“Quiero seguir viviendo, aun después de mi muerte”, escribió Annelies Marie Frank a su amiga imaginaria Kitty, en abril de 1944, desde el escondite de Prinsengracht 263, en Amsterdam, donde se ocultaba de la persecución nazi junto a su familia. “Al escribir me libero de todo, mi pesar desaparece y mi valor renace. Pero –he ahí la cuestión primordial–, ¿seré alguna vez capaz de escribir algo importante; podré ser algún día periodista o escritora? Confío en que sí. ¡Oh, cómo lo deseo! Pues, al escribir, puedo concretarlo todo: mis pensamientos, mi idealismo, mis fantasías”, auguraba esta adolescente de 14 años, preocupada entonces por una “novelita”, Cady’s Leben (La vida de Cady), que no podía terminar. Cuatro meses después, los escondidos fueron delatados y detenidos el 4 de agosto. Annelies fue trasladada en tren desde Westerbork –campo de concentración en el noreste de los Países Bajos– hacia Auschwitz. Luego sería enviada a Bergen-Belsen, donde murió de tifus en marzo de 1945, poco antes de la liberación. El Diario de Ana Frank –cuya primera edición se publicó en 1947 con el título Het Achterhuis (La casa de atrás)– se convertirá en novela gráfica gracias a la adaptación que realizó el cineasta israelí Ari Folman y el ilustrador David Polonsky. El libro lo lanzará Penguin Random House en octubre y después se estrenará una película con la versión “más fidedigna” de uno de los documentos “más fascinantes y estremecedores de la literatura”, que ofrece “un punto de vista único a la barbarie más atroz de la historia de la humanidad”.
Este proyecto conjunto de novela gráfica y película pertenece a la Fundación Ana Frank con sede en Basilea (Suiza), creada por Otto Frank, el padre de Ana, en 1963. Folman y Polonsky ya habían trabajado juntos en el film de animación documental Vals con Bashir (2008), premiada con el Globo de Oro a la mejor película en lengua no inglesa, con el César a la mejor película extranjera y nominada al Oscar. Esta dupla creativa intentará aportar una nueva dimensión a los escritos de Ana Frank durante los dos años en los que permaneció escondida de los nazis con su familia: su padre Otto, el único sobreviviente, su madre Edith Hollander y su hermana Margot. Compartió el mismo escondite con Fritz Pfeffer, un dentista judío al que Ana dio el nombre de Albert Dussel en su Diario; y la familia Van Pels, integrada por Hermann y Auguste Van Pels y el hijo de ambos, Peter. El mejor regalo posible para una adolescente que soñaba con ser escritora fue un diario. Ana recibió el obsequio –un cuaderno a cuadros rojos y blancos– y lo empezó a escribir el 14 de junio de 1942, dos días después de que cumplió 13 años. Las semanas siguientes se refirió a sus compañeros de clase y lo que acontecía en el Liceo Judío, así como las escasas diversiones a las que aún tenían acceso los niños judíos. A comienzos de julio de ese año, su hermana Margot, de dieciséis años, recibió una citación para “ir a trabajar a Alemania”. Los Frank pasaron entonces a la clandestinidad y se instalaron en el refugio acondicionado en las plantas superiores de la “casa de atrás” de Prinsengracht 263.
La última anotación registrada en el Diario es del 1° de agosto de 1944, tres días antes de que la familia fuera descubierta. “Podríamos cerrar los ojos ante toda esta miseria, pero pensamos en los que nos eran queridos, y para los cuales tememos lo peor, sin poder socorrerlos. En mi cama bien abrigada me siento menos que nada cuando pienso en las amigas que más quería, arrancadas de sus hogares y caídas a este infierno”, advertía Ana. “Me da miedo el cavilar que aquellos que estaban tan próximos a mí se hallen ahora en manos de los verdugos más crueles del mundo. Por la única razón de que son judíos”. Miep Gies, una de las mujeres que ayudaron a la familia Frank, le entregó a Otto el cuaderno de su hija que había encontrado en el escondite. El original del diario fue revisado y corregido por el padre, quien suprimió algunos pasajes, sobre todo aquellos en los que Ana se refería críticamente a sus progenitores, como también partes que contenían detalles más íntimos de la sexualidad de la autora. El libro, publicado por primera vez en 1947, se convirtió en uno de los testimonios más conocidos en el mundo entero; fue un best seller en Israel, Estados Unidos y Gran Bretaña, y llegó a vender más de 350 millones de ejemplares. En 1986 se publicó la primera edición crítica del Diario en la que se comparaba el original con las modificaciones paternas. Pero en 1988 aparecieron cinco páginas nuevas del cuaderno de Ana Frank que Otto le habría entregado a Cornelius Suijk –antiguo director de la Fundación– poco antes de su muerte en 1980, y que finalmente se incorporaron en la edición definitiva partir de 2001.
Las palabras de Ana resuenan como el eco de la escritora que no pudo ser: “¿Por qué hay hombres que sufren hambre, mientras en otras partes del mundo los alimentos se pudren en el lugar porque sobran? ¡Oh! ¿Por qué los hombres han enloquecido así? Jamás creeré que únicamente los hombres poderosos, los gobernantes y los capitalistas sean responsables de la guerra. No. El hombre de la calle se alegra también mucho en hacerla. Si no, los pueblos hace rato que se habrían rebelado. Los hombres han nacido con el instinto de destruir, de masacrar, de asesinar y de devorar; hasta que toda la humanidad, sin excepción, no sufra un enorme cambio, la guerra imperará; las reconstrucciones, las tierras cultivadas serán nuevamente destruidas, y la humanidad no tendrá más que volver a empezar”.