Desde Temuco, región de la Araucanía (Chile), Jonathan Lazo, vulcanólogo de turno en la Red Nacional de Vigilancia Volcánica del Servicio Nacional de Geología y Minería del país trasandino, confirmó a este medio que el domo dentro del cráter activo del Volcán Lascar (región de Antofagasta), continúa creciendo a la misma tasa que se reportó a finales de enero: 308 centímetros por día, es decir, algo más de 3 metros diarios. Según las conclusiones del organismo chileno, significa que el proceso eruptivo del volcán continúa. Sin embargo, para el eventos explosivos falta un paso. "El escenario proyectado más esperable correspondería al proceso de destrucción del domo", sea total o parcial.
El gobierno de la provincia de Salta activó una mesa de seguridad en el transcurso de febrero. En ella, los especialistas del IBIGEO (Instituto de Bio y Geociencias de la Universidad Nacional de Salta) le informaron que significaba ese proceso en desarrollo en el interior del volcán chileno y que, de concretarse una gran explosión, las cenizas podrían precipitar sobre el territorio salteño, como ya ocurrió en 1993. Sin duda, el tamaño de la explosión es importante: aquel año el material lanzado a la atmósfera por el volcán alcanzó una altura de 28 kilómetros, es decir, 28.000 metros.
La presencia del domo fue confirmada por imágenes satelitales del servicio Skysat el 30 de enero pasado, y fue la razón que llevó a la Red Nacional de Vigilancia Volcánica de Chile, a cambiar el status técnico del volcán. Ese día, pasó de amarillo a naranja en cuestión de horas. Aún hoy se mantiene ese nivel de alerta, el más alto en todo Chile. El siguiente peldaño es rojo, es decir, explosión inminente.
La Secretaría de Seguridad del gobierno salteño, a cargo de Frida Fonseca, fue la encargada de convocar durante febrero una mesa de trabajo donde participan distintos actores de la sociedad civil y organismos públicos, todos relacionados con la interpretación del fenómeno geodésico y la planificación de las tareas de mitigación.
“Si bien la provincia cuenta con la experiencia del último evento que nos afectó en 1993, actualmente la región (por el departamento Los Andes) cuenta con más de siete mil personas que trabajan en diferentes proyectos de minería”, detalló en un informe preliminar la titular del área de Seguridad de Salta, Frida Fonseca. Al conteo parcial, se suman cuatro mil personas relacionadas con el movimiento económico de infraestructura y servicios necesarios. La ecuación cierra con la población del departamento Los Andes que, en el censo 2022, arrojó 7912 salteños y salteñas. Por lo tanto, la población dispersa que puede experimentar las consecuencias de la lluvia de cenizas tras una gran explosión del Lascar, ascendería a 19.000 almas.
Hay que tener en cuenta que estas personas habitan en pequeños núcleos urbanos, también campamentos mineros, sobre una superficie de casi 26 mil kilómetros cuadrados. Dentro de esa jurisdicción salteña caben 213 ciudades de la superficie de Salta capital o 126 tan extensas como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Predecir no, mitigar sí
“Uno no es mago, no puede decir ni cuándo ni cómo ocurrirá. Lo importante es que Defensa Civil tome medidas en los municipios de la puna. Una nueva erupción es posible y lo único que se puede hacer es mitigar sus efectos”, explicó a éste medio José Viramonte, geólogo y vulcanólogo salteño, director del IBIGEO. Fue testigo de la erupción más virulenta del volcán en 1993 y recordó que en la localidad andina salteña de Tolar Grande (sobre la ruta nacional 51), precipitó tanta ceniza volcánica que alcanzó el metro de altura. Por ese motivo, insistió que del lado argentino próximo al Lascar, se debe prestar especial atención a los techos (particularmente de chapa o caña) por el peligro de colapso según la cantidad de ceniza que precipite. También advirtió acerca de los depósitos de agua. “Será necesario protegerlos en caso de explosión y se deberá relevar muestras regularmente por la composición química de las cenizas que precipiten”, detalló.
La inhalación de las cenizas también puede ser problemática. “Se trata de partículas muy finas, abrasivas, que llegan al pulmón y pueden contener boro y arsénico, entre otros elementos”, agregó el titular del IBIGEO. El geólogo y vulcanólogo cordobés Iván Petrinovic, sumó otro detalle a la breve explicación sobre la composición química de las cenizas del Lascar que brindó Viramonte: “No es bueno respirar sílice, es lo mismo que respirar vidrio molido. En caso que explote el Lascar lo mejor es usar barbijo, no solamente durante la erupción sino los días subsiguientes”.
Volcanes como el Lascar están formados por rocas cuya composición se conoce: “Técnicamente fue catalogada como andesítica, con una cantidad mediana de sílice", continuó Viramonte. "Es muy viscosa y por eso produce erupciones explosivas. Los gases no escapan fácilmente como en los volcanes de Hawai (Estados Unidos) donde la lava corre como agua y los gases escapan. En el Lascar, las erupciones pueden ser violentas. Se trata de un estratovolcán a casi 6000 metros de altura sobre el nivel del mar”.
