El apodo shakesperiano de “Príncipe” podría tener un primer indicio literario y jugar en clave con la obra del dramaturgo inglés, pero no. A Enzo Francescoli no le pusieron así por ese motivo. Nada tuvo que ver su vida con una tragedia. Al jugador uruguayo lo bautizaron con esa credencial por su finísimo estilo de juego y por sus modales. Por dejar la pelota pegada a su botín y danzar el campo de juego como si estuviera en puntas de pie.
Si bien dejó las canchas hace 25 años –un 18 de febrero de 1998 fue el anuncio– su imagen como jugador quedó en la retina del fútbol argentino y en el resto del mundo. Enzo hizo su debut profesional en Montevideo Wanderers y ahí nomás levantó la atención del fútbol charrúa. Llegó el apodo de Príncipe y las primeras comparaciones lo pusieron a la altura de Juan Alberto Schiaffino –“El Pepe”–, el mediocampista responsable de empatar el partido frente a Brasil, en el mundial del ’50 que terminaría desembocando en el histórico Maracanazo.
Luego de cautivar a los uruguayos con sus primeras pinceladas, cruzó el Río de la Plata y llegó a River. En el Millonario tuvo dos etapas. La primera en 1983 y 1986 y la segunda entre 1994 y 1997. La última es la más recordada por la comunidad riverplatense porque logró el tricampeonato, le dio la Copa Libertadores tras diez años de espera y consiguió la Supercopa, trofeo que hasta el ’97 estaba ausente en las vitrinas del Monumental. Pero su fútbol no quedó en el ámbito sudamericano. También le aportó su calidad al viejo continente y tuvo su momento en el fútbol francés (Racing Club de París, Olympique de Marsella) e italiano (Cagliari, Torino).
“Mi decisión de dejar el fútbol ya la venía manejando desde hacía tiempo. En el partido del bicampeonato en cancha de Vélez, ya venía pensando en esa chance. Después como estaba la posibilidad de otro campeonato y la Supercopa, que nunca habíamos ganado, seguí y se dio. Pero a pesar de eso, la decisión de retiro igual se mantenía. La decisión final fue en mis últimas vacaciones, ahí ya sentí que no tenía esa ansiedad de volver al fútbol”, dice Francescoli a Página / 12, en alusión al anuncio de aquel febrero de 1998 en el que decidía ponerle punto final a su carrera con 36 años.
En la actualidad, lleva nueve años en el rol de mánager de River y su ojo atento fue fundamental para que Marcelo Gallardo se hiciera cargo de un destino que escribió los siete años más ganadores de la historia del club. Al “uruguayo, uruguayo” se le sumó “muñeco, muñeco” y un ciclo inolvidable que va a ser difícil repetir. “El fútbol me dejó mucho aprendizaje: la convivencia de grupo, la exposición pública, pero sobre todas las cosas, amigos. El placer de haber compartido con un montón de gente”, dice Enzo al reflexionar sobre su trayectoria de casi 20 años como jugador profesional.
Y agrega: “Es difícil imaginarme sin un rol en el fútbol. Estuve un tiempo en el que me dediqué más a la televisión –hace referencia a su canal GOL TV, proyecto que emprendió con Francisco Casal y Nelson Gutiérrez–. Eso lo hice con amigos cuando estuve viviendo en Estados Unidos. Generamos un canal de televisión de fútbol, pero mi actividad era otra. Ahora, desde hace nueve años estoy como mánager en River y eso me permite estar cerca del fútbol. Algún día me alejaré un poco más, como pasó en aquel momento, pero siempre estoy más feliz cerca del fútbol, que lejos”.
De los momentos destacados de su carrera, las imágenes que más tiene presente en su memoria son las de la Libertadores del ’96, en la que alza la copa, la besa y saca de su lista de pendientes ese trofeo. Y las Copas América (83, 87, 95) con la Selección de Uruguay. “Siempre quedan cosas por lograr: campeonato del mundo, campeonato de clubes con River, pero la verdad que esta profesión de jugador profesional me dio mucho más de lo que imaginé cuando era un simple hincha fanático del fútbol y de la pelota. No tengo nada para reprocharme. Al contrario, estoy muy feliz de la carrera que tuve”, dice.
Otros recuerdan la chilena frente a Polonia en un partido amistoso de verano (River vs Polonia) del año ’86, inmortalizada como la pirueta que dejó en claro su jerarquía como futbolista. Al otro día El Gráfico tituló: “Un himno al fútbol…”. “Es una jugada bastante espectacular que no se da mucho. Fue en un momento donde se veía menos ese tipo de jugada un poco circense. Quedó en la retina de todos porque además en esa época los torneos de verano eran muy seguidos, los miraba todo el mundo”, agrega Francescoli.
Pero no solo están las jugadas destacadas y sus logros deportivos, también pesa su influencia en la nueva generación de padres a los que motivó a ponerle su nombre a sus hijos: Enzo Pérez, Enzo Fernández, Enzo Copetti, Enzo Díaz. Pero esta usina por bautizar nuevos nacimientos empezó con el hijo del jugador francés, Zinedine Zidane. “Zizou”, es admirador del jugador uruguayo y a su hijo le puso Enzo con el fin de homenajearlo. Además, el año pasado, en una entrevista con L’Equipe, confesó que después de la final intercontinental de 1996 entre River y Juventus, intercambiaron camisetas y se la puso para dormir. “Esa misma tarde regresé a Turín, lavé la camiseta y me acosté con ella puesta al lado de mi esposa que pensó que estaba loco. Pude completar mi sueño de la infancia”.