Este 14 de febrero, el día de San Valentín, la festividad importada que año tras año le sube el precio al andar emparejadx, los elogios públicos al amor romántico estuvieron casi igualados en cantidad, tiempo de pantalla y circulación con aquellos otros que festejan las formas de la soltería. Algo similar sucede con la efeméride del Día de lxs enamoradxs en sí: fue noticia, en la categoría de curiosidades, apenas un poco más que el Día de lxs solterxs, que, como muchas personas se acaban de enterar, se celebra cada 13 de febrero.
Pop para divertirse
El amor a unx mismx es parte de esa conversación, y tiene un significado que para cada cual encontrará su curso en medio de un tironeo: por un lado los discursos de la autoayuda y variantes de individualismo new age, pero también por los feminismos. Y un pequeño aporte a esa pelea por los símbolos sin duda viene de la mano de estrellas del pop anglo como Shakira, Miley Cyrus y Taylor Swift, por nombrar solamente a algunas de las que por estos días lideran listas de reproducción en Spotify.
No es que sea algo completamente nuevo. Quizás la pionera en los himnos más empoderados del pop sea Madonna. Aunque en su primer disco la hoy Reina indiscutida le avisaba a su chongo que ella lo quería mucho, pero que dejara de tomarle el pelo porque you just keep on pushing my love over the borderline, su irrupción en la escena musical con un vestido de novia blanco e impoluto que ella usaba para revolcarse orgásmica por el suelo le dijo al mundo entero que muy lindo todo, pero que ella estaba para más.
Desde luego que Madonna le ha cantado al amor (incluso al desamor con canciones como “She is not me”), pero desde un lugar: el de mujer poderosa que se pone primero (don’t go for second best, baby) no se disculpa por lo que hace o siente. Un modo de conducta que sostiene hasta hoy: basta con ver las respuestas que hizo públicas tras las críticas que recibió por su apariencia en los últimos Grammy, cuando presentó a Sam Smith y Kim Petras, la primera mujer trans que cantó en la ceremonia. “Nunca me he disculpado por ninguna de las decisiones creativas que tomé ni por la forma en que me veo o me visto y no voy a empezar ahora”, sentenció.
Pop para vengarse: el tema del verano
Music Sessions #53, de Shakira y Bizarrap, fue uno de los más ruidosos temas de conversación de principios de enero pero también, para mucha gente, un himno revanchista, un elogio al despecho y una manera poco elegante de expresar su tristeza que encima habría hecho de Shakira una feminista en falta...
Pero si la fórmula de convertir el dolor del fin del amor en obra es una de las operaciones más frecuentes en toda la historia de la música, ¿qué es lo que desató semejante nivel de estruendo ahora? ¿Haber dejado al aire la chequera: explicitado que se desquita y mientras factura? ¿Dar nombre y apellido de lxs implicadxs con juegos de palabras que parecen rimas para chicxs? ¿Disfrutar fríamente de la venganza? Fue criticada sobre todo por la falta de sororidad que supondrían los versos dedicados a la nueva pareja de su ex marido y por el gesto de haber dejado los trapitos a tal grado en carne viva.
Incluso hubo quien arriesgó que la verdadera clave del éxito de la canción reside en su alto contenido misógino, solapado detrás de las contraseñas de autosuperación, autoelogio y resurrección. Se dijo también que expresar lo que considera su valor apelando a objetos de lujo como una Ferrari o un Rolex no es el tipo de actitud que se esperaría de una loba como ella.
Sea por lo que sea, el tema de cómo hacer del desengaño un producto cultural redituable está en auge y quizás sea ese el tema del verano. Así lo demuestra la novela de Nora Ephron, que se encuentra entre los títulos más vendidos en las grandes cadenas de librerías en estos días. Se acabó el pastel (Anagrama), de la guionista de Cuando Harry conoció a Sally, Sintonía de amor y Tienes un e-mail, es uno de los grandes, más memorables y más graciosos antecedentes de esa táctica -que obviamente no inventó Shakira- de hacer del despecho no sólo casi un guiño para la hinchada sino también una oportunidad de lucro. En él la periodista y escritora norteamericana da algunas recetas de cómo salir con el pecho inflado de una ruptura monumental. Siempre que, como en el caso de la colombiana y de la misma Ephron, se tenga una cuenta de banco que acompañe.
Pop para provocar: Miley Cyrus se relame
Miley Cyrus musicaliza el verano 2023 con otra melodía en clave feminista. En “Flowers”, el primer corte de difusión del disco Endless Summer Vacation -que sale el próximo 10 de marzo y que la cantante describió como “una carta de amor a Los Ángeles”- y que ocupa el puesto número 1 como la canción más escuchada en Spotify. Ahí Miley se muestra entera, paseando por la calle y por su mansión con outfits coquetos y sensuales, recuperada de un divorcio con quien fuera su novio (con idas y vueltas) desde la adolescencia Disney de Hannah Montana. Ella no necesita que otrx le compre flores, que le dé la mano ni que escriba su nombre en la arena rodeado de corazoncitos. Ella puede sola y si alguien más se suma, bienvenidx.
