Luis Facundo Guerra tenía 11 meses cuando su papá Manuel “Quebracho” Guerra fue secuestrado por la última dictadura cívico militar. 45 años después, tuvo esta semana la posibilidad de declarar por primera vez ante la Justicia sobre cómo ese hecho repercutió en su vida, así que dedicó la primera parte de su testimonio a contar que lo que supo de su padre y la segunda a dejar registro de una serie de reclamos en torno de la investigación sobre su desaparición, algo que, por lo que quedó registrado, no le cayó en gracia al presidente del Tribunal Oral Federal número 2, Jorge Gorini. “Le voy a pedir que responda de manera más concreta las preguntas que se le formulen”, intentó “reconducir” el magistrado. “Disculpemé doctor, le voy a pedir que espere unos minutos más. Yo esperé 45 años para declarar, no creo que unos minutos cambien el objetivo final”, respondió Guerra.
Gorini preside el debate por el quinto tramo de la megacausa que investiga los crímenes de lesa humanidad sucedidos en el circuito represivo compuesto por los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo, cuyos responsables integran la órbita de acción y orden del Primer Cuerpo del Ejército. Se supo por el testimonio de sobrevivientes y por elementos hallados en las excavaciones del lugar que “Quebracho” Guerra fue mantenido cautivo en el Club Atlético, el campo de concentración que funcionó en una dependencia de la Policía Federal localizada en la intersección de Juan de Garay y Paseo Colón, en el sur de la Capital Federal.
Su caso, sin embargo, es uno de los tantos que se ventila en el marco de un juicio oral y público por primera vez. Había sido abordado en las últimas audiencias del año pasado del debate, con los testimonios de Fernando Westerkamp, testigo del secuestro, y de Humberto Amaya, compañero de militancia de Guerra, sobreviviente del Atlético y quién pudo asegurar que “Quebracho” estuvo allí encerrado porque lo vio. Meses atrás habían declarado Teresita Castrillejo, la mamá de Luis y compañera de Manuel, y Rosa Nassif, compañera de militancia.
La historia
El miércoles, Luis Guerra contó que reconstruyó la historia de su padre “por relatos de mi mamá y de compañeros de militancia”. Su testimonio, como el resto en el debate que preside Gorini, fue transmitido por los medios comunitarios La retaguardia y Radio Presentes. “Quebracho” era el secretario de la Juventud Comunista Revolucionaria y andaba organizando una huelga de ferroviarios cuando fue secuestrado el 1 de noviembre de 1977. Westerkamp confirmó que una patota lo interceptó en el bar “Plazón”, ubicado en Avenida Pueyrredón casi Las Heras. Allí, se ve, Guerra aguardaba a alguien. Intentó huir hacia la calle, en donde lo agarraron y metieron a un Taunus color ladrillo. Antes de que el vehículo tomara velocidad, Guerra gritó su nombre y denunció que lo estaban secuestrando.
“Yo no tuve registro consciente de esa etapa, por relatos de mi madre supe que nos fuimos a la madrugada siguiente con muy poquitas cosas”, de donde vivían junto a “Quebracho”. Castrillejo emprendió la búsqueda para intentar dar con el paradero de su compañero y mientras andaba en eso dejaba a su bebé al cuidado de “diferentes personas compañeras del partido”. Registró denuncias y hábeas corpus.Y luego se fueron a Mendoza, en donde Teresita comenzó a organizar la filial local de Madres de Plaza de Mayo. Entonces comienzan sus recuerdos: “Que a mi papá se lo habían llevado personas malas, que él luchaba por un mundo mejo”, alcanzó a reproducir en su testimonio.
Los reclamos
“Mi papá es nombrado en una de las primeras causas” que comienzan a avanzar tras la nulidad de las leyes de impunidad, lograda en agosto de 2003, la que empezó a revisar las violaciones a los derechos humanos sucedidas en territorio a cargo del Primer Cuerpo del Ejército durante el terrorismo de Estado. “En 2006 volvimos a presentarnos en la Justicia con mi madre pidiendo que se continúe esta investigación, pero lamentablemente ese proceso no avanzó hasta que se encontraron las placas metálicas que vinculan a mi padre con ese lugar”, comentó en relación a un cliché –una placa– que Guerra y otros compañeres de la Juventud Comunista Revolucionaria solían usar para imprimir clandestinamente el periódico partidario Nueva Hora, que tenía en su poder “Quebracho” al momento de su secuestro y que fue hallado en las excavaciones realizadas en donde funcionó el Atlético.
En ese sentido, reclamó sobre la “imposibilidad de entrecruzar causas” y de “revisar legajos de integrantes de las fuerzas de seguridad”, también pidió una “actualización de las fotos de aquellos integrantes de las fuerzas” que intervinieron en centros clandestinos y exigió que se investiguen los operadores judiciales de la “Secretaría número 6 del Juzgado número 5” de aquellas épocas, “a cargo de Elda Migliari de Cejas”, donde su familia y otras presentaron hábeas corpus, y que “no solo trabaron los trámites sino que fueron cómplices de secuestros”. Por último, pidió que se abran los archivos de las fuerzas “para saber qué pasó con mi papá, qué hicieron con él”. “Si hasta para mover una mesa hacen un acta, no hay dudas de que existen archivos” de la dictadura, apuntó.
Límites
Fue entonces cuando Gorini interrumpió al testigo. “Para no dispersar el objeto de la declaración, optimizar su testimonio en función del caso, le voy a pedir que responda de manera más concreta las preguntas que le formulen”, postuló el magistrado, a cargo del debate. Hasta el momento, la audiencia llevaba una hora y media. Y el testigo había recibido una sola pregunta a cargo del abogado querellante por la Secretaría de Derechos Humanos, Nicolás Tauber Sanz para que comente sobre la militancia y desaparición de Guerra, así como “la historia de tu familia y tuya, todos estos años de lucha por saber lo que le pasó a tu padre”.
Entonces, el testigo apuntó que había esperado 45 años para declarar y pidió “paciencia” al tribunal. “Me expresé mal”, se quiso corregir Gorini. “No le estoy cercenando la palabra, pero todas las líneas de investigación que propone están en curso y le corresponden a quienes llevan adelante esa tarea. Propongo una reconducción (del testimonio) a los efectos de recolectar información sobre el caso que estamos tratando en este juicio”, insistió.
“Terminar con la impunidad de ayer no es solo problema de los familiares. La dictadura no fue solo secuestro, torturas, desaparición y robo de bebés. Fue también 20 mil fábricas que cerraron, una deuda fraudulenta que nos condena al día de hoy y 25 por ciento de pobreza estructural. Terminar con el sufrimiento de hoy tiene mucho que ver con terminar con la impunidad de ayer”, le contestó el testigo. Y paró de hablar. Se predispuso a contestar las preguntas que el presidente del tribunal consideró que habría. Pero nadie habló. Entonces tras dos horas y media de audiencia, Gorini, dispuso un cuarto intermedio hasta dentro de 15 días.