Cerca de la marca de los veinte minutos de proyección de A Little Love Package, en el extremo superior derecho de la imagen, una clásica cue mark aparece y desaparece de la pantalla en cuestión de milisegundos. Corren tiempos digitales y ya no es necesario avisarle al proyectorista con signos visuales que el cambio de rollo se acerca, por lo que el gesto sólo puede leerse como un saludo a los tiempos analógicos de un pasado no tan remoto. Sin embargo, el nombre familiar con el que se conocen esas señales en los fotogramas de antaño, “quemaduras de cigarrillo” –por su forma circular de bordes irregulares–, aporta una pista adicional para entenderlo como guiño. Es que el quinto largometraje del argentino Gastón Solnicki, director de títulos como Papirosen, Süden y Kékszakállú, tuvo un origen coyuntural preciso: la prohibición en los bares de Viena de fumar puertas adentro. La caída del último bastión europeo para los fumadores de café se le presentó a Solnicki como la clausura definitiva de una era, en una ciudad que lo cautivó hasta transformarse casi en su segundo hogar espiritual (su amistad con el fallecido exdirector del Festival de Cine de Viena, Hans Hurch, dibuja la silueta central de su película inmediatamente anterior, Introduzione all'oscuro). “Hasta ahora nadie me había mencionado eso. Efectivamente es un chiste interno, pero al mismo tiempo tiene que ver con el nacimiento de la película, con esas últimas horas de legalidad para fumar adentro de los bares. Me parecía que el nombre de ese objeto extraño que separaba los actos cuando se proyectaba en fílmico reafirma un poco cierta correspondencia circular que a mí me estimula”.

A Little Love Package (así, en inglés, el idioma que más se escucha en la película, aunque no el único) estará presentándose durante todo el mes de marzo en Malba Cine, y está protagonizada por Carmen Chaplin, una de las nietas del gran comediante y cineasta británico, y la griega Angeliki Papoulia, que muchos lectores recordarán por su rol de hermana mayor en Dogtooth, la ópera prima de su coterráneo Yorgos Lanthimos.

“Filmamos en dos bares durante las últimas tres o cuatro horas de humo legal en los cafés vieneses, justo antes del comienzo de la pandemia. Fue en noviembre de 2019”. Pero A Little Love Package, más allá de ese comienzo documental que regresa antes de los títulos de cierre, no gira exclusivamente alrededor del cigarrillo y los dedos que los sostienen, abriéndose a una serie de viñetas protagonizadas por dos mujeres, una de ellas ansiosa por comprar un buen departamento en la ciudad, la otra un poco cansada de ofrecerle diferentes opciones y toparse siempre con el rechazo. Amén de otros personajes que circulan por locales, calles y pisos de la capital austríaca, objetos y oficios, bares y museos, antes de dejar ese grisáceo otoño por un luminoso paraje de Málaga. Como ocurre desde hace tiempo en los films de Solnicki, la película cruza constantemente los límites entre el documental, la ficción y el ensayo, abrazando una manera poco convencional de hacer cine, alejada de los estándares más rígidos de la producción audiovisual contemporánea. “Un amigo escritor con quien he trabajado mucho, Sebastián Martínez Daniell, me dijo una vez que el proceso creativo de mis películas parte siempre de un estado gaseoso. El tipo de escritura más lineal, en mi caso, quedó muy malherido desde los años escolares. Creo que lo que hay es un rechazo a la idea de hacer las cosas como se supone que deben hacerse. Estoy intentando escribir un guion desde hace muchos años, y creo que todas mis películas parten de ese intento. Así aparecen estas películas, que tienen una forma de producción muy curiosa. Lo que se ha afianzado es el concepto de no estar atado a una idea, de no salir a filmar para comprobar algo que pienso, sino de hacer algo que para mí tiene que ver con la música, con la polifonía y el contrapunto. La idea de que hay muchas cosas cuya relación no es tan evidente y que durante el proceso de filmar y de editar adquieren una lógica”. En ese sentido, el gran director de fotografía portugués Rui Poças, responsable de las imágenes de películas como Zama, de Lucrecia Martel, y Tabú, de Miguel Gomes, fue para el realizador un compañero de ruta indispensable durante el rodaje. “Rui es increíblemente sagitariano, intuitivo y sin miedo a la hora de tirarse a la pileta sin saber si hay agua”.

