No estoy seguro, pero lo que sí recuerdo es que acomodé todas las cosas a conciencia. Como no quiero saturar el pequeño baúl de mi coche, distribuí todas mis cosas, en parte en la mochila, algunas en la matera y las que no, en la mariconera que compré en España: no puedo ni pensar que no haya puesto un short de baño, habiendo sí, puesto la zunga.

Quiere decir que yo tenía razón. Deberíamos haber venido con mi auto que tiene el baúl más grande. Entonces, podrías usar un bolso para poner la ropa, incluido el short, la matera para el mate, porque por algo se llama así, y, a la hora de olvidarse algo, te dejabas la mariconera que nadie entiende para qué sirve. También, puestos a olvidar, alguna vez podrías dejar sin querer la zunga que compraste hace 20 años en Brasil.

Guío mi automóvil compacto por la carretera que el sol ilumina como si no fuese en medio del verano. Recuerdo que las especificaciones técnicas dicen que la cajuela, que para nosotros es el baúl, tiene una capacidad de 200 litros. Considerando que he tenido que cargar una caja conteniendo seis por tres cuartos litros, o sea alrededor de cinco litros, pero a esto hay que sumarle la caja y las botellas, no me extrañaría que se trate de siete u ocho litros, y esto es un poco menos que el volumen que ocupa cada uno de sus dos pares de sandalias, con lo que redondeamos una ocupación de veinticinco litros, antes de poner el equipaje. Ahora entiendo por qué las aerolíneas low cost no te dejan viajar con tu pareja y su equipaje. Y eso que sólo estoy contando el volumen y no la cantidad de bultos. La zunga es de buena calidad. Está como nueva.

Puede que parezca que llevo muchas cosas. Sin embargo, en comparación con las que podría trasladar, realmente son muy pocas. Tal vez, a simple vista, dé otra sensación, pero eso pasa porque yo no me olvido nada. Hay que agradecer al cielo y, tal vez también, a la Virgen de Itatí, el hecho de que vos dejes la mitad de las cosas arriba de la mesa del comedor y luego se te haga imposible recordar trasladarlas al auto. Alabados sean esos extraños mecanismos que te guían a la madrugada antes de salir a la ruta, sino es que realmente no sé cómo haríamos. Además, no te quejes porque la vuelta va a ser peor. ¿Ves esa valijita que puse en el asiento de atrás? Está vacía con un bolso adentro, también vacío. Así no tengo que comprar otros para llenarlos de las porquerías que iré adquiriendo, muy de a poco, durante las vacaciones. Por otra parte, no es que mis cosas sean grandes sino que tu baúl es demasiado pequeño. Motivo por el cual hemos llegado a un límite y no queda otra que elegir: si llevamos la zunga, hay que bajar el short de baño.

¿Para qué traer un short de baño si se puede usar este mismo bermudas con la zunga, que está impecable incluso después de dieciocho años de uso, y dos remeras, camisetas, de esas básicas, que vienen enrolladas y ocupan menos espacio que un rimel para pestañas Artez Westerley? ¿Es necesario agregar algo más al equipaje cuando sólo te vas veinte días de vacaciones? Con dos calzones y dos shores, uno de vestir y otro de playa, yo te digo que alcanza. El gobierno debería prohibir todo viaje de más de diez kilómetros con más de dos remeras y una chomba, además de los shores. ¡Viva tienda Los Gallegos! Pero de una y otra forma, no creo que pueda llegar a comprar algo que no quepa en el bolsillo derecho, todo lo demás es superfluo y, como toda la vida moderna, carente de sentido y de beneficio espiritual.

¿El último libro de Osho lo trajiste? ¡Beneficio espiritual, dice el tipo! Llegar a esta edad para escuchar tantas boludeces. Vos, como la RAE dice que se dice “bermudas” (así, en plural), te negás a decir “bermuda” (así, en singular, como hace la gente de bien). Y así vamos: con la “cajuela” sin espacio porque está llena de todas las eses que trajiste por las dudas. Para hablar seguís las reglas de los españoles y para lavar la ropa la de los ingleses que hace poco confesaron que lavan los pantalones de jean una vez al año. Si es que los lavan. ¿O pensás llevar a la lavandería alguna de las dos bermudas (ahora sí en plural) en algún momento? ¿Y si hace frío? ¿Y si llueve? ¿Y si se te mancha algo?

Habrás visto que traigo puesto un jean recién lavado, impecable. Ese es mi secreto para el veraneo. La caja que decía antes, por otra parte, viaja en el baúl envuelta en mi chamarra de cuero, la que compré en DF, para amortiguar barquinazos, y de yapa, puede servir contra la lluvia y el frío si -Dios no lo permita- esto pasara. ¿Al mate lo trajiste vos?

El mate lo tenías que traer vos (llena la matera de otras yerbas, pero no pone el mate). ¡Te hice la lista! ¿Trajiste la lista? También te la olvidaste. La historia de mi vida: hacer listas que todos olvidan. ¿Y la Victorinox? ¿Te acordaste? Todo lo demás, como siempre, lo traigo conmigo. Incluidas las toallas para la playa, las sillitas, el barrenador, el protector solar y la conservadora con hielo y bebidas frías. Listo, podemos arrancar el viaje. ¿Ya te persignaste?