Leo la noticia con pena: "murió Héctor Zaraspe…", pero a la vez compruebo con emoción, cómo se multiplican las notas, las entrevistas que recuerdan y homenajean al maestro tucumano de danza clásica radicado en Nueva York. Hablo con una amiga y compañera del Ballet de Tucumán del que formamos parte, buscamos programas y recordamos con alegría y nostalgia. 

Entre las notas que se publican me sorprende una que habla de la "provincia minúscula" de la que procedía Zaraspe. Sí, Tucumán es la provincia más pequeña de la Argentina a la que él nunca olvidó, pero a la vez es grande en su movimiento teatral y artístico, a pesar de las innumerables dificultades de formarse y destacarse lejos de la metrópoli.

El Ballet Estable de la provincia de Tucumán se creó en 1959, después del Ballet Estable del Teatro Argentino de la Plata y junto al Ballet del sur de Bahía Blanca, formaron compañías de danza clásica destacadas y con continuidad en el tiempo, del interior del país. También el Ballet de Córdoba se fundó por la misma época. El de Tucumán, tenía la particularidad que quince años antes se había creado una Escuela de Danza de la que provenían los bailarines y que funcionaba al lado del Teatro San Martín. Allí estudié desde los diez años dónde siendo aún alumna y ya adolescente, integré el Ballet de Tucumán.

De noche, luego de clases y ensayos, y con el delantal de la escuela Sarmiento aún puesto, me escabullía entrando por la puerta lateral de los artistas, subía rauda al "gallinero" a disfrutar de los conciertos y demás espectáculos de alta calidad artística del Septiembre Musical tucumano de renombre aún en todo el país.

En este contexto emotivo de despedida al maestro y coreógrafo Héctor Zaraspe y de reconocimiento al arte que bulle en distantes lugares de nuestro país, surge este poema testimonial que aquí comparto.

In memoriam

Ya era un orgullo mirar desde/ el borde de la clase/

al maestro de Nureyev y Margot Fonteyn./ 

Ella había sido mi musa inspiradora/ cuando era niña y soñaba/ con ser bailarina.

Y ahí estaba ya/ en mi adolescencia/ formando parte/ del Ballet de la Provincia/ de Tucumán/ ahí tan cerca de Zaraspe/ ese maestro de maestros/ que irradiaba respeto/ y toda nuestra atención.

Yo ensayaba al costado/ como deben hacerlo/ los recién iniciados/ en las grandes ligas/ de este arte tan exigente/ y bello, el ballet clásico.

Él indicaba el montaje/ de su coreografía/ Tango espectro/ donde sonaba/ la poderosa/ Suite Troileana/ de Piazzolla.

De pronto, con esa mirada brillante/ a la que no se le escapaba nada,/ me detuvo y me llamó/ al centro del escenario/ donde sentado y tranquilo/ dirigía el ensayo

Me eligió para ser una de las parejas/ de Tango espectro,/ ¡Qué honor tan grande,/ que alegría maestro!

Pero con mis dieciséis años/ a fines de los setenta/ ¡Qué sabía yo de bailar tango!/ Aunque era una versión estilizada/ había que saber/ la base de esos pasos,/ tan típicos/ del dos por cuatro.

Recurrí a mi padre/ que me dio un par de lecciones breves/ hasta entonces/ sólo había bailado conmigo/ el vals de mis quince años.

Usted no lo sabía maestro/ pero está joven admiradora/ había salvado así/ su propia ignorancia/ y conquistado la felicidad,/ el inmenso honor, de subir/ al escenario con usted/ y celebrar la danza.

Maestro de maestros/ siga coreografiando, inspirándonos/ y bailando allá/ en el cielo de los grandes.

*Psicoanalista en Tucumán.  Texto escrito el 17 de Febrero de 2023, a dos días de la muerte de Héctor Zaraspe.