En comparación con el año pasado, en el que los cerros quedaron descubiertos un buen rato, San Martín de los Andes se preparó desde comienzos de junio para la que parecía una de sus mejores temporadas invernales en mucho tiempo. No obstante, y literalmente, a mediados de este mes la nieve se les fue de las manos: la Municipalidad local declaró la Emergencia Climática por el intenso temporal que azotó la región de forma sorpresiva. Tras días de angustia, desconcierto y caos, ante la incomunicación vial y la falta de energía eléctrica, la ciudad volvió paulatinamente a la normalidad hasta recuperar su perfil de centro turístico por excelencia de la provincia de Neuquén. Sin embargo, en tanto que el forastero disfruta de las 29 pistas de esquí y demás deportes blancos que ostenta el Cerro Chapelco, abajo la escena hip-hopera sanmartinense, el SanMar Sound (SMS), se prepara para su coronación como la capital de la música urbana en la Argentina.
Uno de los actuales iconos de la doble hache sanmartinense, Fémina, se alista para partir a Estados Unidos, donde realizará su segunda gira y aprovechará para grabar su nuevo disco bajo las órdenes de uno de los alquimistas del groove: el inglés Will Holland, más conocido por su álter ego, Quantic. En el barrio de Palermo esperan a Sofía “Toti” Trucco, integrante del trío, otros colegas. También paisanos y amigos. Y quizá las caras más conocidas de esa movida, porque hoy son igualmente referentes de la música urbana a nivel nacional. Además de Benjamín Gutiérrez (conocido como El Abuelo o Benja), cantante de la banda de funk Militantes del Clímax, en la casa y estudio de Antuzapien (alias de Antu Marinao), MC del dúo Kraneando Actividad, están los hermanos Ferrari. El mayor, Franco, es diseñador, DJ (actúa como DJ FF) y organizador de la fiesta Calor. Mientras que Roque es beatmaker, productor y cantante del tándem Coral Casino, abanderado nacional del R&B digital y el post reguetón.
Cuando llega Toti, el resto sale de una de las habitaciones del lugar, que luce orgullosamente el mapa de Neuquén, y se explaya en el living. Frente al uso de la palabra escena, Roque corrige. “No la hay, ésa es la verdad. El tema con San Martín es que una franja de gente se va al terminar la secundaria, que fue lo que nos sucedió a nosotros. Sos adolescente y te venís a estudiar. Así que nuestros proyectos se gestaron acá.” A eso, Trucco añade: “Quería bailar hip hop, ¿adónde iba a ir? Comencé a hacerlo con la crew de Club 69, donde conocí a Apolo Novax, del grupo Koxmoz, que fueron guías de Fémina y nos dieron la confianza”. Y Antuzapien, cuya agrupación, que lleva adelante junto con el beatmaker Sudaca, lanzó recientemente su segundo álbum, El secreto de saber, tenía otros planes: “Acababa de cumplir 19 años y me iba a ir a vivir a General Roca, a 400 kilómetros. Pero pensé: ‘Si me voy, me voy lejos’”. Franco Ferrari remata: “Acá hay movimientos culturales reales. Allá no hay mucho. El circuito es mucho más chico. Es otro ritmo de vida”.
Para Benja la situación cambió gracias a las escenas de hip hop y trap. “Los chicos de 16 o 17 años armaron cosas allá. Llevan artistas y consiguen pistas de productores musicales de la zona y del país. Terminan el secundario y se empiezan a ir un poco más tarde.” Pese a que no es nativa de la ciudad, Morena15, luego de llegar allá desde Villa La Angostura, no sólo hizo de San Martín de los Andes su casa, sino que es una de las principales promotoras de la movida. “Me vine a vivir y estudiar hace seis años”, cuenta por teléfono el pilar del colectivo Del Sur Unificación. “Ya hacía hip hop, aunque no de manera profesional. Y San Martín tenía una re movida. Vi que estaba llena de raperos y gente muy activa. Pero los pibes más grandes dejaron de hacer las fechas, por una cuestión de organización y porque cada uno tomó rumbos diferentes. Entonces me puse en campaña para retomarlas. Si bien respeto a los que se fueron, siento que creé un vínculo acá. Además, no podría entrar en la locura de la ciudad. Cuando me pongo histérica, me voy a la montaña.”
¿Cómo es posible que este idilio patagónico de poco menos de 30 mil habitantes se haya convertido en el gran semillero de la música urbana argentina? Una de las hipótesis la vislumbró Roque a fines de 2015, en la previa de una nota que le hizo el NO a Coral Casino, por su condición de artista revelación de ese año, al explicar que en San Martín de los Andes, además del turismo, las opciones laborales que hay son la de Técnico Forestal o la instrucción de deportes invernales. Sin embargo, quienes lo hacían, al pasar una parte del año en la Argentina y otra afuera, regresaban (antes de que Internet le pasara el trapo a lo establecido) con información musical de primera mano.
