En 1927 Roberto Arlt cubría casos policiales para el diario Crítica cuando un hecho en particular capturó su atención. Una inmigrante española se suicidó arrojándose bajo las ruedas de un tren, y lo que podría haberse perdido en una fugaz crónica periodística se convirtió en un clásico que aún hoy se reinventa. El autor de las Aguafuertes porteñas se inspiró en aquella tragedia para escribir 300 millones, obra teatral encargada por Leónidas Barletta y estrenada en el Teatro del Pueblo en 1932. Noventa años después, y con nuevas resonancias en la realidad actual, el dramaturgo y director Guillermo Parodi realizó su propia lectura con Pajarita, una puesta que invita a la reflexión y al mismo tiempo homenajea al teatro.
En la pieza Sofía, que trabaja como empleada doméstica, sueña que hereda 300 millones y se sumerge en un viaje atravesado por excéntricos personajes. Interpretada por Lorena Szekely (Sofía) y por Pablo Mariuzzi, quien se pone en la piel de múltiples “personajes de humo”, la obra se prepara para una nueva temporada en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636) desde el 3 de marzo, todos los viernes a las 20. Pero antes, se presentará este domingo a las 19 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (Av. Del Libertador 8151), en el marco de la Fiesta de Teatro CABA.
“Arlt constituye parte de nuestra construcción de identidad. Como autor rescata a personajes marginales y les da una voz coral, profunda y muy nuestra. En ese sentido, este texto es un caballito de batalla que tiene un importante grado de surrealismo y ensoñación. Y eso genera una poética muy interesante”, subraya Parodi, que ya ha cosechado con su proyecto un premio Estrella de Mar 2023 a Mejor Actor de Drama y dos premios ACE 2021/ 2022 a Mejor Espectáculo de Teatro Alternativo y Mejor Actor.
-¿Cómo surge esta puesta?
-La idea de reescribir 300 millones fue de Szekely, con quien ya veníamos trabajando. En un principio sentí que esta historia estaba alejada de mí, porque ya la había trabajado mucho como actor, alumno y docente, a través del montaje de escenas o con la puesta completa. Pero luego cuando la volví a leer me enamoré otra vez. Fue un mazazo en el pecho volver a encontrarme con ese mundo.
-¿En qué consistió el proceso de reescritura?
-La obra original trata acerca de una sirvienta que se enferma de tuberculosis, una peste que mataba a las clases más bajas. Y noventa años después nosotros pensamos que las cosas están un poco peor que en aquel momento. Por eso, partí de esa idea para hablar de una Sofía actual que es cartonera y está muriendo de Covid, otra enfermedad que también se llevó a mucha gente vulnerable. De alguna manera, Pajarita está inspirada en la vida de Marta Buneta, una actriz que vivía en la calle y montaba espectáculos con coreografías y música de Raffaella Carrà. Porque ella era, como Sofía, una mujer que vivía una especie de fantasía. Sobre ella se hizo un documental muy interesante (Marta Show, de Malena Moffatt y Bruno López).
- ¿Lo sorprende el reconocimiento que ha tenido la obra?
-Es una sorpresa linda para todos nosotros, porque la recepción del público es buenísima. Y, además, haber recibido premios por nuestro trabajo es una enorme felicidad. Trabajar con este elenco es un placer. Pablo es un actor delicioso. Tiene presencia, luminosidad y generosidad. Es un trabajador de la escena con enorme disciplina. Y Lorena no se queda atrás porque, a pesar de no haber ganado en su categoría, hace un trabajo muy profundo. Su compañero hace un montón de personajes, y todos muy distintos, pero el personaje de Sofía también tiene saltos interpretativos enormes.
-¿Cómo evalúa la experiencia de escribir a partir de un clásico?
-Fue hermoso. Porque Arlt tiene un lenguaje reo y al mismo tiempo elevado. Fue como dialogar con él. Me tuve que animar a navegar en el modo en el que él entiende el castellano. La pandemia nos obligó a hacer un trabajo de mesa durante dos años, y eso me ayudó a encontrar una voz propia dentro de ese diálogo. 300 millones tiene un color, una música y un ritmo muy porteños, y muy argentinos. A su vez, el mundo arltiano también es onírico, y eso permite una absoluta libertad.