Además de ser un músico de extraordinario vuelo, Sebastián Volco parece observar con tacto y tino a la humanidad. Hubiese sido imposible, de otra forma, que se le haya ocurrido un título tan contundente para su nuevo disco: El avance implacable de la estupidez. “Es que la estupidez parece ser un virus que crece sigiloso sin que nadie se dé realmente cuenta de cómo va contaminando a la actividad humana”, justifica este multiinstrumentista, pianista y compositor argentino que hace diez años vive en Francia, pero que jamás deja de volver sobre su patria para mostrarse tal cuál es, a través de sus músicas. Esta vez lo hará en Hasta Trilce (Maza 177), este viernes 17 de febrero a las 21, secundado por Mariano Malamud en viola, Luciano Giambastiani en clarinete bajo, Pat Coria en voces, y Pablo Della Maggiora en percusiones. Volco meterá magia en piano, sampler, bajos moog y demás sintetizadores.

La excusa puntual de la nueva visita pasa justamente por presentar el disco de implacable nombre, cuya particularidad -además- consiste de músicas conceptuales, subdividas en cinco capítulos. El primero de ellos poblado por tres piezas de alto voltaje lisérgico: "News Are Entertainment" ("Las noticias son entretenimiento"), "Daydreaming" ("Soñar despierto") y "Sleepwalker at Work" ("Sonámbulo en el trabajo"). “Lo que originalmente iba a ser un simple show de piano solo se transformó en un espectáculo súper rico con trabajo de iluminación, escenografía y sobre todo una banda de ensueño que se armó casi de manera mágica para esta ocasión”, se entusiasma el creador de la Orquesta Metafísica, ante la loca amalgama sonora que se apresta mostrar.

“Pese a que en la industria musical se decidió que ya nadie tiene la capacidad de sentarse a escuchar un álbum entero, la idea del álbum de música me parece fantástica”, expresa el ex Fantasmagoria sobre su disco en pleno desarrollo, al que considera complejo, energético y sustancioso. “Si consigo el apoyo necesario, el álbum completo con fotos, textos, y músicas extras se podrá conseguir en formato físico u online fuera del universo de las plataformas digitales de distribución”, manguea y promete Volco.

-Poderoso y nebuloso "Awakening Ray", el tema que abre el disco. ¿Cómo, cuándo, dónde te surgió?

-Este tema originalmente se llamaba “Sálvese quien pueda” ya que es un arreglo instrumental de esa canción que está en Civilización demonio. Pero luego cobró vida propia y discurso propio. Es una fantasía en la que un músico y una hacker crean un rayo que, al ser disparado a través de los telefonitos o computadoras, podría lograr hacer despertar a las personas de su estado de hipnosis y estupidez total. Funciona como la introducción al universo que luego sigue con el capítulo I.

-El de "News Are Entertainment". ¿Por qué te entretienen las noticias? O mejor dicho, ¿te entretienen?

-En principio, me llama la atención cómo las noticias son presentadas musicalizadas. La música que “acompaña” las imágenes es la que sugiere qué es lo que tiene que sentir el oyente. Por otro lado, ya sean noticias sobre política, catástrofes, nuevas películas, series, el hit del momento o algún accidente, todo eso es recibido desde nuestros telefonitos inteligentes y  presentados de manera atractiva para captar nuestra atención. Todo es entretenimiento, digo. Y dudo que alguien pueda tener emociones muy diferentes entre el trailer de la nueva Misión imposible o algunos flashes bien editados de la guerra en Ucrania.

-¿Los capítulos que siguen tiene la misma tesitura multifacética?

-Cada capítulo es una obra en sí misma, pero siguen en la misma línea de observación y comentario de la realidad que decía antes. Algunos son instrumentales y también hay canciones. Es una fantasiosa y romántica idea que este tipo de trabajos formen parte de la resistencia contra la oscuridad, la estupidez y la nada. Y que puedan generar algo de inspiración y ganas en quien logre escucharlo.

-Esta reflexión sirve para retomar la idea que subyace en el título. ¿Cómo te bajó semejante ocurrencia?

-Es que toda la vida tuve una sensación extraña al contemplar a las personas, leer las noticias o estudiar historia. Por un lado, me maravillaba -y lo sigue haciendo- ver la inconmensurable capacidad creativa del ser humano, el mundo que pudo crear en algunos miles de años. Es milagroso. Pero cuanto más me maravillo de su creatividad, más espectacular me resulta su capacidad para autodestruirse y vivir inmerso en una pesadilla de sufrimiento y frivolidad. Eso es.

El porteño Volco vive hoy en estado de outsiderismo respecto de las grandes ciudades. “Trato de no estar en permanente estado de tensión y vigilancia”, traduce. Su casa, en rigor, dista 500 kilómetros de París y la lejanía respecto de la urbe ha provocado, entre otras cosas, que el dúo de tango electroacústico que comparte con el bandoneonista Pablo Gignoli haya suspendido su incansable peregrinar por milongas y solo se dedique coyunturalmente a conciertos. “El dúo tiene una vida propia que va más allá de los dos… Nuestra telepatía y potencia al tocar en vivo es insuperable”, repasa el músico, que además se está “animando” una vez más a armar un repertorio para piano solo en vivo. “Es como una idea de supervivencia y coraje que empezó a aparecer en la pandemia, cuando la idea de volver a tocar en grupo parecía que no iba a ser posible”.

-¿Algo similar a tu disco anterior, Living Inside, decís?

-Sí y no. Ese disco, si bien es de piano solo y tiene algunos buenos momentos, estuvo muy influido por la venida de la Covid. El que tengo ganas de hacer ahora, en cambio, presagia una energía mucho más salvaje y libre.

-En una entrevista anterior con Página/12, que justamente versó sobre aquel trabajo, decías que vos no importabas en tu música. ¿Volviste a importar ahora?

-Decía que en ese álbum no había una figura hablando sino un estado impersonal flotando. Ahora, en esta nueva etapa, estoy trabajando en fusionar de una manera más sana la fantasía del héroe rockero tipo Hendrix o Emerson con la consciencia de que lo que estamos haciendo tiene que lograr influir, inspirar y energizar al otro. El objetivo no está puesto en exaltar los egos sobre el escenario sino en crear una magia que le sirva al espectador, que a su vez es parte de la celebración y de la experiencia. Porque, como digo siempre, la vida es un milagro y la existencia, un misterio.