Cuando Vetusta Morla aterrizó en Ezeiza para presentarse el viernes en el Complejo Art Media (Buenos Aires) y el domingo en el festival Cosquín Rock (Córdoba), la crisis hospitalaria que sacudé a Madrid, su ciudad, tomó tintes cinematográficos. En especial tras el discurso de Eulalia Ramón, pareja de Carlos Saura, durante el homenaje que le brindaron los premios Goya al recientemente fallecido cineasta. En sus dichos, la compañera del director de Cría cuervos y Carmen agradeció al personal médico que lo cuidó, e hizo una sugerente crítica a la polémica y mediática presidenta de la Comunidad Autónoma, Isabel Díaz Ayuso. Pero parece que la política no la entendió, porque en sus redes sociales lo tomó como un cumplido a su gestión. “Al final, todos quieren relevancia”, lamenta Jorge González, percusionista de la banda española. “En Madrid pasan otras cosas que no reflejan los titulares. Cada vez hay más música maravillosa, por ejemplo. Pero los músicos estamos desconcertados por la falta de oportunidades que tenemos. Se nos banaliza”.
-A veces existe la sensación de que la música dejó de comprometerse con esta época.
-Nosotros, que tenemos 45 años, venimos de un mundo distinto al de los chavales de 20 o 22 años, entonces la forma de medir las cosas es diferente. Conozco artistas a los que les va muy bien en Spotify pero nunca dieron un concierto en su vida, lo que me llevó a preguntarme de qué va esto. Ahora la facilidad tecnológica hace que alguien hable del mundo desde la habitación de su casa. Eso no quita que haya propuestas interesantes. Las redes sociales son herramientas increíbles que están muy mal usadas y desaprovechadas. Llegamos a ellas ya estando maduros, por lo que nos plantamos ante las cosas con menos inseguridades.
-Pese a lo que contás, parece que supieron adaptarse a estos tiempos. O al menos es lo que evidencian los featurings de su último disco, Bailando hasta el apagón, entre los que está Wos. ¿Cómo se dio ese encuentro?
-Yo no lo llamo “featuring”, para mí siguien siendo colaboraciones. Lo de Wos se dio por nuestro agente en Madrid, quien tiene relación con el suyo en Buenos Aires. Nos dijeron que le gustaba Vetusta y en uno de sus conciertos en Madrid lo fuimos a ver. Después coincidimos en algún festival y así se construyó el vínculo hasta su participación en el disco.
Publicado en diciembre último, Bailando hasta el apagón es lo nuevo de Vetusta Morla, amén de su segundo álbum en vivo. Grabado en junio pasado en el estadio Wanda (del Atlético de Madrid), este trabajo no sólo recorre la obra del sexteto a lo largo de dos horas, sino que también refleja la potencia de su performance. Justo ese último rasgo es lo que cautivó al público argentino, que los adoptó instaneamente. Suerte que le fue esquiva a otros artistas españoles de música indie, surgidos a comienzos de este siglo, que también se probaron en el país. “Hay una cosa que me he dado cuenta con el paso del tiempo, y que me sucede en la Argentina, Colombia o México, que son a los países latinoamericanos que más hemos sido: si no tienes la pulsión del lugar, es muy difícil opinar”, reflexiona González. “Así que el riesgo y el esfuerzo siempre es mayor si lo comparamos con España, que es una nación pequeña”.
-A muy pocos artistas de habla hispana les sucede que su convocatoria sea similar a donde quiera que vayan.
-No hubo ninguna estrategia al respecto. El deseo de compartir nuestra música es lo que nos alimenta. La verdad es que no sé por qué en la Argentina calamos y nos fue mejor que a otros artistas españoles. Cada vez que fuimos para allá lo hicimos de manera austera, aunque esa actitud no mermó en nuestro afán de crecer.
-A ustedes les pasó en la Argentina algo similar a Héroes del Silencio: tuvieron la suerte de toparse con un nicho diferente al de su país, lo que derivó en que se produjera una traducción muy local de su música.
-Es reconfortante sacarse las etiquetas. Supongo que lo que nos pasó en la Argentina tuvo que ver con el desarrollo de Internet, al margen de lo que sucede con las grandes disqueras. A pesar del apoyo que recibimos de la industria musical, siempre hicimos las cosas por nuestra cuenta. De manera independiente, como nos apetece hacerla. Si no, sería una cuestión racional y económica. Nosotros confiamos en la piel y la sensibilidad. Creo que las nuevas generaciones nos ayudaron a encontrar ese camino. Por eso les estamos muy agradecidos, porque rompieron barreras. Los puedes ver en un concierto de un artista indie como Bon Iver y más a la noche se van bailar reggaetón. Esa apertura es beneficiosa para todos.
-En 2021, el grupo de punk femenino y feminista madrileño Shego dijo en una nota que la música española seguía siendo machista y que el cambio que se vivía en la escena era mínimo porque ustedes aún eran cabeza de cartel de los festival. ¿Qué opinás al respecto?
-Que tienen razón. Si bien venimos de un mundo machista, antes lo era todavía más. Pero hoy es evidente el proceso de transformación. Hay que ser conscientes de que dentro de la industria las mujeres están poco representadas. Cuando Vetusta Morla sale de gira, somos alrededor de 14 personas en el staff, del que una o dos son mujeres. En la parte técnica realmente hay pocas mujeres trabajando. Espero que muy pronto haya más sonidistas y monitoristas, ya no sólo músicas o cantantes. No tengo dudas de que eso ayudará a crecer a la industria.
-Este año cumplen un cuarto de siglo como banda. ¿Pensás que los cambios que atravesó la sociedad en todo este tiempo afectó su manera de componer canciones?
-Ha habido un poco de todo. O sea, cada disco estuvo envuelto en circunstancias diferentes, lo que nos llevó a plantear formas distintas al momento de hacer canciones. Desde que sacamos el disco Un día en el mundo (2008) hasta Cable a tierra (2021), decidimos dedicarnos a la música de manera profesional. Eso nos sensibilizó tanto con el desarrollo de la tecnología como con los fenómenos sociales. Ahora los procesos para componer son más rápidos y eso nos da la opción para probar nuevas cosas. Y la pandemia los apuró aún más. Nos ayudó a desarrollar otro tipo de cualidades.
-Ahora que mencionás Cable a tierra, el repertorio del disco lo abren con el tema “Puñalada trapera”. ¿En qué está inspirado?
-Un padre a un hijo le enseña cosas, lo mismo que un vecino a otro. Los actos tienen un valor e influyen. La trascendencia en eso que das, en eso que haces. En la música es muy obvio: haces una canción, tú desapareces y ahí queda en el mundo. El disco trata sobre el proceso previo al nacimiento. La canción que mencionas se basó en un conflicto real que hubo entre unos traperos y otra gente, en la que un trapero le clavó un puñal a alguien que estaba con esa otra gente.
-Hablaste recién de la trascendencia del artista. ¿Qué tan difícil es llevar un proyecto grupal como el suyo?
-Nuestro problema no es tan reflexivo sino que pasa por la toma de decisiones, porque somos seis. Hoy tenemos una vida hecha que nos llevó a alejarnos más, así que intentamos tomar decisiones con las que estemos a gusto y que nos dejen tranquilos. En general, el presente me parece muy interesante, pero la gente joven está tan metida en él, seguramente por las redes sociales y por la necesidad de estar en el momento, que no registra el pasado. A nosotros lo que nos salva es la experiencia y la edad. Sabemos que todo esto pasará y que las cosas van a seguir.