No es la primera vez que Miley escribe acerca de cómo Liam Hemsworth -más conocido como “el hermano de Thor”- le rompió el corazón. En 2013, la artista lanzó “Wrecking ball” con un videoclip que la mostraba llorosa, con el pelo cortísimo que dejaba atrás su tradicional melena, con tatuajes y en bolas encima de otra bola: la de demolición para decirle fuck you a su ex. Los medios ya contaban los segundos para ver cuándo se rapaba a cero y amenazaba a un paparazzi con un paraguas para anunciar nuevamente el ocaso de una pop star.
Pero al contrario de lo que sucedió con Britney a partir de 2007, Miley volvió siempre más fuerte con o sin una supuesta media naranja. Su cambio de look solo marcó su entrada a una etapa más rockera, a una modificación en su registro de voz y un estilo que profundizó en Younger Now y perfeccionó en Plastic Hearts, donde avisaba desde el primer tema que había seguido adelante y que “ni siquiera te extraño”.
A horas de San Valentín, la cantante celebró en su cuenta de Instagram que el éxito de “Flowers” ya lleva un mes y dijo que en vísperas del Día de lxs Enamoradxs “esta canción se siente más significativa para mí”. “Espero que este día esté lleno de la dicha de honrar el amor en todas sus formas. Querer darlo y recibirlo es parte de la naturaleza humana. Compartir tu amor es especial, pero siempre es importante guardarte un poco de amor para vos mismx. VOS sos suficiente y cualquier otra cosa solo es un extra”.
Su carrera podría leerse como un manual sobre cómo comprender y apoderarse de las expectativas del público para luego desestabilizarlas. Su nombre es inseparable de todo aquello que se proyecta en ella desde su adolescencia (e incluso antes, como hija de la figura de la música country Billy Ray Cyrus). A lo largo del arco que va desde que se transformó de ídola de la TV infantil a gran agitadora y lengua larga del pop a principios de la década de 2010, pasando por una especie de caricatura postpunk y una activista queer y antiespecista, ha sido calificada como excesiva, desesperada, voluble, insensible, inmadura, y hasta poco dotada para el baile, críticas que nunca se ha molestado en contrarrestar. Al contrario, Miley se vuelve más Miley ante cada señalamiento, y con eso despierta todavía más interés, y factura. Flowers se inscribe en esta cadena de gestos de provocación.
Pop para reinventarse: la versión de Swift
¿En qué se parece un disco de Taylor Swift a una obra de Andy Warhol o a un libro de Pablo Katchadjian? La historia que responde esa pregunta tiene todo que ver con la bandera de amor propio que flamea hoy más que nunca en el corazón del pop. Los hechos que convirtieron a Taylor en una artista conceptual involuntaria detonaron en 2019 y empiezan a cerrarse recién ahora, una vez concretada la venganza contra los captores de sus canciones con un gesto a la altura de una bienal.
Taylor no es una despechá y alocá al estilo de, por nombrar otro hit, Rosalía. Sino una que ejercita el amor propio, ya no ante el vaivén de la vida en pareja(s), sino ante el sexismo de la industria musical.
Y así lo demuestra esta historia: Taylor grabó sus primeros trabajos con un pequeño sello discográfico de Nashville, la ciudad donde pasó su adolescencia, llamado Big Machine, del empresario Scott Borchetta. Pocos años después, Taylor firmó un contrato con un sello más grande, Republic Records. Pero a medida que se fue volviendo más conocida, sus temas anteriores, que eran propiedad de Borchetta, fueron aumentando su valor. Eso llevó a Swift a intentar comprar sus originales. Pero en lugar de poner una cifra, Borchetta le ofreció un trato que era prácticamente una cama: ella podría rescatar sus originales si volvía con Big Machine, y por cada nuevo disco que grabara con ellos, recuperaría los derechos sobre uno de sus temas originales. Era un trato abusivo que Swift no aceptó. Y entonces, Borchetta se vengó vendiendo Big Machine, y los seis discos de Taylor, a Scooter Braun, un manager que había manejado la carrera de su archienemigo Kanye West.
Swift tenía un historial terrible con Scooter Braun, a quien había denunciado por acoso y extorsión, entre otros delitos. Toda su discografía fue vendida a inversionistas sin su consentimiento. Su primera reacción fue pedirles a sus fans que boicotearan su música "antigua".
Y la segunda fue salir del laberinto por arriba: se le ocurrió volver a grabar sus seis discos, nombrando a cada tema como "versión de Taylor". Porque no había ningún elemento legal que le impidiera grabar todo de nuevo, nota por nota, y registrarlo como lo que es: su propio trabajo. Estas nuevas versiones no están pensadas para rediseñar ni mejorar su música. Sino para reemplazar a los originales y, así, hacer caer su valor. Un contragolpe que obviamente solo puede llevar adelante alguien con los recursos de Swift: tiempo y dinero, pero también sentido de la justicia.
A contrapelo de la narrativa del amor romántico, como sinónimo entre otros elementos de dependencia emocional, que desde siempre moldeó las letras de las canciones de las estrellas del pop, hoy esas mismas celebridades avivan en sus letras el placer de andar sueltxs.