Adolfo Colombres dice que se han unido dos culturas, la del imperio incaico, reconocido como principio o genio del mal en el Supaihuasin, inframundo, y la otra proviene de la leyenda en que la Iglesia Católica convirtió en infinitas especulaciones teológicas el culto al demonio, lucifer, Luzbel, etc. Situación de la cual se valieron los misioneros para aterrorizar a los indígenas.
Ese sincretismo religioso en la mezcla de elementos de la religión católica con las creencias prehispánicas es tratado por Eliza Gianuzzi, que refiere sobre la transformación del significado de la palabra Supay que se muda a una categoría más del pensamiento como el miedo y la muerte, en el mito uno crea lo que define como “Paisajes del miedo”.
Su personificación es múltiple, aparece como un gaucho rico, apuesto, viste ropa negra y chiripa del mismo color. Lleva puñal, espuelas, rebenque de oro y plata, monta un caballo azabache de largas crines.
En un proceso judicial promovido contra la india Lorenza, acusada de hechicería, al igual que Juana Pasteles, ocurrido en la ciudad de Santiago del Estero, en las postrimerías de la Inquisición, Judith Farberman introduce a Zupay cuando la rea describe las salamancas, diciendo que era conducida por el demonio, ahí preparaban sus “encantos” de brujería. En cierto modo el templo del Supay es la Salamanca, esa gran cueva en la entraña de los cerros donde se dan citas las brujas y otros iniciados en la práctica de un maleficio.
Hay tantas representaciones del Supay como culturas andinas existen, veamos por ejemplo, en los textiles de las comunidades indígenas de Bolivia, aparece el Supay, conocido como “sagra”, en este mundo, las tejedoras reconocen como inspiración de sus imágenes al supay pallay, es decir, espacio decorado con imágenes del demonio, así lo analiza Verónica Cereceda en su trabajo sobre la representación visual del Supay andino.
La Mulánima
Conocida también como Mala Mula o Mula sin cabeza, es un ser imaginario central en la cultura popular del Noroeste de nuestro país, sobre todo en Santiago del Estero y Catamarca. Su origen es una mujer que se transformó en mula como castigo de Dios por haber mantenido relaciones amorosas con un cura o cometido un incesto.
Colombres la describe como una mula de color negro o marrón castaño y largas orejas, que corre por la noche echando fuego por la nariz y boca y destellos por los ojos. Muy difundida su imagen tenebrosa ya que a su paso suenan las cadenas que arrastra. Se dice, que es el mismo diablo y, que quien la mire perderá la vida o será víctima de desgracia.
Elena Bossi expresa que el grito de la Mulánima es como un relincho y otras como un llanto de mujer y que el periplo se termina en la puerta de una iglesia, donde emprende el camino de regreso. Sin duda la visión de María Eduarda Mirande, sobre la monstruosidad en el imaginario social nos ayuda a entender el juego de la prohibición y la transgresión; en el caso de la mulánima, en tanto ser híbrido, activa sentidos que recaen sobre la sexualidad operante de la mujer. La condena pesa sobre la capacidad reproductiva de un cuerpo que ha violado el tabú.
Respecto al fuego que despide se lo vincula con los tormentos infernales en la cosmovisión cristiana y, al ser una entidad en tensión permanente, no trasciende, queda en estado de indefinición perpetua, siendo ésta -quizás- la máxima de las condenas que pesa sobre este ser metamorfoseado que no es ni bestia ni humano; no es un alma ni un cuerpo; no es una mujer y tampoco una mula: es todo eso fusionado en una violenta conjunción de elementos disímiles.