Steven Speilberg parece decidido a volver a cruzar su camino con el de Stanley Kubrick. Así como en 2001 filmó Inteligencia Artificial, un proyecto que tenía en manos el director de La Naranja Mecánica al morir en 1999, ahora la apuesta es mayor. Se trata de llevar a la pantalla el que quizás haya sido el más grande proyecto cinematográfico que nunca se filmó: la vida de Napoleón.
Kubrick se obsesionó con la idea de hacer una gran biografía fílmica del emperador francés, pero fue superado por las circunstancias. Su idea era comenzar la producción en 1968, después del estreno de 2001: Odisea del Espacio. Había leído infinidad de libros sobre Bonaparte y literalmente tenía la película en la cabeza. Pero la magnitud del proyecto lo superó y no consiguió financiación. A lo que se sumó el estreno de Waterloo, en 1970. Esa película, que recrea la derrota final del Gran Corso, fracasó en la taquilla. Dirigida por Sergei Bondarchuk (que venía de filmar Guerra y Paz), la mala suerte ahuyentó toda posibilidad para Kubrick. MGM decidió dar de baja su apoyo a Kubrick.
Así fue como quedó archivado un material que Kubrick pensó que sería la génesis para la mayor película de la historia. El proyecto trunco adquirió estatus de mítico. Lo más parecido en esa estética que llegaría a filmar fue Barry Lyndon, su película de 1975, ambientada en la segunda mitad del siglo XVIII.
Spielberg anunció en el Festival de Berlín que tiene todo listo para una miniserie en HBO. Se dividirá en siete partes. En plena era de apogo de las series, parece el mejor fomato, ya que la idea original era hacer una película.
El director de La lista de Schindler afirmó que desde hace diez años trabaja en los borradores de Kubrick y que trabaja con HBO desde 2016 para concretar un proyecto que llegaría a la plataforma. Aseguró que trabaja con Christiane Kubrick, la viuda del realizador de El resplandor, y con Jan Harlan, productor de Kubrick. Por cierto: el protagonista de El resplandor fue Jack Nicholson, que diez años antes de ese film fue una opción seria para encarnar a Bonaparte. Otros nombres que se barajaron fueron los de Ian Holm y David Hemmings.
Los materiales, como los bocetos del guión de Kubrick, dieron pie, años después de su muerte, a un libro fetichista: El Napoleón de Stanley Kubrick, la película más grande que jamás se hizo. Documentos de la investigación y diseños de vestuario completan el volumen, que pretende aproximar al lector a lo que hubiera sido un proyecto megalómano, con 40 mil extras y filmación en Francia, Reino Unido y Rumania.
Por cierto que el director tenía una base sobre la cual apoyarse. Napoléon de Abel Gance es un clásico del cine mudo. Estrenada en 1927, dura cinco y horas y media y cuenta la vida de Bonaparte desde sus días en la academia militar hasta su llegada al generalato en 1796. Uno de los elementos que convirtió a la película de Gance en materia de estudio, además de ser un proyecto tan ambicioso para la época, fue el uso del formato de pantalla ancha conocido como Polyvision, que permitía proyectar tres rollos en forma simultánea. Así, Gance tenía el relato principal en el rollo central, mientras que los laterales complementaban la historia.
Otro proyecto fallido de la historia del cine también tiene ribetes bélicos. Sergio Leone, el director italiano famoso por los spaghetti-westerns, murió en 1989 a los 60 años mientras pergeñaba una película sobre el sitio de Leningrado, en la Segunda Guerra Mundial. También apuntaba a ser un proyecto multimillonario, y con la idea de filmar en la Unión Soviética. La muerte de Leone impidió, primero, una larga pre-producción y, después, la concreción de una película que, a diferencia del Napoléon kubrickiano, seguirá en el reino de la imaginación.