La mesa política se tendió. Casi todos los contertulios llegaron a la hora señalada con puntualidad no muy argentina ni peronista. El borrador redactado días antes circuló ida y vuelta entre la Casa Rosada y La Cámpora. Se retocó varias veces, se polemizó hasta por el título. Se cerró contrarreloj, a altas horas de la noche. Lo consideraban relevante, pues.
Hablaron muches, hubo expresiones ríspidas aunque medió el “cuidado” para no romper el piso de consenso ni otras zonas frágiles. La reunión resultó (para sorpresa de muchos circunstantes) productiva, dentro del discreto margen disponible. Minga de simulacro… casi una novedad luego de un trienio caracterizado por juntadas sin sustancia ni proyección “inmortalizadas” (ja, ja) por una foto macaneadora. Pocas fotos se divulgaron ahora con el viejo aire de las instantáneas.
Se ignora cuántos firmaron “presencialmente” el documento. No importa el detalle porque todos lo convalidan.
La sorpresiva asistencia del diputado Máximo Kirchner robusteció al cónclave. Solo faltó la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner quien salió fortalecida.
El vocablo “proscripción” campea en el título y en el texto. CFK conserva, gana o recobra (cada participante o cada lector puede escoger cómo decirlo) centralidad y protagonismo. Del texto brota un compromiso unánime: “disponer las acciones necesarias para impedir la proscripción de la compañera vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner cuyo liderazgo y potencia electoral no nos puede ser arrebatado”. De lo charlado, se añade la promesa de designar una comisión para pedirle a Cristina “que desista de su promesa de no ser candidata”, según expresó el gobernador chaqueño Jorge Capitanich. Así expuesto relativiza la denuncia de proscripción, varios dirigentes de La Cámpora o kirchneristas preferirán expresarlo de otro modo.
El documento, desabrido y de redacción opinable, carece de cualquier referencia a la gente común, de agradecimientos a su templanza, esfuerzo y solidaridad en años difíciles. Vale la pena recordarla siempre, enaltecerla y dejar constancia, opina este cronista.
El texto consensuado es una pieza para iniciados, sin pretensiones de ser leída por muchedumbres. Con aires de gacetilla para la prensa franquea su esencia: un contrato entre partes que se recelan, que tuvieron la sensatez de re- encontrarse, tras demasiados silencios, incomunicaciones, broncas y para colmo odios internos.
Como sucede desde el asombroso instante en el que Cristina anunció que en 2023 "no voy a ser candidata”, queda en sus manos resolver si perseverará con esa promesa o la rectificará. Si decidiera presentarse en las elecciones sonaría exótico y perdedor que alguien la enfrentara en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Una contienda contra el presidente Alberto Fernández concitaría un bruto bolonqui interno, explican los politólogos. Por añadidura, casi todos los intérpretes incluido quien les habla piensan que Cristina golearía a cualquier otro peronista en las PASO. Tal vez en el entorno de Olivos exista alguien que discrepe ese sentido común extendido. Se ignora si esos optimistas de la voluntad convencen a Alberto siempre, de a ratos, poquito, nada.
Ninguna historia comienza una fría tarde de verano, es necesario darle contexto. Repasar el pasado, imaginar las coordenadas del futuro. Tres años de gestión insatisfactoria valorada de modo surtido por los 33 participantes. Inflación indomable, persistente con un deprimente índice en enero. Una elección de medio término con derrotas nacional y en casi todas las provincias, un indicador más certero que las encuestas en las que tanto confían protagonistas de todas las vertientes.
En el albertismo (que no existe pero anda por ahí) contraponen datos macro. El crecimiento del PBI, indiscutible. Los niveles de consumo altos, la cantidad de personas que veranean, los índices de empleo. Los hay relevantes. A veces la mirada derrapa al reduccionismo, contraponiendo el clásico vaso medio vacío contra los restaurantes muy llenos.
