El malhumor social fundado en la violencia urbana y cotidiana en Rosario volvió a desembocar en la tercera manifestación popular en pocos días, en una apelación directa a los tres niveles de Estado. Con remeras negras, velas y banderas, un millar de personas se concentró anoche en el Monumento a la Bandera para exigir una reacción eficaz de las autoridades para disminuir la ola de homicidios y balaceras que asuela la ciudad y que la ha puesto al tope nacional del mapa criminológico, a razón de una tasa de 22 asesinatos cada 100 mil habitantes, y 47 casos ya en los primeros 50 días del año.

El mitín fue una módica reedición de otro similar que se hizo la semana pasada, en simultáneo con un acampe frente a la sede de Gobernación que había convocado el colectivo Familiares y Víctimas de la Inseguridad. La convocatoria no tuvo la masividad de las primeras marchas convocadas bajo el lema "Rosario Sangra", pero el énfasis del clamor fue el mismo. 

Fueron varias las voces relevadas que reprocharon la falta de respuesta masiva en la población. 

"Estoy decepcionada de que no haya más vecinos acá, porque el dolor y la injusticia es mucha. Quedándonos en casa no aportamos a la solución", recriminó una señora que llegó desde Pichincha. "Me hubiera gustado que esto estuviera lleno como cuando Argentina salió campeón. No hay que esperar que a cada uno nos pase algo malo para estar acá", acotó otra mujer. 

"Yo no voy a esperar a que me roben o me maten un ser querido para participar y modificar algo. No coincido con la gente que dice que las marchas no sirven, acá falta la gente. Somos mil personas, me pregunto si hay miedo o si hay complicidad por omisión", reprobó otro de los vecinos que se dieron cita en el Monumento.

En tanto, la voz cantante en el acto la tomaron miembros de una "mesa interreligiosa" conformada por referentes de distintos cultos de la ciudad.

Un manifestante se definió en solidaridad pura: "Tengo la suerte de no ser familiar de ninguna víctima, pero hay que apoyar esto porque nos puede tocar a cualquiera. Los políticos tienen que tomar conciencia de esto".

Entre el gentío reaparecieron los deudos de quienes cayeron bajo las balas del crimen organizado y de la violencia callejera en general, con los rostros de sus seres queridos estampados en el pecho. La peor sensación, además, es la impunidad de muchos casos. "Muchas familias no encuentran respuestas en las investigaciones, no hay detenidos, no hay avance, porque tampoco hay una tecnología acorde a la gravedad del problema de esta ciudad", apuntaron algunos concurrentes.

A esta situación se refirió Hernán Ghiralt, que presentó a las cámaras de TV un póster con la foto de su hijo, Fabricio, asesinado el 27 de marzo del año pasado en Villa Gobernador Gálvez, luego de haber sufrido una amenaza extorsiva para que pague un chantaje a cambio de poder trabajar con el bar que hacía poco había abierto.

"A mi hijo me lo mató la famosa mafia de 'plata o plomo'. Yo no tengo novedades ni esperanza de justicia. El fiscal (Luis) Shiappa Pietra nos dice que tienen un poquito de avance pero hace rato que nos tienen con eso. El ministro de Seguridad me dijo que me quede tranquilo, que habría resultados pronto. Hace un año que me lo dijo y todavía nadie está preso por el crimen de mi hijo", remarcó el hombre. 

Enfrente, un sector de la explanada lució el ya conocido tapiz de rostros y nombres de decenas de personas asesinadas en los últimos años. Y por ahí, carteles con apelaciones directas al gobernador Omar Perotti y al intendente Pablo Javkin.

El clima viene recalentado día tras día, y al cabo de un fin de semana violento donde se sucedieron 7 crímenes al hilo en cuatro días, una balacera mortal a la sala funeraria donde se velaba a un hombre asesinado y, encima, una reacción espontánea de vecinos en barrio Saladillo, que corrieron y atraparon a tres jóvenes a quienes sorprendieron en el intento de robar un auto.