La actual guerra en curso ha representado un verdadero quiebre en el orden internacional y en los paradigmas de cómo se desarrollaban las guerras hasta hoy.
La hegemonía estadounidense luego de la Guerra Fría no fue cuestionada durante décadas, sólo enfrentamientos locales --la guerra contra los talibán-- que no afectaban realmente el orden imperante. Por el contrario, la guerra en Ucrania es algo totalmente diferente a cualquier conflicto de las últimas tres décadas: es el primer cuestionamiento serio a nivel militar al orden internacional dominado por Occidente y, además, en plena Europa.
El fracaso en la toma de Kiev y la retirada de Jersón y de Járkiv sorprendió a casi todos los analistas. La propaganda occidental presenta a Ucrania como el David militar que derrotó a Goliat. Sin embargo, se ignora que Rusia no enfrenta a Ucrania sino a toda la OTAN y sus aliados. Como dijo en enero la Ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock: “estamos librando una guerra contra Rusia”. O como dijo meses atrás el Ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, acerca de que el objetivo de la guerra era destruir a Rusia. Porque la invasión rusa, realizada en violación al derecho internacional, fue un cuestionamiento abierto al orden impuesto por los vencedores de la Guerra Fría. A un año de la guerra, muchas cuestiones están en discusión: ¿cuánto puede durar el enfrentamiento? ¿Ucrania o Rusia pueden ganar en algún momento? ¿El único final es una paz negociada?
Aunque es difícil hacer un pronóstico porque las guerras no son el resultado de un cálculo matemático, es casi imposible que Rusia pierda la guerra. Los que sostienen lo contrario hacen un balance simple: el PBI de Rusia es el 12° del mundo, mientras que el PBI combinado de EEUU y sus aliados (la UE, Canadá, Japón, Australia, Corea del Sur, Taiwán) es 20 veces más que el ruso. La Primera Guerra Mundial, la Segunda o la Guerra Fría la ganaron quienes tenían una economía más sólida, aunque las guerras pueden seguir rumbos imprevistos. La intervención de los EEUU y la OTAN en Afganistán luego de 20 años terminó con la retirada occidental y el retorno del régimen talibán. ¿De esto deducimos que la economía afgana era más sólida que la de los EEUU y sus aliados?
Variables similares deberíamos considerar en este conflicto. Para la dirigencia rusa, la guerra es para defender el “mundo ruso”, proteger a los ucranianos rusificados que son discriminados, una guerra entre los valores rusos y la decadencia occidental. Desde la perspectiva rusa, el conflicto solo puede concluir con la victoria, porque está en juego la propia existencia nacional: una derrota llevaría a la pérdida de influencia en las regiones vecinas y al crecimiento de movimientos secesionistas en los territorios musulmanes. Pensar que las sanciones van a erosionar al régimen y permitir el ascenso de otro líder que cambie la política exterior, es ser muy optimista.
Más allá de la propaganda dominante, en el plano militar hay tendencias que habría que considerar. El permanente reclamo de tanques, artillería o aviones por Zelenski es una confirmación de que el nivel de destrucción para Ucrania es muy superior al declarado. Desde hace un año se han decretado sucesivas movilizaciones para que toda la población en edad de combatir de los 18 a los 60 años, hombres y mujeres, estén sujetos al servicio militar. Por el contrario, en Rusia recién en septiembre se ordenó un llamado de 300.000 reservistas, cuando fue evidente que las tropas eran insuficientes para abarcar tanto territorio: una cifra mínima de sus casi 144 millones de habitantes (aunque tal vez 1 millón haya emigrado). En Ucrania, por el contrario, de los 44 millones que había en 2001 varios millones viven en territorios ocupados y casi 10 ya emigraron, con lo cual ahora el país tendría menos de 25 millones. La destrucción de la infraestructura energética paralizó la red ferroviaria, vital para la guerra, pero también al resto de la economía. Ucrania se está transformando en un Estado no viable en el corto plazo.
¿Quiere decir que la guerra está próxima a concluir? Según el Secretario General de la OTAN, Jans Stoltenberg, apoyarán a Ucrania el tiempo que haga falta. Algo similar declararon Úrsula von der Leyen y Joe Biden. Sin embargo, y más allá de las declaraciones, el aporte occidental en algunos armamentos clave es limitado: permiten mantener la defensa pero no pasar a un rol ofensivo. Estamos entonces en una guerra de desgaste donde Rusia busca eliminar el potencial militar de Ucrania, pero Occidente busca desgastar a Rusia. Una Rusia más debilitada debería garantizar la estabilidad para Europa. Sin embargo, esto podría llevar a Moscú a aceptar las condiciones que Beijing le imponga para aumentar su apoyo, lo cual sería mucho más preocupante para la OTAN y el rol hegemónico de EEUU.
Putin comenzó a implementar una economía de guerra: la producción para el frente se incrementó y se han puesto en marcha nuevas plantas industriales. Los oficiales rusos están aprendiendo de sus errores, mejorando sus tácticas en los frentes y comprendiendo la importancia de los armamentos de precisión para los conflictos del futuro. El esfuerzo de guerra rusa va ahora en esa dirección y la mayoría de la población parece dispuesta a apoyar esa política.
Al mismo tiempo, la economía de la UE fue muy golpeada por la guerra y las sanciones contra Rusia. ¿Hasta cuándo aceptarán allí los sacrificios para ayudar a Ucrania?. Es difícil saberlo, lo mismo que responder hasta cuando EEUU destinará recursos a este conflicto que está vaciando los arsenales occidentales, cuando su principal rival hegemónico es China. Dependiendo de cómo la dirigencia occidental -o el próximo gobierno de los EEUU- respondan esta cuestión, se definirá la supervivencia del gobierno de Zelenski y la continuación de la guerra.
* Jorge Wosniak es Investigador
en el Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTref) y docente de Historia en la
Facultad de Ciencias Sociales (UBA).