El Frente de Todos se zambulló en la carrera electoral, un escenario que le resultará difícil si no logra transformar una propuesta abollada en estos tres años de gestión, para convertirla en una causa popular que cumpla la letra del himno argentino del Mundial: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar...” Muestra de que la mesa política de la alianza oficialista se reunió bajo ese mandato objetivo fue la asistencia casi perfecta de representantes de todas sus corrientes.
No existe un estatuto de esta alianza o algo parecido, por lo que la figura de una mesa política surgió de la necesidad de establecer formas institucionales al debate interno para evitar que se produjera una escalada que llevara a fracturas o silenciamientos. Resulta obvio que cualquier alianza entre fuerzas heterogéneas, como están constituidos el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, requiere reglas de juego y estructuras que establezcan puentes y ordenen el debate por los acuerdos y las diferencias.
Tanto la alianza popular como la neoliberal se trenzaron en internas en algunos casos muy ríspidas donde los ordenadores implícitos representados por los liderazgos de cada fuerza fueron insuficientes, en un caso limitado por la proscripción, y en otro por una gestión vista por la sociedad como mala.
La diferencia entre los techos bajos de imagen positiva que tienen los referentes de estas fuerzas, es justamente que el de Macri se explica en las encuestas por una mala gestión, sobre todo en la economía, en cambio, ese techo para Cristina Kirchner fue establecido por la campaña de persecución y desprestigio de la que es víctima.
Las críticas a Macri, en su mayoría apuntan a una gestión que provocó inflación, generó desempleo, endeudó al país y debilitó la economía. Las críticas a Cristina no pasan por la gestión y la economía, sino por las causas judiciales que le abrió el macrismo en complicidad con jueces y fiscales y una desaforada campaña mediática.
Es difícil sostener la figura del juez ya fallecido Claudio Bonadio como la del adalid anticorrupción. Su trayectoria fue turbia desde su designación por el menemismo hasta ser elegido por el macrismo como abanderado y juez de casi todas las causas contra la vicepresidenta. Y como acompañante de este falso Batman, su falso Robin: Carlos Stornelli, un fiscal involucrado en causas por espionaje y extorsión. Dos impresentables campeones de la Justicia.
La diferencia entre impulsar una causa nacional y popular o presentar una propuesta, aunque sea a partir de la unidad, fue señalada por Jorge Alemán. En los lenguajes de la política son diferentes. Renovar la confianza y recuperar la mística va más allá de las explicaciones racionales de un programa.
El Frente de Todos deberá recuperar gran parte de los más de tres millones de votos que lo respaldaron en 2019 y se replegaron el 2021 pero que no votaron a Juntos por el Cambio (la alianza neoliberal apenas aumentó la cantidad de votos). Las motivaciones de ese repliegue no son homogéneas, más allá de que representaron una forma de castigo al oficialismo.
Una parte votó al partido de Javier Milei. En esos más de tres millones hay una cantidad importante que mantiene fidelidad al Frente de Todos, pero quiso hacer escuchar su protesta. Otra porción más enojada prefirió abstenerse sin medir el daño que podía causarle al oficialismo.
Está más lejos en el tiempo la mala gestión del gobierno de Macri, cuyo recuerdo fue seguramente el que evitó que muchos de estos electores votaran en 2021 al macrismo. Pero la situación económica mantiene una desigualdad pronunciada. Desde el punto de vista socioeconómico: desde la clase media alta para arriba están muy bien, y de allí para abajo muy mal. La parte de arriba explica las colas en los restaurantes, pero los que están mal son muchos más y cada vez se alejan más de los que están bien. No es lo mismo, pero es parecido a los '90, cuando una parte de la clase media tiraba manteca al techo en Miami y en París mientras cientos de miles se quedaban en la calle.
En un trazo grueso, los que están bien no se lo agradecen al gobierno y los que están mal, obvio que tampoco. Es cierto que un sector amplio está convencido de que con las políticas que anunció Juntos por el Cambio, la situación sería peor. En otros sectores, (siempre referidos a los que votaron al Frente en 2019 y no en el 2021) esa idea es más tenue y se debilita cada vez que pasan por el súper.
En ese terreno pantanoso tendrá que bregar el Frente de Todos. La reunión del jueves demostró que existe conciencia de esas dificultades a partir de la cual tienen que redoblar el esfuerzo para que la campaña pegue el salto cualitativo para convertirse en causa popular. Necesita hacer creíble que son posibles metas de bienestar y justicia que hasta ahora fueron elevadas a la categoría de utopías, de sueños imposibles.
Sus adversarios tampoco tienen la situación fácil, sin candidatos claros, con el debilitamiento del PRO, desangrado hacia la derecha por el partido de Javier Milei, y el radicalismo, que hasta ahora aceptaba un papel segundón, ahora reclama protagonismo. Tampoco tienen candidatos claros en la provincia de Buenos Aires, --el distrito clave de las elecciones nacionales-- donde la gestión de Axel Kicillof mantiene niveles altos de aprobación.
En el PRO, las encuestas se inclinan hacia el ala dura del macrismo, lo que acercaría al partido a las líneas de Javier Milei y haría más difícil la convivencia con un radicalismo que hasta ahora ha sido más que concesivo con sus aliados.
Pero los obstáculos más difíciles para el Frente de Todos no estarán en el campo de los partidos políticos, sino en dos frentes que son disruptivos con la idea de una democracia inclusiva: el sistema de Justicia y el Fondo Monetario Internacional.
Un sector estratégico del Poder Judicial se constituyó en Partido Judicial y actúa como en su momento lo hizo el Partido Militar. Y el FMI actúa como siempre hizo el FMI.
El Fondo reconoció culpas, responsabilidades por conceder un crédito impagable, removió funcionarios que lo hicieron, pero no quitó un solo centavo, no hizo la mínima concesión a la Argentina, más que la postergación de pagos que nunca serán posibles por el porcentaje del PBI que implican. Ni siquiera cedieron un centímetro con las desgracias inesperadas de la pandemia y de la guerra. Argentina es el país que carga con la peor deuda del planeta, una deuda que nunca tendría que haber sido tomada ni otorgada. Es el peor obstáculo para impulsar crecimiento con inclusión.
El Poder Judicial no puede legislar ni gobernar como pretende la Corte. Los jueces no pueden ser manipulados como lo hizo Mauricio Macri para colonizar el fuero federal. Ni la Corte ni los jueces pueden proscribir ni proclamar candidatos. La Corte no puede controlar al organismo creado para controlarla. La proscripción de Cristina Kirchner es similar a las que promovieron jueces corruptos en los casos de Lula en Brasil, de Rafael Correa en Ecuador y la que intentaron con Evo Morales en Bolivia.
Deuda externa y proscripción aparecen como hitos de la campaña. La deuda como barrera que impide la Justicia social y las políticas distributivas. Y la proscripción, que funciona como dique a la expresión democrática del pueblo.