El problema de las fiestas son sus finales. Nada más desolador que el final de fiesta, ese momento en el que el piso queda lleno de mugre y botellas vacías, mientras las personas se convierten en zombies que deambulan por la calle, a la salida de una discoteca, o en cuerpos poseídos que buscan un after para extender, bajo la luz del día, lo que tendría que haber terminado con la oscuridad de la noche. En ese limbo entre un momento y otro es que las figuras de Federico Cantini aparecen. Son esculturas de personas que están quebradas, rotas, que parecen ser agonizantes, pero que a la vez tienen el brillo de un metal precioso, de una joya envuelta en humo.
Tronca es el título de la muestra que este artista rosarino preparó en la galería Pasto. Se trata de una exhibición conformada por unas pocas esculturas talladas en madera: seis piezas que presentan imágenes sórdidas como un tipo dado vuelta, apoyado contra una pared haciendo pis u otro tirado en el suelo vomitando. Cada una de estas esculturas tiene algunos detalles que acentúan aún más esa sordidez, desde gotas de sangre que caen de una nariz, hasta ojos rojos como los que tiene alguien pasado de todo. Es una combinación de violencia y trabajo artesanal.
Este artista logra retratar ese momento del final de la fiesta con estas piezas. Entre todas parecerían armar una coreografía de la desidia, de lo patético. Son la ausencia total del destello encantador de la noche, el que transforma una situación normal, como puede ser bailar, en un show épico e irrepetible.
Cantini ya había trabajado en un formato similar en su anterior muestra, también en Pasto, titulada 0 es 3. En aquella oportunidad había cabezas talladas apoyadas en el suelo de la sala. Ahora, estas cabezas vuelven a aparecer pero colgadas de las paredes, una enfrente de la otra. De cada una de ellas cae una cadena plateada, como si se tratara de un hilo de baba infinito y lujoso.
Hay ambigüedad alrededor de las esculturas. El foco podría estar puesto en la desidia que transmiten al estar vomitando o haciendo pis mientras un perro huele la orina, pero el brillo de los metales le quita el tono sórdido que presentan en una primera instancia. Incluso hay un contrapunto en las dos cabezas que están sobre la pared enfrentadas: mientras que una tiene sangre y ojos rojos, la otra parece estar plácidamente durmiendo. Son, acaso, dos cabezas de una misma persona o dos estados mentales dentro de un mismo cuerpo.
Los materiales con los que están construidas las obras también suman otra capa más de ambigüedad. Están hechas de madera -álamo, plátano, morera y ficus-, es decir, su estructura y su forma es netamente natural: podrían ser pedazos de madera que arrastra la corriente del Paraná o troncos encontrados en algún bosque nativo. Sin embargo, Cantini reviste esa madera con cosas netamente industriales, como lo son las cadenas o pintando las esculturas con acrílico o marcador. La síntesis de esta combinación de elementos se puede ver, sobre todo, en la obra que tiene forma de una persona haciendo pis: uno de sus brazos está hecho de dos pedazos de madera unidos por chapa y la orina es una cadena fina y dorada.
Quizás por la unión de estos materiales es que hace sentido el poema de Mariano Blatt que aparece como texto de la muestra. “Flecha partida” es el título y en sus versos mezcla una suerte de leyenda popular, la de un indio llamado -valga la redundancia- Flecha Partida, con la vida de un pibe que toma drogas: ácido lisérgico, ketamina, por ejemplo. En el texto, al igual que en las obras, hay una combinación de un proceso químico, sintético, con algo natural o nativo: de un lado, los metales y las drogas; del otro, la madera y el indio.
En la unión de materiales también aparece algo característico de la obra de Cantini, o mejor dicho de él como artista: es, además, un constructor. El trabajo de este rosarino tiene muchos puntos de contacto con la construcción: ya creó su propia versión del puente Rosario-Victoria en tamaño 3 x 4 metros e hizo obras con postes de luz, como los que se colocan en la calle. La chapa y las cadenas le dan el toque industrial al asunto, el toque Cantini. Sin el metal, sin el toque industrial de estos elementos o de los encendedores que tiene una de las obras, estas piezas serían un conjunto de artesanías. Lo que las vuelve piezas de arte contemporáneo son la luz blanca de la galería, el cemento alisado del piso y la combinación de elementos a priori contrapuestos. Con ese gesto de traicionar lo natural, de hacer presente al Cantini constructor, al Cantini chongo, estas piezas abandonan su carácter artesanal para convertirse en obras de arte.
La idea de la utilidad aparece seguido en la obra de este artista, es decir, alguno de sus trabajos crean una ilusión de utilidad, de que “sirven” para algo más que ser obras de arte. Un ejemplo de esto fue la instalación La edad madura, presentada en UV Studios en 2015. Se trataba de una gran estructura de hierro, madera y sogas de las que colgaban unas manijas circulares, como las del subterráneo. Esta pieza generaba esa ilusión de utilidad, permitía una lectura funcional de la pieza, a pesar de que la instalación en sí no era más que una obra y no servía para nada más que eso: ser una obra. Esta ilusión, en parte, es creada por esta actitud de constructor que tiene Cantini como artista, pero también aparece por la propia forma que tienen sus objetos.
En Tronca, una de las esculturas es un hombre vomitando. Su vómito es una cadena dorada, igual a la del pis. La forma que tiene esta obra convierte a esta persona de madera en un puente en miniatura o en un banquito. Cantini tiene la habilidad de hacer convivir en un mismo objeto esos universos: la resaca, el tipo pasado que vomita, y el utilitarismo. Son obras abiertas de sentido y es el espectador quien define la característica en la cual quiere hacer foco: si en la fantasía trash o la fantasía constructivista. Hay lugar para todas las ideas en este territorio habitado por personas de madera.
Tronca, de Federico Cantini, se puede visitar hasta el 16 de marzo en Pasto Galería (Chacabuco 866, Buenos Aires) de martes a sábados de 15 a 20, o coordinando una cita previa por e-mail escribiendo a la siguiente dirección: [email protected]