Pero la referencia directa de Benja y Antuzapien es Francisco “Pancho” Miglioli, también hermano de Clara, de Fémina. “Su generación introdujo el hip hop yanqui en el pueblo”, afirma Benja. Y Antuzapien agrega: “Fue el primer rapero que vi. Bailaba breakdance, pero no sabía lo que era. Lo mismo nos pasó con los casetes que escuchábamos. Pensábamos que Technotronic era rap y que Vanilla Ice era el mejor rapero”.
A sus 37 años, Pancho Miglioli sigue llevando el hip hop tatuado a fuego. “Esto es para toda la vida”, asegura mientras se toma un respiro en las clases de esquí que imparte en San Martín. “En cada festival trato de ayudar tirando bases o bailando”, dice quien en sus inicios no comprendía la magnitud de lo que gestó: “Cuando comencé, en el ‘90 o ‘91, me gustaban las películas en las que había b-boys (nombre dado a los que bailan breakdance). Antes de nosotros, no había nada de eso. Y entre los cuatro y cinco que estábamos metidos empezamos a hacer batallas de b-boys y popping (baile basado en la contracción de músculos al ritmo de la música). Salíamos a bailar y generábamos conflicto porque era raro y nuevo. Eso incomoda al otro”.
Para acceder a la información musical, Pancho importaba CDs a través de la única disquería de la ciudad en la que podía hacerlo. “Así llegué a Dr. Dre y Cypress Hill, o me los alcanzaba alguien que viajaba”, ilustra. Por lo que le sorprende las consecuencias de su iniciativa: “Creció mucho el hip hop acá. Nunca hubiera imaginado que esas juntadas con mi hermana o con el resto de los chicos decantaran en todo esto”.
Considerando que se trata de una ciudad pequeña, nucleada aparte por la influencia de Pancho, no sorprende que la segunda generación de raperos sanmartinenses se conozca entre sí. Al menos su diáspora, con edades que oscilan entre 29 y 33. “Veo a Toti desde los 13, fuimos novios. Y los Ferrari eran unas mierditas que andaban por ahí”, evoca Benja. “En 2007, con mi crew, Grandes Atorrantes, organizábamos festivales. De ahí viene la conexión con Morena15.” Al tiempo que la colorada más sediciosa del hip hop patrio recuerda: “Roque era el mejor amiguito de la Wewi (se refiere a su hermana Clara, componente de Fémina y de la banda de indie folk Weste), y su madre llegó a ser mi psicóloga. A Antu lo conozco desde que tenía un año, una de sus tías era como mi segunda madre”. Es que el hip hop se tornó en un asunto de familia en la Patagonia. “Tras tanto esfuerzo, el público se dio cuenta de que esto también es familiar. Tengo dos hijos, y el mayor, que tiene 6, ya canta en el escenario”, señala Morena15. “Antu tiene una bocha de primos y sobrinos que cantan, incluso está la familia Escobar, en la que todos son raperos.”
A pesar del carácter endogámico de la escena sanmartinense, no sólo a nivel social sino geográfico (son 10 cuadras por 8), llama la atención su pluralidad y la identidad tan definida de cada propuesta. Y su elegancia, próxima a la escuela francesa. “Si bien no hay proyectos iguales a los nuestros, es la misma búsqueda en cada banda”, reflexiona Antuzapien, ex miembro de Tripulación Sursaidaz, donde conoció a Sudaca. Roque advierte: “En algún momento nos juntamos a laburar en algo”. Y Toti arenga: “Nos amamos. Por más que cada uno esté haciendo la suya, somos una gran crew”. No obstante, Benja explicita: “Nos relacionamos más fuera de la música”. Roque abre el juego: “No sé si tendrá que ver, pero la mitad del año llueve, por lo que te tenés que quedar en tu cuarto y con tus cosas. Eso genera.”
Ante la pregunta de si Fémina, a quienes algunos de sus colegas consideran influencia “por ser mujeres y por todo lo que han conseguido”, es un grupo de rap que toma del folklore o si es todo lo contrario, Toti no duda: “Rap, de una. Con Clarita nos juntábamos a escuchar rap y traducir letras, y empezamos a rapear sobre bases instrumentales. Y como tocábamos instrumentos, lo hicimos así. Salimos de la típica”.
Kraneando Actividad afina su formato en vivo, que incluye a músicos de cumbia orquestada. Antuzapien, por cuyas venas corre sangre mapuche, ya trabaja en un repertorio de canciones en mapundungun. Y Roque, quien mediante su álter ego como beatmaker Roquefeller subió a mediados de julio a la web su nuevo material, Régulo, tiene puesta la cabeza en México, a donde irá a fines de agosto para su segunda incursión internacional al lado de su coequiper, Lara Artesi, después de haber ido a Chile en 2016. Sin embargo, es el más reacio a la raigambre. “A todos nos gusta la música negra. Pero no vibro con el cultrún”, confiesa quien tiene en Villa Diamante una de sus primeras referencias en la producción. “El bpm es el pulso de cómo vas caminando en la calle. Y de ahí se diferencian los tempos.”
