“Cuando tenés hijos, lo pensás mil veces. ¿Que iba a hacer? En Alfar nunca denunciamos venta de drogas” fue una de las afirmaciones que este martes Celeste Soledad Tiseira le hizo al Tribunal encargado de averiguar el motivo de la muerte de Lucía Pérez Montero. El testimonio de la vecina, que se centró en muchas de las cosas que sucedían a diario en el barrio Alfar, dio cuenta de la connivencia entre la venta de drogas, la policía y el complejo entramado en los barrios.

La quinta audiencia tuvo como protagonistas a dos testigos para intentar reconstruir qué fue lo que sucedió desde la mañana del sábado 8 de octubre de 2016 hasta el domingo siguiente por la tarde, y qué pasaba en el barrio en relación al consumo y la venta de drogas. Claves en este sentido son los testimonios de estas dos mujeres: Celeste Soledad Tiseira, que en 2016 vivía enfrente de la casa de Matías Farías y Mariana Alicia Almada, quien le alquilaba la casa al acusado y vivía al lado.

Volver al barrio

Antes de comenzar con las preguntas, el fiscal Leandro Arévalo proyectó en la pared de la sala un mapa de Google del barrio Alfar con el objetivo de “orientar los testimonios y el hecho ocurrido en la calle Racedo 4825”. Esa mañana de sábado, según contó Tiseira al Tribunal, su marido estaba arreglando un poste y sus hijos jugaban a lavar el auto. Ella se sentó en un tronco que estaba afuera de la casa y desde allí vio con mucha precisión el momento en el que dos hombres (Offidani y Maciel) llegaban a la casa de Farías. También contó cómo, después de un rato, salieron con el cuerpo de Lucía a cuestas y se fueron en una camioneta: “ 'Lucía, despertate', le decía el muchacho y le daba golpes en la cara. Yo vi todo porque estaba ahí, eso no me lo olvido más, como la había visto tan chiquita la relacioné con mi hija”.

Frente a la pregunta acerca de lo que sucedió una vez que se fue la camioneta, Tiseira relató que se metieron adentro de la casa junto a su marido, Cristian Oliva, quien le dijo de manera muy contundente que se tenía que quedar en el molde: “¿Qué vas a denunciar? ¿A dónde?”. Según Soledad, esa tarde se quedaron especulando y el domingo al mediodía hicieron un asado afuera porque el día estaba lindo y necesitaban distenderse. Pero después de comer, vieron salir a Farías de la casa y jugar con un perro. Después, Tiseira asegura no haber visto nada más: “El domingo a la noche me di cuenta de que algo había pasado, no sé si era por la venta de droga pero algo había pasado” le dijo al Tribunal.

Al llegar su turno, una de las abogadas de la acusación, Verónica Heredia, le señaló a Tiseira la pregunta que le había hecho su marido: “¿Por qué esa pregunta '¿a dónde vas a denunciar?'?”, interrogó Heredia. Teseira hizo una pausa y dijo convencida: “No es la primera vez que vemos cosas en el barrio, gente que vende y también vemos patrulleros en las esquinas en donde también se vende droga. No digo que ese sábado haya pasado eso, pero es algo que se ve”.

Teseira vive en el barrio hace seis años, desde que su hija Sofía empezó octavo grado y como la mayoría de las personas que lo habitan, conoce las reglas. Cuando el viernes 14 de octubre de 2016 le tocó declarar frente a la primera fiscal que tomó la causa, María Isabel Sánchez, Tiseira confesó haber tenido miedo y pidió custodia. En ese momento, uno de los defensores le respondió: “Sí, tenés que tener miedo porque mi defendido es inocente”. Soledad dice que al poco tiempo se mudó de casa.

Después del testimonio de Tiseira llegó el turno de Mariana Almada, vecina y locadora del departamento que alquilaba Matías Farías circunstancialmente. Almada conocía a Juan Pablo Offidani desde que eran chicos porque vivían en el barrio, de grandes se cruzaban como vecinos pero, según ella, no eran amigos ni tenían una relación de intimidad. Con Farías, además de alquilarle la casa, compartieron la noche del viernes 7 de octubre: “Mi ex marido tatuaba y entonces Farías vino a mi casa a que lo tatúe. Mientras ellos estaban haciendo eso, estaba en la cocina y escuchaba lo que hablaban. Farías mostró una foto (que después yo me di cuenta que era la de Lucía) de una chica con la que iba a salir”. Almada recuerda que en aquel momento le dijo a Farías “que no estuviera con la música alta”.

Respecto a la casa que se va a inspeccionar ocularmente el jueves, Almada comentó que ya había tenido problemas para alquilar en el barrio y que no la quería alquilar pero que en ese momento necesitaba la plata: “Lo hice porque venía recomendado por Offidani y era alguien conocido”. El domingo, horas antes de que lo detuvieran, según el testimonio de Almada, Farías fue a la casa a contarle lo que había pasado: “Estaba muy angustiado, ahí tuvimos una charla, me dejó unos bombones, unas facturas y una Cyndor que era lo que según él tenía para desayunar con Lucia. Me contó que había estado con la chica, que habían tenido relaciones sexuales y que había llegado mal a la casa porque había estado consumiendo. Llamó a Offidani y la llevaron a la sala.”, le explicó al Tribunal y agregó: “También vino ese domingo Offidani pero se quedó poco, no le vi nada raro, actuaba como siempre y a mí me llamó la atención que actuara como si no hubiera pasado nada”.

El juicio continúa el miércoles con el testimonio de Daniel Olmos, ex pareja de Almada, y con la intervención de Laureana Malacalza, subsecretaria de Abordaje Integral de las Violencias por Razones de Género que expondrá un marco para la perspectiva de género en el caso.

Luego se realizará a inspección ocular, siete años después, en la calle Racedo 4825 donde ocurrió el hecho.

”Lucía con 23 años, seguro que desde el cielo, desde una nube, desde una paloma, desde una pluma, ella se va a representar con nosotros, se va a anunciar. Estoy segura. En algún lugarcito de esos. Lo siento así y la veo así siempre” dijo Marta Montero durante un acto que se realizó por el cumpleaños de su hija, al mismo tiempo que la audiencia sucedía en el sexto piso de los tribunales.

La campaña Nacional Somos Lucia ocupó bien temprano la esquina de Brown y Tucumán, en pleno centro de Mar del Plata como todos los días durante el juicio. Esta vez, además de acompañar, la intención fue conmemorar una fecha muy importante para Marta y Guillermo: el cumpleaños de su hija.

Durante toda la audiencia se escucharon los tambores, los cantos y la radio abierta, un contraste habitual en procesos judiciales que se desdoblan espacialmente y en donde conviven al mismo tiempo y desde diferentes perspectivas las salas de tribunales, manifestaciones en la calle, los relatos mediáticos y los derroteros familiares. En esa multiplicidad espacial gravitan contradicciones, deseo de justicia, dolor, acompañamientos feministas y ansias profundas de que estas cosas no vuelvan a pasar.

“Todas las que hemos pasado por esto, sabemos que son ellas las que nos vienen a manifestar. Es así, seremos locas, no lo sé. Pero déjenme vivir en la locura, déjenme por lo menos seguir amando a mi hija y a todas las que nos han llevado”, concluyó la madre de Lucía Pérez Montero.