Lengua, lengua, lengua es una comedia escrita en verso y prosa que pone en primer plano un juego con el lenguaje. Edda y Rosetta son dos brujas disfrazadas de novicias que tienen por misión salvar a una joven panadera de ser quemada en la hoguera. Por esta obra Carolina Mazzaferro --autora y directora, de 27 años-- obtuvo el primer premio Germán Rozenmacher en su edición número 14. Se presentará con entrada gratuita en el marco del FIBA este sábado a las 20.30 y el jueves 2 de marzo a las 21.45 en el Centro Cultural Rojas (Avenida Corrientes 2038), donde luego continuarán las funciones del espectáculo.

"Dos brujas están infiltradas de monjas en una parroquia y tienen una misión que es salvar a la próxima mortal que van a quemar en la hoguera, una panadera. La condenaron en esa parroquia y la van a quemar. Ese es el argumento, pero abajo de eso hay un juego procedimental: hay personajes que hablan en verso y otros en prosa. Este procedimiento se traslada al argumento y es justamente el conflicto. Las brujas hablan en verso; las mortales en prosa. Hay algo de ese verso, de la rima, que se contagia, que hace que las que no son brujas terminen siéndolo también", explica Mazzaferro a Página/12.

Antes, la joven escribió y dirigió las obras Desnudez (2018), que participó del Festival Artístico de la Universidad Nacional de las Artes (FAUNA), y Dicen que no hablan las plantas (2021), que obtuvo una mención en el Concurso de Obras Cortas en Pandemia organizado por La Carpintería y Vagón Producciones.  

-¿Cuál fue el disparador de Lengua...? ¿El argumento o el procedimiento del lenguaje?
-Empecé a escribirla en la diplomatura de dramaturgia del (Centro Cultural) Paco Urondo, en la UBA. El disparador fue un ejercicio clásico de restricciones, de escribir con palabras femeninas. Después abandoné esa consigna. El texto fue cambiando un montón. Estuve bastante tiempo escribiéndolo, durante toda la pandemia, hasta que empezamos a  ensayar. Después surgió lo del premio, que nos cambió los planes para bien. Nuestra primera reunión para ensayar fue en 2021; un mes después me enteré de lo del premio, y de que teníamos que estrenarla en el FIBA en 2023. 

-¿Cómo fue el trabajo con el lenguaje?
-Fue un camino largo. La primera escena que escribí estaba en prosa. Las palabras femeninas enrarecían mucho todo. Después me di cuenta de que tenía una rima interna, y fui desarmando los textos para que funcionaran de forma versificada. En 2020 hice una clínica con Andrea Garrote para terminarla. No podía encontrar lo que diferenciaba a las brujas y las mortales. Si hacían un hechizo, si se veían distintas... como la obra estaba en verso y prosa fue tomar lo que por sí sola estaba diciendo. Tomé varias referencias del teatro del siglo de oro, Sor Juana, Perlongher, mucho de las religiosas y poetas místicas... la escritura fluyó. Llevarlo a escena sí fue más un desafío, desde lo actoral y la dirección. No estamos acostumbrados al teatro en verso. Cuando hacíamos escenas en prosa se armaban más rápido, fluían más. Con las escenas en verso teníamos ansiedad por llegar a un resultado. Las íbamos probando de distintas maneras. Había cosas que funcionaban y después no. Al final volvíamos al texto, concentrándonos en una sola cosa en vez de querer llenar de estímulos la puesta y la actuación. 

-¿La obra habilita una lectura desde el feminismo?
-Todos los personajes de la obra son femeninos, pero además hay una particularidad en la puesta en escena que tiene que ver con quiénes son las personas que interpretan estos personajes. El elenco está compuesto por seis actrices cis, una intérprete marica y una música. Dentro del universo de la obra el cuerpo de esta intérprete marica suma otra capa de sentido. No sólo fue una decisión ética y estética, sino también política, nuestra, como grupo: que una obra de todos personajes femeninos no estén hechos por todas mujeres, y mujeres cis. Hubiera sido una contradicción. El conflicto entre religiosas y brujas tiene que ver con la defensa de una identidad y una posibilidad de ser y estar en el mundo en contraposición a una censura de parte de las religiosas que la ejercen para con las brujas y ellas mismas. Este cuerpo que no es exclusivamente de una mujer sugiere algo que la obra no tematiza. Habla de la defensa y de la identidad no sólo desde la palabra sino también desde el cuerpo.