Desde Barcelona

UNO Frank hay uno solo si ese Frank es Sinatra. Y cuando uno es único suele contener a muchas versiones de sí mismo. Así hay muchos Sinatras entre el ídolo juvenil, el american psycho mafioso del Rat Pack, o aquel que sigue cantando en Blade Runner 2049. Y --como tantos-- el Sinatra que más admira Rodríguez es el de la Capitol '53-'62. Justo antes, Sinatra parecía consumido y acabado en un paisaje en el que empezaba a sonar/brillar nuevo y también único rey, Elvis, y la melodía romántica era batida por frutado y carnal Awopbopaloobop Alopbamboom y, muy pronto, por primal Yeah Yeah Yeah. Y, claro, había puntos de contacto entre el lamento de un hotel de corazón roto y una suite con resaca. Pero una cosa es temblar y otra sacudirse. ¿Qué hace entonces Sinatra? Fácil de entender, nada sencillo de lograr: Sinatra decide dejar de ser hot para ser cool. Sinatra se escapa de ser anticuado volviéndose clásico. Sinatra se olvida del público joven y se concentra/entrega en/a esos padres/maridos como de relato de John Cheever que parecen estar chasqueando dedos con una mano y con otra sosteniendo un martini mientras se asoman al borde del abismo. Así, a sus casi cuarenta años (que por entonces eran como los sesenta de ahora) Sinatra --apestado comercial-- firma inicialmente breve contrato con la discográfica Capitol. Y paga de su bolsillo las sesiones de grabación. Y (después de Axel Stordhal y antes de Gordon Jenkins) arranca su gran colaboración con el arreglador Nelson Riddle. Cuentan que graban su primera canción juntos --"I've Got a World on a String"-- y que, al terminar la primera toma, Sinatra sonríe, volviendo a empezar, un terminator "I'm back, baby, I'm back". Y no miente.

DOS Lo que sigue es seguidilla de álbums formidables --conceptuales y revolucionando la idea del long-play-- como soundtrack para mad men y funny ladies. Songs for Young Lovers, Swing Easy, Close to You, A Swinging Affair, Songs for Swinging Lovers: todos ganan premios y son éxitos de ventas. Pero --para Rodríguez-- lo mejor estaba aún por llegar. Y cómo le gustan sus portadas: In the Wee Small Hours (fumando como extraño en la noche de calle desierta), Where Are You? (fumando y como aguantando lágrimas), Frank Sinatra Sings for Only the Lonely (payaso que se quedó sin cigarrillos), No One Cares (fumando a solas vaciando vaso en fiesta donde todos son tanto más felices que él) y la despedida de Capitol --aunque volvería en 1993 para sus dos Duets-- con Point of No Return (con su uniforme de gabardina y sombrero y fumando en paisaje azul y blue). Y, en todos, la melancolía del desamor cortés como forma de euforia invocada por el vivo fantasma matador de Ava Gardner. Y, ah, los títulos de esas solitarias canciones compañeras escogidas por Sinatra para hacerlas suyas (no las componía pero sí las recomponía) ya lo dicen todo: "Glad to Be Unhappy", "I'll Never Be the Same", "Guess I'll Hang my Tears to Dry", "Where Do You Go?", "This Was My Love", "I Can't Get Started", "This Was My Love", "I Don't Stand a Ghost of a Chance with You", "Here's that Rainy Day", "Just Friends", "I'm Walking Behind You", "Last Night When We Were Young", "Baby Won't You Please Come Home", "I'm a Fool to Want You", "The Night We Called It a Day"... Todas como encarnaciones musicalizadas de ese muy conocido pero no necesariamente mejor amigo en el espejo tras la barra. Ese quien jamás sonó tan afinado y que paga la próxima copa siempre que te quedes un rato más porque tiene algo que contarte, que cantarte.

