El vicejefe de Gabinete Gustavo Lopetegui (foto) acusó a los productores de peras y manzanas de “no producir la fruta que pide el mercado” y los invitó a “una reconversión productiva”. Frente a los graves problemas históricos de rentabilidad sectorial, que se profundizaron desde diciembre de 2015, el funcionario sugirió a los chacareros en crisis “usar el ingenio para bajar los costos”.
Las declaraciones, formuladas nada menos que por el hombre del gobierno nacional que se ocupa de la economía regional, causaron zozobra y ofensa entre los productores. Sobran las razones. Se trata de la reproducción acrítica de los argumentos del capital exportador para pagar por la fruta precios inferiores a los costos de producción, una situación que se agravó en los últimos años frente a la completa ausencia de los Estados nacional y provincial en la relación comercial. Alberto Weretilneck, gobernador de Río Negro, la provincia donde se produce más del 85 por ciento de las peras y manzanas, afirmó que su política es “no meterse en el negocio entre privados”.
Los dichos de Lopetegui reflejan también que la metodología de los funcionarios para las regiones no consiste en estudiar los problemas específicos, sino en la mera consulta al capital concentrado local. El conductor de hecho de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI) también dueño de la principal firma comercializadora-exportadora Patagonian Fruit Trade, Hugo Osvaldo Sánchez, suele encontrarse con Mauricio Macri en sus ya tradicionales visitas a Villa la Angostura, sobre la costa neuquina del Nahuel Huapi, donde el empresario posee un yate que está siempre a disposición de la familia presidencial.
Las declaraciones de uno de los segundos de Marcos Peña contienen un componente de verdad parcial. El circuito frutícola tiene, dentro de las fronteras nacionales, dos actores polares, los chacareros independientes y el capital empacador-comercializador, poseedor de activos estratégicos –plantas de empaque, frigoríficos e infraestructura de comercialización– que le otorgan gran poder en la fijación del precio pagado al productor primario. En la práctica este “sistema de comercialización en falsa consignación” significó que históricamente los chacareros recibieron precios inferiores a los costos de producción, situación que se tradujo en un deterioro progresivo y sostenido de las cantidades y calidades producidas. En contrapartida, el capital comercializador se integró verticalmente de arriba hacia abajo, alquilando y comprando la tierra de los productores empobrecidos, para producir de manera directa la fruta de mayor calidad demandada por los mercados más exigentes. Si bien se registraron cambios en las relaciones de propiedad, el proceso no alcanzó para salvar el circuito, que perdió relevancia en el hemisférico sur como proveedor de los mercados europeos de altos precios. La pérdida de calidad de la fruta llevó a mercados menos exigentes, como el ruso y el norte de África, aunque esta última región no se abasteció este año.
Durante la primera década del siglo, el principal reclamo sectorial fue la eliminación de retenciones y, desde mediados de los 2000, la mejora del tipo de cambio. Lo notable es que los chacareros tuvieron durante todo el período los mismos reclamos que los exportadores, medidas sin incidencia real en los precios recibidos en la primera venta. Con la llegada de la administración Cambiemos se accedió finalmente a las viejas demandas: se produjo una potente devaluación y se eliminaron retenciones. Como las relaciones de poder en el mercado permitían prever, los precios en pesos nominales recibidos por los chacareros independiente no mejoraron, lo que significó la continuidad de los procesos de degradación del circuito, con expulsión de actores y concentración del capital, pero con resultado netos negativo en el agregado, es decir con caída en las cantidades y calidades de la producción. Tanto en 2016 como en lo que va de 2017 se registraron fuertes caídas en las exportaciones. En 2016 se exportaron 306.943 toneladas de peras, una baja interanual del 8 por ciento y 87.709 toneladas de manzanas, una merma del 17 por ciento. En los primeros cinco meses de 2017, en tanto, se registran caídas del 12 por ciento en peras y un impresionante 27 por ciento en manzanas. Nótese que son caídas contra caídas.
El número de chacareros pasó de más de 15.000 en la etapa de auge del circuito a menos de 1000 en la actualidad. A los pocos empobrecidos que quedan el gobierno les dice que su fruta no sirve, que deben reconvertirse y ser creativos en bajar costos. La realidad es que es un milagro que todavía subsistan. El dato duro es que con el actual esquema de comercialización cualquier nueva inversión de los chacareros sería no sólo imposible y, además, no rentable. Frente a este escenario Cambiemos asume las demandas del capital exportador: préstamos baratos para que la reconversión de las chacras ahora en manos de las empresas, las únicas que pueden calificar para créditos.