a Martín Castro in memóriam

¿Cuál es la operación del doble? El que escribe siempre está empezando a escribir, ante la página en blanco es siempre un debutante, no sabe qué hacer y para no caer en la desolación, inmerso, hundido en su incompetencia o minusvalía algunos encuentran en el doble que imaginan, que se les aparece como esos amigos imaginarios, copartícipes secretos, un brazo amigo. Aquí me permito puntualizar la figura del doble en dos textos de Freud, en Lo siniestro (1919) y en El Humor (1927). En el texto del 19, el doble es una figura atroz, se presenta en la vida anímica primero como protector y luego como “siniestro mensajero de la muerte”, es decir que se despliega de la mano de la propia destrucción. Considerando el tratamiento del superyó en El Humor es posible, vale la pena arriesgar, articular esta instancia con la figura del doble, en razón del concepto de semblante. Freud presenta en este texto una versión distinta del superyó. Momento clave porque esa instancia, la que comenzó siendo devastadora, se vuelve un recurso que ya no le permite al yo insuflarse en su propia desgracia. La inversión se produce por el desplazamiento de los acentos, desde el yo hacia el superyó. Desde este nuevo lugar de enunciación, se constituye la actitud del humorista.

Haciendo una intromisión literaria, consideremos un ejemplo de la función del doble en la escritura tal como lo desarrolla Ricardo Piglia en Los diarios de Emilio Renzi cuando se aboca al diario (¿cómo su propio doble?) de Cesare Pavese, El oficio de vivir. La técnica de Pavese, escribe Piglia, consiste en jugar a desdoblarse, en hablar de sí mismo en segunda persona. Con este proceder, el texto hace las veces de un espejo donde se trata de convencer al “otro”. Un efecto de “confesión helada”, el aire de manual del perfecto suicida. “Relato vacío”, “Relato donde sólo se registra el pensamiento (de la muerte)” afirma Piglia, para largar su abreviada y contundente tesis, a modo de aforismo, “Pavese escribe el diario para postergar el suicidio”. La descripción que hace Piglia del doble en la escritura de Pavese es luminosa: “En este sentido, el trabajo con el doble es, como siempre, un modo de conjurar la muerte”.

El oficio de vivir es un texto límite, sigo con Piglia, porque el empuje que lo atraviesa es el de estar muerto, pero a la vez, paradójicamente, poder escribir sobre esa muerte, a través del doble. La escritura en Pavese es implacable, era su única y última defensa: “Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”, fue lo último que escribe. Por medio del doble se arma la escena de la escritura, que es la vida misma. Al cesar esa escena, sobreviene el suicidio.

El analista es el doble en la experiencia analítica, el otro que le va a permitir al analizante trasferir su carga libidinal y en consecuencia sostenerse en la escena de la vida. De esta manera, el fantasma entrará a jugar su partida, única chance de poder desarmarlo, para hacer otra cosa con lo que queda.

Enrique Vila-Matas(1) afirma que escribir es dejar de ser escritor. Me gusta descubrir que tal acción se lleva a cabo cuando se escribe como si uno fuera otro, con el brazo del doble que cada uno puede hacer jugar en su partida, escribir es instalar un decir despojándose de la hinchazón de ser alguien… Escribo, entonces dejo de ser, al mismo tiempo que juego con las palabras que hacen sus travesuras y no dejan de traerme una contrariedad por vez.

(1)Vila-Matas, Enrique. “Escribir es dejar de ser escritor” en El viento ligero en Parma. Ed. Sexto Piso, Madrid, 2008.

*Psicoanalista. Anticipo del libro Pasajes de escritura. De lo privado a lo público. (En preparación). El Espejo ediciones.