En el proceso de vigilancia con instrumentos remotos existen pequeños sismos que dan un indicio de cuán próximo puede encontrarse el evento de la explosión. "Los vulcanólogos los denominamos “tremos”, e indican fracturación de la roca por ascenso de líquido. Es una sismicidad muy característica. Por eso cuando los instrumentos del observatorio vulcanológico de Chile en el Lascar los registraron, se encendieron todas las alarmas, porque indica ascenso de magma y una posible erupción”, detalló Petrinovic durante otro tramo de la entrevista con este medio. “Cuando el domo no aguanta más la presión magmática y ese tapón está lo suficientemente frío y duro, a veces se rompe en una erupción explosiva. Así sucedió en 1993 cuando Salta recibió bastante ceniza de aquella explosión”.
Esa erupción ocurrió entre el 19 y 20 de abril de 1993, y las pequeñas partículas del material que expulsó a la atmósfera, fueron impulsadas por los vientos predominantes del Oeste que provienen desde el Océano Pacífico. En aquel viaje, precipitaron más allá de las fronteras de Argentina: alcanzaron el sur de Brasil y el Océano Atlántico.
El 10 de diciembre del año pasado se registró la última gran explosión en el Lascar que alcanzó los 6 kilómetros de altura. El evento fue filmado en directo por un guía turístico y una familia francesa que se encontraban muy cerca del cráter activo. Hasta entonces, el volcán se encontraba en verde, es decir, sin manifestaciones específicas. Ya en 2023 y con el alerta en naranja, la Red Nacional de Vigilancia Volcánica de Chile fijó un área de exclusión alrededor del cráter. "Implica que las empresas de turismo o los guías a cargo de grupos no pueden acercarse al cráter", informaron a este medio desde el observatorio chileno en Temuco. “Si se los encuentra (por los guías de turismo) con turistas por esa zona, tendrán multas. Lamentablemente no hay vigilancia permanente en la zona”. Según el relevamiento realizado por Salta/12, las empresas turísticas con sede en San Pedro de Atacama, continúan ofreciendo el tour al volcán. El principal atractivo: una selfie al final del camino, después de una caminata estimada en tres horas que comienza mil metros antes del cráter activo. Según los comentarios de viajeros, esa gran ollada siempre huele a azufre.
Monitoreo del lado argentino
No solamente en Chile se colecta información sobre cómo llegan al punto máximo de erupción. La tarea es posible por medio de estaciones sísmicas y geofísicas (medición de gases y de expansión de la superficie por medio de GPS), imágenes satelitales y cámaras IP. Si bien nuestros vecinos tienen en su territorio alrededor de 92 volcanes y la mitad bajo monitoreo la mitad (es decir, 48), Argentina vigila un puñado de sus picos más activos en territorio patagónico. La sede del observatorio argentino, por ahora, se encuentra en Buenos Aires, ya que en noviembre de 2022 se destinó un predio para que se instale en San Carlos de Bariloche.
“La mayoría de los volcanes están del lado chileno”, aclaró Pablo Forte, geólogo e investigador del CONICET con lugar de trabajo en el Observatorio Argentino de Vigilancia Volcánica. “Como sus cenizas casi siempre precipitan en Argentina, nos interesa mucho lo que pase en Chile”. Sobre el Lascar en particular, explicó que “en nuestro país, el principal producto que genera preocupación es la ceniza volcánica, porque se trata de partículas con distintas composición química que surgen de ese magma que se enfría”.
Como las cenizas viajan por el territorio sudamericano según los vientos, el observatorio argentino realiza a diario simulaciones con un software del Servicio Meteorológico Nacional. “Todos los días generamos un escenario para imaginar dónde podrían precipitar las cenizas. En uno de los escenarios, las cenizas se dirigieron al norte de Chile. En otros, las cenizas viajaron a Salta, Jujuy, Formosa y, por ese camino, hasta el Atlántico”. Las simulaciones también sirven para entender cómo se formaron los suelos de las llanuras de la Cuenca del Plata y de la región del Gran Chaco Sudamericano, un proceso de sedimentación de millones de años.
El organismo nacional aún no monitorea volcanes del norte argentino. “No en esta primera fase”, aclaró Forte, “porque los volcanes más activos del lado argentino se encuentran en la Patagonia. Somos relativamente jóvenes”, contó. “A partir de 2017 replicamos el modelo chileno (el más importante del mundo desde 2008) aunque a menor escala”. El instrumental desplegado por el observatorio que depende del Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR) se encuentra apostado en los volcanes Copahue y Lanin en Neuquén; Peteroa en Mendoza; y en el complejo volcánico Laguna del Maule que comparten las dos provincias. Todos en el área fronteriza con Chile y con poblaciones cercanas. “El proceso del Lascar nos vino muy bien para interactuar universidades e instituciones civiles", cerró Forte. "Es importante delimitar muy bien los roles que asumirá cada actor durante una crisis eruptiva”.
El Lascar continúa enviando mensajes a la atmósfera. Lo hace, por lo menos, hace siete mil años. Las culturas originarias andinas también lo conocieron: Lascar en quechua significa "lengua".