Las automotrices presentaron al Gobierno un estudio de competitividad para justificar los pedidos de baja de impuestos, flexibilización laboral y promoción de exportaciones. El diagnóstico de las terminales radicadas en el país es que las plantas nacionales tienen un costo de producción 25 por ciento superior al de Brasil y 65 por ciento por encima del mexicano. Las empresas ponen el foco en el diferencial de “mano de obra directa e impuestos”. Los actores del sector están a la expectativa porque todavía no está claro hasta dónde quiere llegar el Gobierno en términos de rebajas tributarias y, sobre todo, en relación a la reforma laboral.
“La reunión fue muy productiva, ya que se consensuó un diagnóstico sobre la problemática fiscal que afecta al sector y una agenda de trabajo que permitirá asegurar la sustentabilidad y el crecimiento de la industria en el mediano plazo”, indicó ayer Joachim Maier, presidente de Adefa y de la filial local de Mercedes Benz. Fue a la salida del encuentro que las autoridades de la entidad que reúne a las automotrices mantuvieron con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, junto al subsecretario de Ingresos Públicos, Andrés Eldenstein.
El sector quedó bajo el paraguas del Plan 1 Millón, por el cual el Gobierno y las empresas plantearon el objetivo de llegar al millón de unidades producidas por año para 2023. “En el reunión, se le presentó al ministro un estudio elaborado por la consultora Bain & Company, como aporte de la entidad para contar con un diagnóstico sobre la situación del sector y una propuesta de plan enfocado en la sustentabilidad del sector para construir las bases del crecimiento”, informó Adefa.
El principal resultado de ese estudio es el cálculo del diferencial de competitividad de la industria automotriz argentina frente a Brasil y México. Las terminales radicadas en el país mostraron que el costo de producción de un sedan de gama media en el país era en 2016 de 15.900 dólares, mientras que en Brasil era de 12.700 y en México, de 9600.
La comparación con los mercados competidores es importante porque el esquema económico del Gobierno de restricción del mercado interno y liberalización comercial (con el extremo del posible acuerdo Mercosur–Unión Europea) exige una expansión de las exportación como condición para que el sector crezca. En cambio, en los últimos años el crecimiento de la producción tuvo como eje los patentamientos internos por mejora del poder adquisitivo junto a las exportaciones a Brasil, que están protegidas por el sistema de comercio administrado que rige desde los `90 por el acuerdo automotor.
Uno de los focos del lobby automotor es la cuestión impositiva. Según el informe presentado ayer, los impuestos y tasas “explican el 25 por ciento del gap de los costos de producción”. Las terminales advierten que la Argentina aplica un 11,6 por ciento de impuestos en la etapa de producción, entre Ingresos Brutos, Créditos y Débitos y tasas municipales. Brasil aplica el IPI (Impuesto al Producto Industrializado) por el 7 por ciento, aunque despliega más impuestos en la comercialización que el esquema tributario argentino. México no aplica impuestos a la producción y comercialización (en ningún caso se contabiliza el IVA).
Con ese diagnóstico en mano, las terminales quieren contar con una estabilidad por al menos diez años, una reducción de la carga tributaria de unos 6 puntos porcentuales sobre el costo de producción y el aumento del reintegro a la exportación del 6 al 12 por ciento. También hay una serie de pedidos vinculados al mundo laboral, como la reducción del ausentismo, implementar la polifuncionalidad en los convenios laborales y flexibilidad en la contratación de personal temporario y/o eventual, entre otros. Las terminales plantean que si se llevan adelante las iniciativas que proponen se podría “cerrar el gap de productividad con Brasil”. Ponen los ejemplos de España, Costa Rica y Sudáfrica, mercados “competidores de la Argentina”.
La discusión sobre la competitividad de la industria aparece en un momento de genuinas preocupaciones de industriales y trabajadores por la apertura importadora. Pero a la vez, es un terreno fértil para que los empresarios se beneficien con baja de impuestos y de salarios que generen un incremento de las ganancias que embolsa el capital.