En todo caso son datos rotundos la apatía ciudadana, las rabias callejeras en la vida cotidiana, la fatiga de correr contra la inflación. Problemas a mejorar en el corto lapso que queda de mandato. Más breve es el que resta para las PASO. Las listas cierran en junio.
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Repreguntas sin respuesta: Confesión de parte: este cronista no sabe si Cristina recalculará y será candidata. Uno reconoce el abismo que media entre sus pálpitos y las realidades futuras. Supone que mantendrá su postura entre otros motivos porque no es usual que desdiga sus anuncios. Como escribió Martín Granovsky en Página/12 no lo han hecho nunca ni ella ni el fallecido presidente Néstor Kirchner. Máximo Kirchner y otros dirigentes de La Cámpora comparten esa lectura, sotto voce u on the record.
Mirando hacia atrás hay quienes suponen que Cristina se dejó llevar por un arrebato emocional al hablar tras la lectura del veredicto en la causa Vialidad. Lo piensan tanto aliados fieles cuanto adversarios internos.El disenso al respecto es también transversal. Quien les habla cree que Cristina jamás improvisa, siempre tiene resuelto qué mensaje transmitirá. El largo alegato post sentencia, supone uno, contenía ese cierre inesperado.
Debates aparte, dirigentes kirchneristas creen que la Mesa oxigenó el escenario, revivió a la militancia. Premeditado o involuntario, el paso atrás paralizó a la fuerza propia. La dejó atónita, sin rumbo ni mística. Las alusiones al bastón de mariscal, alegan dirigentes fieles, no compensaron el bajón. Ahora, se entusiasman se relanza la campaña. La militancia recobrará bríos. En ese sentido, se puede sobre interpretar que la definición definitiva sobre la candidatura es menos importante que la reconfiguración del espacio de decisiones. Lo que podría suscitar una paradoja solo aparente. Quizá no haya urgencia del kirchnerismo para que Cristina devele el enigma. Basta que la perspectiva esté abierta.
Añadamos otra posible paradoja leída por el presidente y su entorno como un logro de la convocatoria. El veto a la candidatura de Alberto F. quedó en pausa. Se cuestionó, se alegó en contra, pero nada se resolvió. La alusión del documento a las PASO lo comprueba, aseveran. El presidente habló poco en la reunión pero la bastoneó, consiguió una asistencia vasta, no hubo fracturas ni desbordes.
El ministro de Economía Sergio Massa llegó último y, como escribió ayer en una interesante nota María Cafferata, pudo retirarse con una sonrisa. El interregno creado en Matheu 130 permite sostener el enigma de su candidatura aún para él mismo. La semana, como en añejos chistes de stand-up, le deparó una mala noticia y una buena ambas vinculadas a sus desempeños. La mala, el índice de precios al consumidor. Se sabe que sus aumentos o su amesetamiento alto son inversamente proporcionales a la viabilidad electoral del superministro o del Frente de Todos. La buena nueva: el cierre exitoso de la Paritaria Nacional Docente que los sindicalistas del sector atribuyen en buena dosis a la muñeca del ministro. Inicio calmo del año escolar, alivio para las familias. No se percatarán en una de esas, pero arrancarán con mejor onda. Cuanto menos, se ahorran un par de problemas.
En ese cuadro, Massa conserva su condición de second best para ser presidenciable del kirchnerismo o del albertismo. Una rareza de la política autóctona que le pone los pelos de punta al Decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo. Su discípulo, el politólogo sueco que eterniza la tesis de postgrado sobre Argentina, no acierta a explicárselo de modo legible.
Se prevé otra mesa para contener y escuchar a los partidos del FdT que quedaron fuera de la convocatoria. Otro tanto ocurrió con organizaciones sociales. Costó definir un límite en la lista de invitados cual si fuera un casorio.
