Su nombre es Gualberto Elio Milagro Romero, pero es más conocido como "Coco" Romero, y dice que de entre todas sus profesiones, la de investigador le tocó solamente porque a nadie más le interesó el tema del carnaval para estudiarlo. Buenos Aires 12 charló con Coco sobre el arte del carnaval y la murga, de la historia del arte en los territorios de la provincia y la importancia de preservar la cuestión artística del carnaval.
"El carnaval es una fiesta que precede la construccion propia de la Argentina", afirma Coco con seguridad. "A fines del 1700, ya había corso. En tiempos del virrey Vertiz, ya se dejaba asentado que los negros tenían que ir en primera fila del carnaval, porque le otorgaban mayor felicidad a la fiesta. Así que de ese momento a ahora, corrió mucha agua en términos de la construcción de nuestra identidad, como país, como Argentina".
Romero sostiene el concepto del carnaval como proyecto artístico, poético, musical e identitario. Afirma que el carnaval estaba presente en varios momentos de la fundación de nuestro país. Juan Bautista Alberdi, por ejemplo, quien sentó las bases de nuestra constitución, también le escribió un texto a Momo, el rey pagano del carnaval.
Sin embargo, el arte del carnaval y los murgueros, aunque ha acompañado la historia de nuestro país, siempre fue bastardeado por el sentido común. Cuando comenzó el interés de Romero por el carnaval, en los setentas, menos. "En ese momento la gente no entendía demasiado el fenómeno de la murga en términos generales. Lo que te decían era que eran los pibes que hacían lío, los quilomberos, etc. En el sentido despectivo que siempre ha tenido: un conjunto de músicos malos que con el fin de juntar unas monedas sale a la calle en los días festivos. Hasta la década del 60, 70 la murga era eso: una agrupación de hombres del bajo pueblo. Punto", afirma.
A pesar de que solamente participó de una murga en capital de los 12 a los 14, la experiencia lo marcó para siempre. De joven, se formó en bellas artes, música plástica; artes mayores, con nombre y apellido. Pero no fue hasta que formó parte de La Fuente, un grupo de resistencia cultural de la época de la dictadura, del 77 al 83, que hizo un click. Las funciones del grupo terminaban con rondas festivas o bailando murga. "Estos pibes bailan como yo bailaba cuando era un pibito de 12 años. Eso le incentivó a preguntarme cosas. Y cuando los milicos prohíben el carnaval para mi fue preguntarme pero cómo van a prohibir algo que a mí me hizo tan feliz?" afirma.
A lo que se refiere Coco es al decreto 21329/76, sancionado el 9 de junio de 1976 y que entra en vigencia el 14 de ese mismo mes. Este decreto elimina los feriados de lunes y martes de Carnaval. La prohibición del festejo de carnaval no es total, pero la eliminación de esos feriados resulta un duro revés para la actividad de las murgas.
Progresivamente, las murgas comienzan a desaparecer. Sin embargo, según Coco, fueron las murgas del conurbano las que mantuvieron la tradición popular a flote.
"En la ciudad, se estaba mucho más en estado represivo. En la provincia, los grupos se las ingeniaban para seguir bailando, con el costo que llevó eso", afirma. Los corsos se seguían haciendo en la forma de desfile, o se convertían en bandas de percusión donde algunos tímidos bailaban. El mensaje se transmitía a través de la danza, y no en el cancionero y la palabra.
Al terminar la dictadura, Romero edita con el grupo La Fuente su segundo disco llamado El Grito Primal en el cual se incluye el tema “¿Dónde fueron los murgueros?”, basado en su experiencia personal de pequeño en el carnaval. Siguiendo el contexto de su tema musical, al volver a vivir a Capital Federal en 1986 se da cuenta que lo que la Provincia había logrado hacer sobrevivir, en la ciudad se había perdido. Ahí supo que tenía que recuperar lo perdido, y comenzó a impartir talleres en el Centro Ricardo Rojas. Pero la Provincia lo llamaba.
"Yo pensaba que con semejante territorio, algo había que buscar ahí", afirma. Desde fines de los noventa, estuvo en Bahía Blanca, Laprida, Villegas, entre muchísimas otras localidades, que recorrió intentando rescatar la cultura propia. En cada lugar, comenzó a hacer una conexión entre el carnaval y la cultura local del territorio. "La idea es correrse de tratar de exportar la murga porteña, y en cambio encontrar la murga de cada región", afirma.
"A partir de la prohibición en el calendario, el sistema represivo se instaló. No hay periodicidad de la fiesta. La fiesta es un organismo vivo, hay que hacerla periódicamente", afirma. "Soy de la idea de que hay que incentivar y fortalecer lo propio. A esta altura, se debería comprender mejor el universo creativo de los jóvenes que están en el fenómeno del carnaval. Las murgas locales deben ser rescatadas porque hay un patrimonio musical y poético que a nadie le interesó juntar".
Desde que Coco comenzó su carrera volcada en el carnaval, la sociedad cambió mucho. A pesar de que siempre habrá municipios que les interese más o menos, Coco destaca que hoy en día se interesa por la belleza de los proyectos autogestivos. "La democracia trajo otras cabezas, una idea de libertad, y de salirse de los encorsetamientos de la cultura. Yo creo que a los grupos hay que darles formación, formación artística. Uno puede generar un lugar donde se potencia lo que la gente tiene adentro, y se les da un aventón", afirma.
El carnaval en el que cree la gente como Coco Romero es un "dispositivo teatral, musical, poético, de identidad, desarrollado lo mejor que se pueda", según sus palabras. "Que pueda generar un discurso que sea lo suficientemente poético como para cautivar nuevas personas a que les interese el tema", afirma, esperanzado. Después de 34 años en el Rojas, Coco se jubiló del lugar y dejó un lugar vacío para que los más jóvenes se ocupen de continuar reviviendo la tradición artística, que acompaña a la Argentina y al territorio bonaerense desde el inicio.