Unas 6 de cada 10 niñas y jóvenes bolivianas sienten que no participan, opinan ni pueden influir en espacios de toma de decisiones vinculados a sus derechos, mientras que 7 de cada 10 consideran que cuando logran participar en esos espacios, están propensas a sufrir violencia. Los datos surgen del “Informe Niñas con Igualdad 2022: Acceso y participación de las chicas en espacios de toma de decisión”, elaborado por Plan International Bolivia y publicado por la Agencia de Noticias Fides (ANF).
En la Argentina, esta semana la referente antiderechos y presidenta de Generación Libertaria, Mila Zurbriggen, denunció en Twitter y en diferentes medios que La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei que ella integraba, distribuye cargos a cambio de “favores sexuales”, las candidaturas se otorgan “de acuerdo a los aportes financieros que hicieron”, y que a la juventud solo se la considera para “salir en los banners” y “pegar afiches”.
Así las cosas, el avasallamiento es global. Por caso, un 25% de las parlamentarias europeas fue víctima de acoso sexual en el trabajo y otro 6,2% sufrió agresión sexual, según relevamiento de la Unión Interparlamentaria (UIP) y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE). Las víctimas de acoso, entre parlamentarias y trabajadoras de parlamentos europeos, alcanzaban el 40,5% en 2018. “Los actos de sexismo, abuso y violencia son `moneda corriente` en las cámaras de toda Europa”, concluía el estudio de la UIP.
En su prólogo, “Not The Cost (No Es el Costo). Cese a la violencia contra las mujeres en la política. Un llamado renovado a la acción”, un trabajo del Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales de Estados Unidos (INDI) realizado en 2021, advierte que “la violencia contra las mujeres políticas no solo es una violación de sus derechos humanos, sino que es una amenaza para la propia democracia. Es la herramienta favorita de los autoritarios, los tiranos y los intolerantes, ya que la utilizan para suprimir la representación del 50% de la población votante, limitar la diversidad de opiniones y reafirmar el statu quo a su favor”.
El 23,4% de las mujeres que participaron del estudio “No party to violence” (Violencia sin partidarios), elaborado también por el INDI, enfrentaron situaciones de violencia sexual en el transcurso de su desempeño político. La ONU debate el acoso sexual en la Resolución 73/148, donde se invoca explícitamente el concepto de violencia contra las mujeres en la política. Flora Terah, candidata al Parlamento de Kenia, permaneció hospitalizada por un largo período, tras la paliza que le dio un grupo de varones. En su autobiografía relató que los agresores “querían humillarme, despojarme de toda mi dignidad, y no dejar de mí más que la carcasa”.
En 2020, la Red de Mujeres Parlamentarias Arabes por la Igualdad hizo una encuesta entre 350 parlamentarias de 15 países árabes, y descubrió que el 79,6% estuvo expuesta a una o más formas de violencias. En 2016, Monique Pelletier, exministra del gabinete de Francia, reaccionó a las campañas contra el acoso sexual en la política con el tweet “Ministra de la Mujer en 1979, fui acosada por un senador… ¡Qué vergüenza mi silencio!”. En Alemania, el diario The Huffington Post publicó un informe que recorría las experiencias de jóvenes militantes de los principales partidos políticos: el 45% había sido testigx de acoso sexual durante su trabajo político, y 1 de cada 3 lo había sufrido personalmente.
“Antes las chicas no tenían voz ni voto, no eran vistas, ni escuchadas, pero ahora nos podemos dar cuenta que las niñas y las mujeres tenemos los mismos derechos, que somos personas y necesitamos ser valoradas… porque somos importantes”, sostiene Dunia, de 19 años, en el informe de Plan International Bolivia, logrado a partir de los testimonios de niñas y jóvenes de las áreas rural, periurbana y urbana. “Nadie como nosotras para conocer nuestro punto de vista -concluye Dunia-; nadie puede decidir sobre nosotras, ya que vamos a sufrir las consecuencias de las decisiones que se van a tomar”.