 

TRES Y ahora Rodríguez vuelve a oír todo eso mientras lee el recién aparecido La Voz: Por qué importa Sinatra (Libros del Kultrum) que el gran Pete Hamill publicó en 1999, poco después de la muerte de Sinatra el 14 de mayo de 1998: noche de bares vacíos porque se emitía el último episodio de Seinfeld (motivo por el que la hijísima Nancy, fan de la serie, sin botas y frente a la tv, no llegó a tiempo al lecho de muerte de su padre).

El formidable pequeño gran libro de Hamill --fallecido en 2020-- abre con par de citas. Una de El gran Gatsby (inevitable fetiche de Sinatra) y una del propio crooner donde dictamina que "Estoy a favor de todo lo que ayude a sobrevivir a la noche".

Y ahí Hamill comprende y hace comprender que Sinatra "por su gran pasión e inmensa voluntad trascendió varias eras y contribuyó indirectamente en el cambio de nuestro modo de vida... Demasiado a menudo, en demasiadas películas, le tomó el pelo al público y se lo tomó a sí mismo. Pero nunca hizo trampas en la música... Al final, su expresión más perdurable está en esa música. Al vivir su vida, Sinatra había aprendido algo sobre el dolor humano y halló una manera, cantando, de convertir ese conocimiento dolorosamente aprendido en una forma de consuelo humano... Hablaba de sí mismo maravillándose aun de lo que contaba, como si una parte suya siguiera sin poder creer que se había convertido en la leyenda que era... Era maravilloso con los niños, incluidas mis dos hijas. Era gracioso. Era vulnerable. Nunca vi en él al mítico patán bravucón sino a un hombre inteligente, lector de libros, amante de la pintura, de la música clásica y de los deportes, galante con las mujeres, cortés con los hombres. Quizá solo se ponía una máscara en mi presencia, mostrándole imágenes a un escritor para que este las memorizara de cierta manera, como una especie de representación. O quizá el tipo agresivo era el verdadero personaje enmascarado. O quizá, para cuando lo conocí, ya había dejado de lado sus arrebatos, resignándose a ser quien era y lo que era para los demás. No lo sé. De vez en cuando, se abría un telón, se daba una epifanía instantánea y podía observar en él al viejo inseguro que quería entender qué significaba todo... Me caía muy bien ese hombre".

CUATRO Y entonces Hamill acaba de definirlo citando a E. M. Forster: "Tan sólo conecta". Y, sí, todo se conecta y Hamill fue también el autor (le valieron un Grammy) de las liner-notes para Blood on the Tracks de Bob Dylan. Allí, "Simple Twist of Fate", "You're a Big Girl Now", "If You See Her, Say Hello", "You're Gonna Make Me Lonesome When You Go" y "Buckets of Rain" están entre lo más sinatroso compuesto por Dylan. Y Dylan --otro clásico en vida-- no hace mucho grabó tres álbumes (uno triple) de standards sinatreros en el mismo estudio de la Capitol para lo que bien podría considerarse sus The Penthouse Tapes. Y ambos compartieron copas y se querían mucho. Y Sinatra aseguraba que Dylan era el mejor vocalista de su tiempo (después de él mismo, claro). Y la noche de su cumpleaños 80 Sinatra se llevó a Dylan (entonces ya listo para su propio "I'm back" con el muy sinatrista y ahora conmemorado Time Out of Mind; y es una pena que Frank no haya llegado a grabar "Make You Feel My Love" o "Not Dark Yet" o "'Till I Fell in Love with You", "Standing in the Doorway" o "Love Sick") a un rincón del festejo. Y le explicó por qué ellos dos tenían ojos tan azules señalando a las estrellas: "Tú y yo, amigo, venimos de ahí arriba. Todos los demás, Bob, salieron de aquí abajo". Quién sabe... Una cosa sí es cierta: ni Sinatra ni Dylan jamás supieron ni sabrán lo que se siente al escuchar a Dylan y a Sinatra. Por eso se escuchaban tanto entre ellos.

 

Y --supone que esto significa algo-- por estos días y a esta edad, Rodríguez escucha más a La Voz del Sinatra de su madurez que a tantas otras voces de su juventud y, sí, discúlpenlo mientras desaparece.