Una chica encuentra compilaciones de videos porno en los que aparece su cara. Ese rostro le pertenece, pero la actriz que sale en las filmaciones es un híbrido: tiene otra voz, otros cuerpos. Ella nunca actuó en esos videos que mira horrorizada. Como ella, miles de mujeres se encuentran a sí mismas dentro de grabaciones porno en las que nunca actuaron.
Las siglas “IA” hacen referencia a “inteligencia artificial”. Son sistemas o combinaciones de algoritmos que imitan la inteligencia humana a partir de información recopilada. La tecnología usada para emular esos falsos videos porno se denomina deepfake, una forma de uso de las IA para manipular en videos, fotos o audios ya existentes, con resultados que pueden ser de un realismo alarmante.
Pero también existen inteligencias artificiales que producen ilustraciones, guiones de series, remixes de pinturas, poemas creados a partir de tweets, covers de canciones que recrean la voz exacta de artistas que jamas en su vida entonaron esos versos, infinitas re-versiones de cuadros famosísimos como La Noche Estrellada de Van Gogh.
A medida que proliferan las inteligencias artificiales, se abren posibilidades nuevas, infinitas. Un caso extremo fue “Nothing, forever”, una recreación de la icónica sitcom Seinfeld generada a partir de una inteligencia artificial. El guión no solo se basaba en la serie original, sino también en el feedback que su público le daba al programa. Durante tres meses, el título se transmitió ininterrumpidamente en el canal de Twitch de sus creadores -una serie que, a diferencia de la original, no se terminaría nunca-, hasta que fue censurada por los chistes transfóbicos y homofóbicos que comenzaron a plagar sus episodios.
Los algoritmos de las IAs pueden crear imágenes o videos combinando y modificando las imágenes que almacenan en sus bibliotecas de datos. Una IA podría, por ejemplo, crear desde cero la imagen de una flor basándose en miles de fotografías ya existentes de flores. DALL-E Mini , una de las que más ha circulado en las redes sociales, es un sistema que permite crear imágenes a partir de descripciones que pueden ser muy simples como, por ejemplo, “imagen de un atardecer”. Pero su algoritmo, que considera 12 millones de parámetros, también habilita la materialización de ideas tan delirantes como Darth Vader saludando a maradona, Elon Musk comiéndose un Tesla, Mickey Mouse paseando por la 9 de Julio o Cristina Kirchner encontrándose con alienígenas.
Las críticas a estas nuevas maneras de producir obras se relacionan con la creación de un “arte” donde está ausente la sensibilidad humana, un futuro de “plagio” automatizado, y, además, la cuestión del copyright: las IAs son programadas a partir de bancos de imágenes que recopilan, por ejemplo, toneladas de pinturas o ilustraciones, pero no hay un crédito a esas obras en el resultado final. De la misma forma, podría argumentarse que estos mismos procesos aparecen en el arte creado por humanos, donde décadas existe la noción del “pastiche” -la imitación y la fusión de elementos ya existentes en obras anteriores-. Otras personas se limitan a rechazar la existencia de un arte carente de emocionalidad humana. ¿Podemos hablar de una sensibilidad cyborg?
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QTCinderella es una streamer estadounidense de 28 años con más de ochocientos mil seguidores en su canal de Twitch. Su contenido, más que nada, está orientado a los gameplays de videojuegos. En su transmisión del 6 de febrero, rompe en llanto contando que es la nueva celebridad virtual víctima de los videos porno deepfake. Dice que se siente violada, y que, cada vez que entra a internet, se ve a sí misma desnuda en un cuerpo que ni siquiera es el suyo.
Los depfake son videos, imágenes o audios que imitan la voz o la apariencia de una persona. De esa manera, la cara de cualquiera podría insertarse en un video ya existente. El resultado es tan realista que la operación es casi imperceptible, incluso para los algoritmos.
En otro rincón de internet, cuatro chicas rubias posan sonrientes en lencería. Es una típica imagen promocional de Onlyfans, la plataforma que miles de personas -en su mayoría mujeres- usan para vender contenido erotico alrededor del mundo.
A primera vista, la imagen no es inquietante. Con un poco de zoom, una observación minuciosa, aparecen detalles monstruosos: a una de las modelos le sobra una mano, con la que agarra de la cintura a una de sus compañeras. En otras fotos similares, una chica sostiene el celular con cuatro dedos mutantes que se conectan entre sí, los cuerpos se contorsionan de maneras que quizás no resulten inhumanas pero, como mínimo, llaman la atención.
Las imágenes de modelos creadas por inteligencias artificiales se multiplican en Twitter. Si se estudian detenidamente, las proporciones de las modelos pueden parecer extrañas, pero son lo suficientemente verosímiles como para pasar como personas reales en futuras cuentas falsas de Onlyfans, reemplazando los trabajos de las creadoras de contenido humanas.
En respuesta a las fotos, los hombres opinan: hay quienes admiten que serían capaces de pagar por fotos como esas, critican el vello pubico de esas chicas moldeadas virtualmente, hacen comentarios sobre el tamaño de sus tetas, alguien incluso especula que “para el año 2025, más de la mitad de las cuentas exitosas de Onlyfans van a ser modelos generadas por inteligencias artificiales manejadas por hombres”.
Pero las trabajadoras sexuales también opinan: dicen que siempre hubo una mirada masculina crítica de la “falsedad” en la belleza de las mujeres, las cirugías faciales, el maquillaje, los filtros. Mientras algunas opinan que las cuentas falsas existen y ellas todavía tienen suscriptores, otras dicen que hay muchos consumidores de Onlyfans que preferirían comprar contenido de mujeres creadas artificialmente por otros hombres que darle su dinero a chicas reales.
Los mismos avances tecnológicos que abren puertas a la creatividad y a la innovación, a la vez habilitan nuevas maneras de hostigamiento y apropiación de los cuerpos de las mujeres. Todo eso está en discusión mientras las modelos mutantes siguen sonriendo, abrazadas, con manos en la cabeza, en todo el esplendor siniestro de su erotismo alienígena.
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