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Las PASO: ¿remedio o veneno? Los presagios se reservan, dependen de los interlocutores y hasta del momento. Hay quien se conforma con un “desempeño digno” y “un refugio en Buenos Aires”. Hay quien piensa que hay tiempo para remontar las dificultades, mejorar los ingresos de los laburantes de modo perceptible, aumentar la legitimidad, ser competitivo en el cuarto oscuro. Los traspiés de Juntos por el Cambio oxigenan las ilusiones. Las martingalas acerca de escenarios contando a Javier Milei como tercero en discordia están en el orden del día. Nueva confesión, última: este cronista imagina que los porcentajes que se atribuyen a Milei en quinchos de varios pelajes políticos son exagerados, que en las elecciones generales la polarización y su desmesura han de patearle en contra. Habrá que ver.
En cualquier panorama, Buenos Aires es un factor central. Sea como sostén de una victoria nacional, sea como un espacio para replegarse. El gobernador Axel Kicillof conserva alta intención de voto conseguida remando en día a día, caminando el territorio, conservando equipos afines, consagrándose a la gestión.
La Mesa política, solicitada por el resto del peronismo al presidente, trasunta un reflejo básico del peronismo: el instinto de supervivencia. Los gatos se reproducirán o se pelearán o las dos cosas, vaya uno a saber… lo primero es estar vivos. Con el mismo sentido parece obvio que los peronistas deben robustecer la candidatura provincial de Kicillof, para cualquier horizonte. Bancarlo, ratificarlo, no plantearle internas menores. No estaría sucediendo plenamente, ni tanto como se precisa.
Los diagnósticos coinciden: da la impresión de que en elecciones simultáneas al peronismo le sería más fácil ganar en la provincia (no hay segunda vuelta) que en la Nación. Se vota el mismo día, Axel podría consagrarse por un solo sufragio de diferencia. Ok, a condición de matizar recordando antecedentes cercanos sobre votaciones y funcionamiento de las PASO vigentes en las dos competencias. Desde 2013 hasta 2021 inclusive, el peronismo perdió cuatro elecciones imponiéndose solo en una (2019). Las PASO les fueron aciagas a menudo o siempre. La ciudadanía suele utilizarla como primera vuelta electoral, reorientar preferencias. Daniel Scioli y Aníbal Fernández se fueron desinflando en 2015 desde las PASO en las que ganaron. En 2019 el expresidente Mauricio Macri le descontó ventaja a Alberto Fernández en las presidenciales. Las PASO fueron goleada, el FdT venció en primera vuelta, de modo más ceñido.
Las perspectivas de Kicillof son, todo modo, interesantes. Las potenciales transferencias de votos de Milei a Juntos por el Cambio, un enigma a corroborar.
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Los otros, los cisnes negros: Los cambiemitas riñen a cielo abierto, en exceso. El Jefe de Gobierno Rodríguez Larreta se desinfla a pesar de la generosa pauta publicitaria que reparte. Macri se entretiene, conserva poder interno, se sostuvo más firme que lo que podía imaginarse tres años atrás. Pero tampoco lidera, sus manejos son insuficientes para controlar pujas en las provincias cuyas elecciones locales se avecinan o son inminentes. La gula nacional induce a los dirigentes de la derecha a prometer cierres y despidos masivos como si fuesen maná para los laburantes. En los territorios dan el oso por cazado y no aciertan a acordar reglas de juego. Nadie “se baja”, nadie concilia, nadie arbitra. Puede salirles mal.
Durante el gobierno de Fernández advinieron dos cisnes negros, sendas catástrofes de alcance global. La pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania. Acontecieron en años pares, no electorales. Las tácticas y estrategias de los partidos políticos argentinos presuponen un año difícil pero sin sorpresas desmedidas. Ojalá así sea.
Se enfrentarán dos proyectos en las urnas, consigna el documento del Partido Justicialista. Los últimos meses del año, amén de las tareas de argumentar y organizar, tienen que ser hora de mostrar mejor qué puede deparar el oficialismo. Realizaciones, un rumbo, esperanzas, mejoras que la gente común perciba. Hoy y aquí intuye el cronista, la mayoría de los argentinos no sabe por quién doblan las campañas.