UNA GRIEGA EN VIENA

“Un argentino, un portugués, una griega y Carmen Chaplin entran a un bar…”. Así podría arrancar un clásico chiste verbal, con remate ofensivo o no, pero en realidad describe bastante bien la sensación que se tiene al comienzo de A Little Love Package. ¿Hacia dónde irá la película? ¿Habrá un relato en el sentido que se le suele adjudicar al término? ¿Hay alguna tradición en la cual pueda enmarcarse el sistema formal del film? No hay un Gran Tema que atraviese el film y, sin embargo, se habla de dinero en varios momentos. En otros se lo ve en primer plano. Se lo cuenta, billete a billete, se lo apoya sobre la mesa y pasa de mano en mano. En otra escena, se discute sobre quién pone la plata para tal cosa u otra. Para Solnicki, “el dinero es una cuestión que sigue siendo uno de los grandes tabúes. Hay muchas estructuras de pensamiento que se organizan con mayor o menor precisión alrededor de la plata. Hay mucha gente que con estas películas vienesas… directamente las anulan, porque consideran que retratan el primer mundo o a la alta cultura, y que por eso es una película burguesa. Algo parecido a cuando se piensa que ciertas películas que tratan sobre la política son por esa razón políticas. A mí me interesan los gestos, las emociones con las cuales se hacen las cosas. Pero es un tema el del dinero. En Papirosen hay una escena muy shakespeariana, cuando mi padre se entera de que mi abuela tenía mucha plata ahorrada que le pasaba a su hermano menor. El dinero es todo un tema, que sobrevuela sobre una de las protagonistas. Es también una inquietud que tiene que ver, en varios aspectos, con cómo se hacen las películas. Todos sabemos que es muy difícil financiar un film así, sin guion previo. Mis películas no nacen de una hipótesis dura que se presenta a los posibles financistas y luego se filma y se edita, sino de una serie de intuiciones”. ¿Por qué Viena? Más allá de razones personales y de las casualidades que suelen aparecer en la vida, la ciudad es “la capital cultural de los antepasados de toda mi familia, judíos nómades que estuvieron ahí no sé cuántos siglos, comiendo papas y cebollas. Son cuestiones que me conectan mucho con el judaísmo de esa zona: cierta gestualidad, cierto tipo de caras, el idioma. Y las guerras, claro”.

“Un trabajo en el cual no estás obligado a seguir un dogma tiene sus dificultades, pero al mismo tiempo te da mucha libertad”, afirma el director. La secuencia andaluza que ocupa el último tercio de metraje tuvo su génesis en la expansión narrativa de la película, que se fue dando de manera natural. “Lo más difícil fue mover a la gente y los equipos durante el rodaje, que fue hecho cuando las cuarentenas obligatorias impedían hacerlo con facilidad”. Gastón Solnicki conoció a Carmen Chaplin en Nueva York cuando este vivió un tiempo en esa ciudad, hace unos veinte años. “Nos hicimos amigos y con ella realizamos mi cortometraje de tesis. Con el tiempo perdimos un poco el rastro del otro, en parte porque su familia es bastante más nómade que la mía. Sus padres viven en un lugar cerca de Málaga, donde filmamos toda la última parte, una región a la que suelen llamar ‘la Miami de Málaga’. Siempre admiré al padre de Carmen, Michael Chaplin, por una película que hizo con su padre, Un rey en Nueva York (1957). Es una película hermosa y muy triste que dirigió cuando lo echaron de los Estados Unidos. Era una fantasía poder conocerlo. Y ni hablar de poder hacer algo con él”. El personaje de Carmen originalmente no tenía un lugar tan central en A Little Love Package, pero el realizador reconoce que tanto ella como su hija, sus sobrinos y sus padres, que aparecen en pantalla en varias secuencias, “poseen algo que no sé si es genético, cultural o qué, pero todos tienen una capacidad performática y expresiva notable. Un instinto cinematográfico increíble, sobre todo en una estructura basada en lo espontáneo y la improvisación, como es mi forma de trabajar. Así fue como su personaje ganó un volumen enorme”. En cuanto a Angeliki Papoulia, la clienta insatisfecha que no termina de decidirse por un departamento (todos son bellísimos, dicho sea de paso, reliquias vivientes de la Viena del siglo XIX y comienzos del XX), Solnicki recuerda que estuvo en un jurado en el Festival de Karlovy Vary que la tenía también a ella como miembro. “Se dio una amistad inmediata. Curiosamente, ella no tiene nada que ver con el personaje: es alegre, risueña, encantadora. Ni ella puede creer como logró esa cara amarga que tiene todo el tiempo en la película. Creo que en parte está relacionado con el contexto del rodaje. Un momento triste, oscuro. Aunque en la película no se vean barbijos ni se hable de la guerra, fue filmada durante un período de la humanidad que sólo el tiempo permitirá que se lo pueda describir en toda su dimensión”.

ENCUENTROS CERCANOS

Misteriosa, juguetona, enigmática pero nunca críptica, abierta a varias interpretaciones, visualmente bella, A Little Love Package –que además cuenta con una narración esporádica, por momentos fantasmal, del escritor nacido en México Mario Bellatín– registra encuentros de personas en lugares públicos (en un bar se juega al mini bowling, en otro se discute el punto exacto de hervor del huevo pasado por agua). Tal vez se trate de un anhelo de los tiempos prepandémicos, que durante muchos meses se transformaron en un paisaje del pasado, sin saber si alguna vez volverían. Como en Kékszakállú, aquí también la cámara se detiene sobre los procesos inherentes a ciertos oficios, en este caso tradicionales: la fabricación de zapatos a medida, la paciencia necesaria para estacionar hormas de queso, la exquisita variedad de bombones de una chocolatería centenaria encerradas en una coqueta cajita (¿será ese el “pequeño paquete de amor” del título?). O tal vez sea un reflejo consciente o inconsciente de una manera de hacer cine alejada de la producción en serie, atada a formalidades y presupuestos aprobados por directivos e inversores. “No creo que Netflix vaya a destruir el cine. Soy un optimista, en ese sentido. Creo que lo artesanal, lo hecho a mano, aquello que tiene una forma única, se señala como un valor. La práctica de películas más artesanales, pequeñas, tiene más vigencia que nunca”.