Javier Araya, organizador del festival El Primer Color, es categórico al referirse sobre la movida de San Martín de los Andes. “Acá no hay indie, hay hip hop. Y de muy buena calidad.” Lo que no le impidió que su festival, que tuvo tercera edición el verano pasado, se torne en vitrina del indie en el sur. “Me sorprendió cuando vi a Fémina la primera vez acá, en 2010, recién llegado de vivir en Buenos Aires. Pensé que sería raro ver un show así en San Martín y ése fue el detonante para hacer el festival, que tiene dos objetivo: mostrar estas cosas que no pasan acá, sino afuera, pero con gente de acá (para muestra está Ailín Rey, del grupo Shona). Y que sirva de estímulo a los jóvenes”. Como no hay una escena de peso, el concepto del evento, financiado por la Secretaría de Cultura local, apunta al movimiento patagónico. “Tratamos de tener una buena proporción de músicos regionales que vivan o no en la Patagonia”, hilvana. “Por eso la mayoría del público viene de otras ciudades, y el de acá, de a poco, entiende la propuesta.”
Amén de conservadora, la audiencia promedio sanmartinense es rockera. Según Araya, la escena se reparte entre bandas de covers, como en todas las ciudades del interior, y un sonido de fusión que reúne jazz y folklore. Ahí destaca Banda Sin Nombre. “Hay muchas escuelas de música, pero no la cantidad de bandas que deberían haber. Sí es una ciudad muy cultural en la que todos hacemos algo”, marca Araya.
Para Antuzapien, la ausencia de grupos se debe a la carencia de infraestructura. “No hay organización ni buen sonido ni estudios en condiciones. Si no, la gente estaría motivada.” En San Martín de los Andes tampoco hay salas de recitales, y en el caso de que se realice uno, por ordenanza municipal, debe terminar a medianoche, a diferencia de en el resto de la provincia. Por lo que el entretenimiento gira en torno a los bares y al boliche y la bailanta que hay. Aunque está el Teatro San José, con capacidad para 150 personas. “El que no pasó por acá, no se estrenó”, desliza la Morena15.
Un año antes de que Thundercat, pupilo de Flying Lotus, invocara al legendario Michael McDonald en su disco Drunk (2017), Morena15 lo había hecho en su single Cuando canto. De notable ímpetu y conciencia, la rapera, alumna del flow e imaginería de la franco-argentina Keny Arkana, sólo tiene un prurito: el trap. “Nos llaman traperos porque uno se abre a críticas, a que te juzguen y a resaltar lo que es San Martín, que es muy rústico”, desafía Franky, de Terrorista Style, tercera generación del SanMar Sound. “Nunca intentamos molestar a nadie. Tenemos un contenido bastante fuerte y real. Al no ser tan poéticos ni metafóricos, rompemos esquemas. Alguien lo tenía que hacer.” El trío sub 22, formado en 2014, que sólo editó de forma digital y está con un pie allá y otro en Buenos Aires, podría haber probado suerte en Chile, país con una cultura hip-hopera mayor. “No se dio pese a que uno de los integrantes tiene mucho vínculo con Chile. Algún día iremos; por ahora apostamos por San Martín, porque todos dicen que es la capital del hip hop. Y lo estamos demostrando.”
La avanzada hip-hopera creció de tal manera en San Martín de los Andes, donde no caló el freestyle, que cada barrio tiene una crew. “Ellos están haciendo todo desde allá, lo que era imposible cuando comenzamos”, dice Benja, cuyo grupo espera sacar su segundo disco este año. “Cuando regreso, hay algo del lugar que te hace volver a tu eje”, se emociona Toti. “Toda esa inmensidad la representás. Nuestro hogar nos produce pasión. A cualquier lugar al que vayamos, siempre decimos que somos patagónicos.”
Roque adhiere: “De alguna manera, todos quisiéramos volver. Pero la actividad está acá”. Y su hermano lo pelea: “Hay que ver cómo en algún momento salimos de esa cuestión unitaria de que hay que venir a Buenos Aires”. Entre tanto, Antuzapien concluye: “No sabés lo que es salir de ahí. Por suerte, los jóvenes están llegando a cargos en el sector cultura. Hubo gente que volvió y montó una productora audiovisual que trabaja para afuera. Antes eso era imposible. Creamos algo nuevo y no ocupamos el espacio que había. El rap es re amplio. Tenés un montón de tendencias para descubrir”.
* Militantes del Clímax tocará el sábado 29/7 a las 22 en Circus Bar, San Justo. Coral Casino será parte de la fiesta Calor el viernes 4/8 a las 23 en Beatflow, Córdoba 5509. DJ FF estará en la fiesta New Beat el jueves 10/8 a las 23 en Niceto Club Lado B, Humboldt 1356. Kraneando Actividad presentará su nuevo disco el jueves 7/9 a las 20 en Niceto Club, Niceto Vega 5510, con Morena15 entre sus invitados.