La palabra frente es generosa, típica expresión de acepciones múltiples. Alude a aquella porción del cuerpo humano encima de las cejas hasta el nacimiento del cabello, entre sien y sien.
Hay variedad de frentes: están las anchas, asociadas a personas inteligentes o simplemente cabezonas, y todo lo contrario con las estrechas.
Están las que apenas se animan sobre cejas superpobladas, peludas o depiladas; y están las pretensiosas que acaban avanzando, confundidas pero audaces, sobre calvicies nunca bienvenidas, así seas Dwayne Johnson.
Ir de “frente”, en cambio, no alude al sitio sino al modo en que uno intenta resolver algo. De ahí afrontar o enfrentar, y por ese camino casi al infinito dada la riqueza castellana.
Enfrentar una situación de “frente” ejemplifica lo transparente del encare, aunque suene redundante. Acá todo está a la vista y no hay que temer nada por atrás, por la espalda, oculto, taimado (dejemos la traición y el reverso corporal para otra contratapa).
Vamos a lo otro.
Siendo cautos, no puede negarse que la tradición política argentina supo asociar con excesiva creatividad el hueso frontal a otros significados.
Esta capacidad -casi una pulsión-, parece acentuarse pos pandemia, sin reparos en el cúmulo de ilusiones anticipadas ni en las frecuentes sorpresas posteriores, cuando los batracios se nos atoraron en la garganta (de este órgano mejor ni hablar) empeñándose en no aceptar el proceso digestivo.
Estos frentes no son aquellas frentes.
Refieren, en cambio, a una reunión de voluntades (frentes) que, desafiando la acepción inicial del término, para prosperar debe siempre ocultar cosas no aptas para el simpatizante.
Los frentistas suelen juzgar necesario evitar precisiones porque el contenido y la relevancia de algunos acuerdos reservan variedad de anfibios que nos opondríamos a degustar y nos llevaría a desechar el rejunte.
Otras veces, las más, se confía tanto en el espanto, que apenas necesitamos detectar alguna protuberancia craneana para huir despavoridos hacia otro…frente.
En este andar generador de proyectos nacionales, una vuelta de tuerca es el frente de frentes, primicia santafesina de veras, no nacida en los pajonales, con debilidad por las alfalfas, semejante a enorme mural óseo de cabezones y cabezonas, donde lo que sobra es espacio, con pocas y exclusivas limitaciones.
En torno a la invención, de cabezazos inevitables, esperan que dé el sí todo aquel (frente) que una vez se opuso al peronismo para, en pocas palabras, volver a oponerse al peronismo. Novedad de novedades.
Requisitos mínimos para pertenecer son usar las palabras corrupción, república, subsidios, comunismo, instituciones, o las construcciones gasto público, presión impositiva, mano dura, al menos una vez por frase, aunque se esté dando el pronóstico del tiempo. Dada la simpleza, los promotores son optimistas.
Distinto es el caso del “frente de centro-izquierda” (no es necesario aclarar que no están descartando uno de los lóbulos). La frescura de esta propuesta, en que la geometría también tiene su lugar, es que no solo quieren oponerse al peronismo. De esto ya había, y sin careta. Su fuerte radica en que también se oponen al frente de frentes. Ocupan un espacio vacío. Quieren ser una suerte de frente anti frente de frentes y anti frente de todos.
Parece confuso, es cierto, pero la alta política es así y requiere un esfuerzo. Si nos cuesta, para facilistas están la mecánica cuántica y la astrofísica.
Lo dejan claro: una propuesta por fuera de la grieta (acá también hay geografía). O sea, de un lado y del otro son frentes tan parecidos que mejor proponer otro frente.
Más que optimistas, los impulsores ven en la desilusión -sentimiento bastante extendido- una chance de juntar algún poroto acá y allá.
El tercero no excluido es el frente de todos, que hoy por hoy exhibe algún arrepentimiento.
Ha pasado tanta agua bajo el puente que nos llegó casi hasta la frente y, so pena de morir ahogados, se estaría revisando la última parte del artefacto, ahí donde dice “todos”. ¿Todos todos?
Se verá. Porque una cosa es juntarse y ganar, y otra enfrentar, afrontar y resolver con decisión política, justicia social y equidad los problemas de las frentes.
Para los optimistas, como el suscripto, a las cabezas es mejor contarlas que cortarlas, no solo por sus frentes (y ramificaciones), sino porque alguna vez ocurrirá que dispongamos de herramientas (¡un frente!) para garantizarnos una vida digna.
Y para no dárnosla en la frente.