Pasaron poco más de dos años desde que el gobierno porteño y una productora de eventos intentaron construir un megaestadio para 18 mil personas en pleno barrio de Balvanera. La resistencia de los vecinos pudo más y la Legislatura está enterrando el proyecto con una ley que establece, en cambio, la conversión del predio –donde ahora funciona un complejo de canchas de fútbol 5- en un espacio verde de 9.000 m2.
La iniciativa que finalmente prosperó fue elaborada por la organización vecinal Manzana 66 Verde y Pública y contempla, además, una construcción de 1.000 m2 de infraestructura comunitaria para uso cultural, recreativo y educativo. 

Para afrontar la expropiación de los 22 lotes en cuestión, el Ejecutivo resolvió incorporar un artículo compensatorio en beneficio de la empresa Micrisol SA, perteneciente a la familia Miguens. A cambio de la expropiación, Micrisol recibirá un terreno ubicado en la avenida San Isidro Labrador al 4800, en el barrio de Saavedra, donde actualmente funciona la terminal de la línea 151 de colectivos. Allí podrían construir una torre de hasta 100 metros y un estacionamiento subterráneo, según denunció la oposición.

Este fue el eje de la discusión que propició la abstención de algunos diputados, que si bien aceptaban la conversión del predio en un espacio verde, no estaban de acuerdo con la permuta propuesta por el oficialismo. 
“Acompañamos la necesidad de espacios verdes en esta y otras comunas de la Ciudad, pero no estamos dispuestos a convalidar que el Estado haga un intercambio dudoso en beneficio de incrementar un negocio privado”, manifestó el  legislador del Frente para la Victoria, Javier Andrade.

“Conciliar intereses y derechos es el desafío constante al que se enfrentan los gobiernos, y que hemos logrado superar en este proyecto donde todas las partes ganan y la ciudad se desarrolla y avanza”, defendió el presidente de la Comisión de Planeamiento, Agustín Forchieri (PRO). 

El proyecto fue aprobado por 45 votos positivos y ahora deberá sortear una Audiencia Pública en la Legislatura para luego volver al recinto y recibir una sanción definitiva. “Nos costó mucho meter esta iniciativa, parecía una utopía”, dijo a Página/12 Alberto Aguilera, titular de Manzana 66. “Balvanera está abandonado y esto revierte un poco el deterioro”, explicó.

En efecto, el barrio es uno de los más perjudicados en la repartija desigual de los espacios verdes disponibles en la Ciudad de Buenos Aires. Allí hay apenas 0,4 m2 de verde por habitante, cuando el mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud es de 10 m2.  

“Afortunadamente el gobierno entendió que el barrio no necesitaba un estadio”, amplió Gloria Llopiz Ortiz, de la agrupación Buenos Vecinos Once, una de las que inició la resistencia al estadio. “Espontáneamente salimos a cuidar el barrio, a defendernos, y lo logramos. Valió la pena”, agregó.

Actualmente, en el predio ubicado entre las avenidas Belgrano y Jujuy y las calles Moreno y Catamarca funciona un complejo de canchas de fútbol, que en su momento habían sido clausuradas por la Agencia Gubernamental de Control.  “Las canchas están atormentando a los vecinos: tienen unos reflectores tremendos, el ruido, la mugre. Además no tienen habilitación”, señaló Llopiz Ortiz.

Si bien el proyecto original de los vecinos incluía la construcción de una escuela de nivel inicial, un polideportivo y un centro de jubilados, el Ejecutivo decidió que esas demandas serían cubiertas en otros predios dentro del mismo barrio. La escuela infantil se construirá en Venezuela 3269 (donde hay un edificio del Ministerio de Educación en desuso), y el Polideportivo estará emplazado en el futuro Parque de la Estación, creado recientemente por ley y ubicado en terrenos linderos a la estación Once del tren Sarmiento.

La historia del estadio frustrado
Fueron necesarios poco más de dos años de demoliciones para dejar vacíos los 10.000 m2 del predio, donde ahora hay canchas de fútbol. En mayo de 2014, el titular de Ake Music, Aquiles Sojo, acordó con el gobierno porteño la construcción del estadio techado más grande de la capital. Se presentaron los avales de la productora en el Banco Ciudad y de acordó un crédito por 120 millones de pesos que jamás se otorgó. 

Sojo comenzó a difundir la noticia y la reacción no tardó en llegar. Los vecinos se movilizaron y lograron que su queja llegara rápidamente a la Legislatura, donde se debía votar una rezonificación que le permitiera a Ake Music construir una mole para 18 mil personas. Finalmente, el Ejecutivo dio marcha atrás y abandonó el proyecto. 

En la manzana 66 sólo quedan algunas facha¬das que ofician de tapia. La demoli¬ción de los 20 inmuebles que ocupaban las 22 parcelas (había, además de viviendas, comercios, una carpintería, un galpón y un estaciona¬miento) se hizo lenta pero sostenidamente. Según el Registro de la Propiedad In¬mueble, la familia Miguens –a través de la sociedad Micrisol– es la dueña de la manzana. Luciano Miguens, ex presidente de la So¬ciedad Rural y asesor del PRO en la Fundación Pensar, es uno de los vicepresidentes de Micrisol.

A pesar de que uno de los inmuebles había sido catalogado como patrimonio (y no podía demolerse), los dueños pidieron un “reconsidera¬ción” y el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales (CAAP) finalmente autorizó la demolición. ¿Qué pasó en el medio? La ex presidenta de la Comisión de Patrimo¬nio, Mónica Capano, denunció que antes de la nueva inspección patrimonial, los dueños se encargaron de que todo lo que tenía valor (boiserie del siglo XIX, escaleras de mármol) fuese destruido.