Escondidas son como extraños animales, duendes sonoros. El lugar nos encandila, nos incendia. Su belleza es prodigiosa y ellas salen de los árboles, de los frutos, de la madeja de hojas y flores. Todo tiene la calma suave y misteriosa de un cuento. La sensación que a la hermosura podrá seguirle una ráfaga de magia, un instante inexplicable donde terminaremos convertidxs en seres de ese jardín nosotrxs también. "La imagen de ellas escondidas entre las monsteras fue una de las primeras imágenes de la obra. Ellas tapadas por la naturaleza, entretejidas con el jardín, condensa algo de lo que fui trabajando porque, más allá de querer tomar todo el espacio, el jardín era fundamental, era un protagonista” recuerda Agostina Luz López al momento de pensar si fue el espacio o el tema lo que marcó el inicio de Jardín fantástico, una obra que forma parte de la programación del FIBA y que tiene un elenco formado exclusivamente por adolescentes.
Sofía Guerschuny Pesci es una presentadora enérgica, no nos da la bienvenida, nos enseña el lugar como quien es dueña de un imperio al que tuvimos la posibilidad de entrar y ese modo encantador pero para nada complaciente es lógico e inevitable. Ella es una adolescente y nosotrxs (en una desconcertante mayoría adultxs) tenemos la oportunidad de volver a ese mundo, a esos años desesperados y felices donde todo está por ocurrir.
“La idea que les propuse, como una construcción desde la ficción, era que llegaba un grupo de personas y ellas no tenían que complacer ni agradar. Como si estuvieran viviendo acá en Zelaya (el teatro del Abasto que tiene un jardín deslumbrante donde sucede buena parte de la historia ) y viene un grupo de gente a visitarlas y a ver lo que hacen. Esas personas asisten a esto que es nuestro. Lo planteaba como una consigna de ficción y de actuación. La idea que el público era el testigo de un experimento que nosotras estábamos haciendo“, continúa Agostina
Cuando nos acercamos al árbol de lectura, no podemos evitar el encantamiento. Las nueve adolescentes trepadas en sus ramas o simplemente sentadas en el pasto desentrañan un texto que lee en voz alta Sofía. Nos devuelven esas lecturas primeras, reveladoras de descubrimiento deslumbrante. Atentas al extremo, lo que dicen las define y, a la vez, las deja abiertas. Nos emocionamos porque ya no somos ellas y entramos en lo inextricable de esa edad, en su profundidad desconcertante, en esa pureza para interpretar los hechos que no es simple sino diáfana y concreta como un diamante roto. “Yo traje los cuentos de Angela Carter, ´La cámara sangrienta´ y ´Juguetería mágica´, que fueron un poco los materiales que me impulsaron a armar esta obra”, señala Agostina Luz López al momento de definir cómo se construyó este relato de filosofía adolescente. “La escena se armaba en torno a esa lectura y los comentarios que surgían. Con Ana Montes y Valentina Posleman, que hacen la asistencia de dirección, las grabamos, y después armé un texto, hice una edición de ese material pero la materia prima surgió de escucharlas a ellas. Para nosotras era súper rico asistir a ese momento. La obra terminó siendo el pensamiento de este grupo de adolescentes. Me encantaba escuchar lo que decían y ver cómo se armaba este coro de pensamientos. Ellas la sienten muy propia a la obra porque hicimos un proceso donde yo traía disparadores o consignas, acercaba la estructura y ellas la llenaban de mundo.”
Agostina Luz López consigue en Jardín fantástico crear una travesía sobre la adolescencia, un itinerario plácido y a la vez inquietante sobre ese momento de pasaje entre la niñez y la vida adulta. “Cuando la obra empieza es de día y, al finalizar, cuando salís de la sala y volvés al jardín, ya es de noche. Me interesaba con ese trabajo de la luz abarcar una transición, porque ellas están en una etapa de transición de la infancia a la adultez. Me parece que el encantamiento se produce en ese momento de pasaje entre el día y la noche, y en el efecto de luz sobre el jardín. Además de estar trabajando con una serie de situaciones climáticas que no manejamos. Un día la hicimos con llovizna y toda la escena parecía muy gótica.”
