatense en particular. En ese sentido, prodigan películas de Brasil, Colombia, Venezuela y Perú, además, claro, de la Argentina y Uruguay. “Siempre hacemos una búsqueda especial, sobre todo en Uruguay. En noviembre hacemos el festival allá, así que nos interesa tener mucha presencia de ese país. Es importante que toda la región esté representada esa perspectiva para hablar de esas problemáticas desde América latina”, afirma Bystrowicz.

Entre los largometrajes rioplatenses se destaca La uruguaya, adaptación del libro homónimo de Pedro Mairal a cargo de Ana García Blaya (Las buenas intenciones), que sigue a un escritor porteño (Diego Peretti) que, en medio de una crisis personal y financiera, viaja a Montevideo para cobrar un dinero que le pagaron por escribir una novela y encontrarse con una admiradora veinte años menor que él. También Las cosas donde ya no estaban, de Fabio Vallareli, centrada en dos treintañeros que fueron pareja en la adolescencia y se reencuentran luego de muchos años, y Lunáticos, dirigida por Martín Salinas, una comedia negra disparada por la crisis mundial generada por el anuncio del presidente estadounidense de que se suspende el intercambio comercial con China.

Brasil es otro de los países que hace un aporte central al catálogo, cortesía de varios cortometrajes y un puñado de largos. Entre ellos está Benjamim Zambraia e o autopanóptico, de Felipe Cataldo, cuya trama sigue al muchacho del título, un jovencito alcohólico con graves problemas familiares que termina obsesionándose con una piedra. En el documental Eu no me calo, los realizadores Dellani Lima, Kátia Caliendo y Rafael Morato Zanatto proponen un retrato sobre el activismo cannábico y el movimiento antiprohibicionista en el gigante regional.

Trimmigrants, de Gustavo Anselmi y David Kohan.

Nueva (vieja) normalidad

El debut del FICC en la Argentina fue en febrero de 2020, unas semanas antes del comienzo de los aislamiento sociales y preventivos obligatorios decretados a raíz de la confirmación de los primeros casos de Covid. Ausente en 2021, volvió el año pasado con una edición permeada por las limitaciones de la pandemia. Este año será, entonces, el primer festival realizado bajo la mil veces llamada “nueva normalidad”. ¿Qué implica esto? Por un lado, la programadora pone el foco en varias producciones relacionadas con las distancias sociales y los alcoholes en gel. Como el cortometraje jujeño Mi mundito con monstruos, que podrá verse en el marco de la función de apertura de este miércoles en la Casa Nacional del Bicentenario y presenta una trama centrada en una drag queen perturbada por la rutina del confinamiento que pasa sus mañanas entre cigarrillos, el intento de hacerse un café y la limpieza exhaustiva de su casa, hasta que encuentra un escape fumando marihuana.

Otro corto con esa temática es Cartas de una pandemia – Carta 2, de Ilén Juambeltz, de quien también se verá Dignidad asintomática. “Son cartas audiovisuales que Ilén intercambió con un amor que vivía en Brasil mientras ella estaba en Montevideo durante la cuarentena. La Carta 2, la más cannábica, habla del encierro, de la vida cotidiana, de su intimidad y su universo personal. En un momento empieza a encontrar tucas que había dejado escondidas en la casa para tener una reserva para su salud mental y física. Hay varias películas que destacan lo fundamental que resultó para muchos usar cannabis en esa situación”, dice Bystrowicz.

Ya sin restricciones para viajes, el FICC pudo sumar a su grilla varias actividades con invitados internacionales, quienes en su mayoría coincidirán el sábado 18 en la Casa del Bicentenario para la Jornada de arte. El día comenzará a las 16 con un recorrido por la exposición de 14 cuadros realizados durante la pandemia con distintas técnicas plásticas por la artista chilena Muriel Fuentes Palma, y continuará a las 18 en el auditorio con la proyección de varias fotografías de la argentina radicada en Uruguay Lelén Ruete, cuya obra reflexiona sobre la relación espiritual entre los seres humanos y las plantas, y la analogía entre las dos especies. “Hay fotos de las plantas en estudio, muy trabajadas y con mucho detalle, que ella llama weed-porn", adelanta la programadora.

Más tarde será el turno de una ponencia del escritor, guionista y director Santiago Van Dam acerca del cannabis en el arte, los artistas y el imaginario. “La creatividad, como cualquier trabajo, con los años va afectando tu vida entera: he desarrollado algunas estrategias sencillas para optimizar mi relación con las ideas, las soluciones creativas y las ocurrencias”, afirma el responsable de Ojalá vivas tiempos interesantes. A las 20 está pautada la proyección de Espíritu inquieto, en el que la cantante, productora y directora uruguaya Eli-u Pena –que también dará un concierto– y el realizador Matías Guerrero indagan en la historia del padre de ella, el músico de culto Gustavo “El Príncipe” Pena. La jornada culminará a las 20 con el largometraje Fósforos mojados, de Sebastián Duque, una suerte de Pizza, birra, faso colombiana que sigue a un grupo de jóvenes que planean encerrar al padre de uno de ellos en el baño para robarse el auto y grabar el videoclip de una de sus canciones punk para poder participar en el concierto más importante de la ciudad.

No serán las únicas actividades paralelas del FICC. Este domingo a las 19 la Asociación Mamá Cultiva Argentina dará una charla sobre autogestión de salud en la Casa del Bicentenario, mientras que el miércoles 22 a las 18 la Manzana de las Luces albergará un encuentro centrado en cannabis y gastronomía y comandado por Marcela Ikeda y la especialista en cocina con cáñamo Roxana Ojeda. Un día después, a la misma hora y en el mismo lugar, será el turno de “Cannabis, drogas y derechos humanos” a cargo de la abogada Cinthia Vanesa Hecht y el productor de cannabis jujeño Martín Bertolone. Por último, para el viernes a las 18 están pautados los talleres de cultivo interior y exterior.