El hombre que mató a la joven policía Maribel Zalazar será indagado este jueves por el juez Martín Peluso. Recién después se le hará un estudio psiquiátrico más profundo, porque Oscar Valdez gritaba “yo soy el jefe, yo ya gané”, frases inconexas que hacen presumir que tuvo un brote psicótico. Sin embargo, por las declaraciones de sus familiares, el individuo, que nació en Paraguay, no tiene antecedentes psiquiátricos, lo que no quita para nada que lo haya sufrido en Retiro. Por supuesto afronta una imputación gravísima: homicidio doblemente calificado por el uso de arma y por tener como víctima a una agente policial. En un primer estudio que se le hizo a Valdez se determinó que se ubica en tiempo y espacio, por lo cual -dicen en Tribunales- es apto para ser indagado.
En el allanamiento que el magistrado encabezó en la noche del martes en el Barrio 31 no se encontró nada. Sólo documentación.
Está claro que Valdez venía teniendo un problema en una pierna y tomó el subte para ir a la casa de una tía en la que guardaba el DNI. La familiar, además, le iba a dar dinero para ir al médico. Según parece, venía con una mujer, pero eso el juez no lo tiene claro. En todo caso, no era su pareja.
Cómo fue el ataque a la policía en Retiro
En ese marco, bajó del vagón del subte, pidió ayuda porque le dolía la pierna. Intervinieron dos empleados de seguridad privada que, luego, le pidieron asistencia a Maribel, a la que conocían bien porque solía estar en el andén.
El hombre ya tenía un comportamiento extraño, porque se puso contra la pared con las manos levantadas y la pierna doblada, como si lo quisieran detener. No obstante, le trajeron una silla. Y luego una camilla. En ese momento es que parece haber explotado.
Cuando la policía se agachó a asistirlo, quedó a mano la cartuchera. Valdez le sustrajo el arma que, para colmo, no tenía el seguro puesto y casi seguro una bala ya en la recámara.
Ni bien se produjo la sustracción, Maribel se le tiró encima y él disparó dos veces estando cuerpo a cuerpo. Por eso no sirvió la protección del chaleco antibala.
Según la autopsia, uno de esos disparos le ingresó por el cuello y le salió por la espalda. En su recorrido el proyectil le atravesó pulmón y pleura, lo que le produjo una hemorragia muy rápida.
Hasta ahora, tampoco está claro por qué Zalazar estaba sola y actuó sola, en lugar de integrar una dupla en la que un uniformado respalda al otro.
La maniobra política del macrismo
Toda la polémica alrededor de las pistolas Taser es sólo una maniobra política defensiva de Juntos por el Cambio. El macrismo encargó 60 armas de esa marca, por lo cual es evidente que una mujer policía no la hubiera tenido en el andén.
La fuerza porteña tiene 31.900 efectivos -cinco veces más que el promedio nacional por habitante- y la cantidad exigua de Taser hubiera estado en manos de integrantes de fuerzas especiales, que actúan en tomas de rehenes, secuestros y allanamientos complicados. Es más, la Policía Federal tiene Taser y sólo se usaron en allanamientos y no contra personas sino contra perros que aparecían como muy agresivos.
Hoy por hoy, las 60 Taser porteñas están en un litigio judicial. En el expediente intervino el juez en lo Contencioso Administrativo, Pablo Cayssials, uno de los pasajeros del vuelo a Lago Escondido.
Desde ese fuero intimaron al Gobierno nacional a que defina la situación de esas armas, bloqueadas por la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMC). El organismo depende del ministro de Justicia, Martín Soria. Y todo lo que pidió la ANMC para definir las cosas es que la Ciudad presente un protocolo de uso. El Gobierno porteño no lo hizo hasta ahora, según señalan en la cartera de Soria. Ahora, otro magistrado del mismo fuero, Walter Correa, le pidió a la ANMC que defina la situación.
En cualquier caso, en Retiro no se hubiera usado ninguna Taser. Apenas uno de cada 531 policías de la Ciudad tendría una Taser. Y no sería en un andén, en un episodio que duró unos instantes, sino que el arma estaría en manos de una fuerza especial de intervención en situaciones de crisis.