El cuento de hadas pierde ese resplandor que nos inventaba un mundo de ensueño para ofrecer todos sus peligros, su variante realista sin atenuantes. Pero lo interesante del trabajo de Agostina Luz López es que esos temores son aquí una materia existencial, el desafío que las chicas tienen que atravesar para convertirse en quienes desean ser, para pensarse en un futuro donde convivir con los secretos del jardín puede implicar conocerse y medirse frente a los obstáculos. “Cuando estaba investigando para la obra y tomaba los cuentos de Angela Carter, que muchos de ellos son reescrituras de los cuentos de hadas, veía que ella trataba de tomar de esos cuentos su parte más terrorífica, más sangrienta . Hay procesos que buscan higienizar los cuentos de hadas y aquí la idea era devolverles algo de la vida, y creo que el jardín trae algo de eso”
Entonces la pileta de Zelaya (ese jardín que antecede a una sala teatral pero que también es un escenario de ceremonias diversas) deviene en el espejo de Narciso, en el que las chicas ansían descubrir su propio reflejo. El mito es aquí apropiado y traducido a la realidad más próxima. La vida se desarma en ese pizarrón improvisado en la pared, donde sus nombres cambian por el de algún otro ser del jardín. Es que el jardín podría ser un bosque y sus frutos transformarlas para siempre.
Cuando entramos a la sala de teatro nos sumergimos en un sinfín de peluches. La infancia todavía está allí ¿Cómo abandonarla tan rápido? Hace un momento desmenuzaba mitos y fábulas, palabras prodigiosas se convertían en la naturaleza misma de sus deseos, cualquier hazaña les pertenecía. Las veíamos capaces de todo. Ahora entramos a la cápsula de sus sueños. El video de Vladimir Durán y Maximiliano Passarelli es onírico , entre gracioso y siniestro. Los muñecos deambulan por ese jardín que siempre será de Antonia Brill Perrotta, Catalina Burak, Giulia Heras, Jacinta Pérez Berch, Catalina Pietra, Carolina Rojas , Noah Salamanca Tola, María Luz Silva, Lina Ziccarello y Sofía, pero que ahora ellxs habitan entre los gatos y la inquietud de esa hamaca sobre la que cualquiera podría dormirse. “La escena de la pileta la ensayamos mucho, las acciones que arman simultaneidad de capas de acciones texto”, interviene Agostina, para desarrollar el modo en que se logra una actuación que es al mismo tiempo espontánea, como si no existiera la finalidad de exhibir un virtuosismo interpretativo, pero con la capacidad para darle a ese naturalidad un trasfondo, la sensación de que está ocurriendo algo más. “El entramado parece natural pero está muy construido. Yo siempre las traté como iguales, estábamos juntas en el proceso, pero al momento de decidir yo elegía lo que favorecía a la totalidad de la obra. La escena de los peluches era más coral, todas decían un texto, y un día les dije : "Este texto lo va a decir todo Catalina y cambié la escena“.
La adolescencia tiene algo de universal, no es una referencia ligada a un contexto preciso. No se multiplican aquí ciertas caracterizaciones convencionales de lxs adolescentes de este tiempo y en este sentido la convivencia con las plantas, los gatos, la incorporación de los peluches, el procedimiento de animación más artesanal, ayudan a crear un tiempo que sobrepasa esta época.
El jardín (intervenido estéticamente por la escenógrafa Mariana Tirantte) tiene las luces de un ritual del que ya no formamos parte, la música de un piano que hace de la escena un capítulo recóndito, dulce, elegante. Todo está prendado de ellas. ”Para mí el protagonista es el grupo. Siempre tuve la idea de un coro. Hay roles, pero el dispositivo de la obra es el grupo. La imagen que le propuse a Mariu Fermani, la vestuarista, era la de la bandada de pájaros, quería que se generara esa figura, que al moverse por el jardín quedara el dibujo de sus movimientos. Creo que la obra fue posible porque se armó una trama de relaciones, un vínculo entre ellas y el espacio. Se entretejieron con el espacio y eso está presente en la obra.”
Agostina Luz López logra una secuencia nítida y, al mismo tiempo, inalcanzable, tan cercana que hasta podría parecer un espejismo. Fascinante y fugaz, como es la adolescencia.
Jardín fantástico se presenta el 25 de febrero y el 1, 2 y 4 de marzo en el marco del FIBA, a las 19, y después sigue con funciones los domingos a las 18.30, en Zelaya. Zelaya 3134. CABA