Está claro de dónde viene Brasil. Los tiempos del bolsonarismo fueron los peores que el país ha vivido desde la dictadura militar. No fueron solo tiempos de destrucción de la democracia realmente existente, sino también de restablecimiento del neoliberalismo, en su modalidad mas radical.
El momento mas brutal fue aquel cuando Bolsonaro era el presidente de Brasil y Lula un presidiario. No podría haber situación en que las cosas estuviesen más fuera del lugar.
Cuando se dieron elecciones mínimamente normales, Lula ganó y volvió a ser presidente de Brasil. Ya en su primer mes de gobierno, el país ha retomado un clima de convivencia política, de esperanza en que la economía vuelve a crecer y de que los derechos básicos de las personas serán atendidos.
En lo interno, Lula enfrenta la necesidad de retomar el crecimiento económico, sin recaer en un repunte de la inflación. La presión de los medios se concentra en el fantasma de la inflación, tratando de poner obstáculos a la satisfacción de las necesidades de la población ligadas a la reactivación económica.
Tratan de que Lula caiga en las trampas del neoliberalismo: o crecimiento económico con inflación y descontrol de las cuentas publicas, o recesión económica. Los grandes empresarios aceleran el alza de precios y los medios crean el clima de que Lula estaría prisionero del dilema típico del neoliberalismo.
Tener 6 por ciento de inflación anual -para los niveles a que estaba acostumbrado Brasil- es considerado inaceptable para los medios, presionando para que Lula caiga en esa trampa. A la vez que consideran que un crecimiento economico bajo, sería un obstáculo insuperable para que Lula cumpla con los objetivos con que siempre se ha identificado su gobierno: mejoría de las condiciones de vida de la población.
En lo político, Lula ha logrado ampliar su base de apoyo, permitiéndole disponer de mayoría suficiente para aprobar la reforma tributaria, el primer gran test del gobierno en el Congreso. El apoyo a las víctimas de las lluvias en el litoral norte de la provincia de San Pablo ha permitido que todos se den cuenta de la diferencia entre el gobierno de Lula y el de su antecesor. Mientras que Bolsonaro, cuando hubo un desastre similar, se quedó paseando de jet sky, Lula suspendió inmediatamente sus vacaciones en Bahía para visitar las zonas afectadas, además de movilizar recursos para la población y poner a todo su gobierno a trabajar en varios programas de ayuda.
En la política internacional, el prestigio adquirido por Lula hace que sufra las presiones de distintos países para que Brasil se involucre en la guerra de Ucrania. Zelensky insiste para que Lula vaya a Ucrania, para mostrarle los daños causados por Rusia en el país. Jonh Kerry vino a Brasil a presionar para que Brasil envíe armamento a Ucrania.
Lula ya había definido la posición de Brasil al inicio del conflicto. El país condena la invasión de Rusia, pero concentra sus esfuerzos en buscar las condiciones de restablecimiento de la paz. Brasil se niega a mandar armamentos, lo cual significaría participar de la guerra, en lugar de buscar la paz.
Lula propuso la formación de un Grupo de Paz con participación de China e India, entre otros países, para negociar las condiciones de paz. Lula ha contestado a John Kerry que Brasil condena a Rusia, pero también condena a la Otan. Y que busca un discurso que permita que Rusia participe de las negociaciones para pacificar el conflicto. Brasil no mandará armas: significaría participar de la guerra, lo contrario de intentar que termine.
En su segundo mes de gobierno, Lula ha restaurado la presencia de un gobierno legítimo con la presencia de un presidente atento a todos los problemas del país, con autoridad política, conversando con casi todos los sectores del espectro político.
Es temprano aun para juzgar el desempeño de Lula al enfrentar los graves problemas heredados de los seis peores años de la historia de Brasil en este siglo. Pero el clima político ya es radicalmente distinto. Hay un gobierno, hay un presidente con prestigio y la imagen de Brasil en el mundo se ha recuperado.
El fortalecimiento de los Brics y la movilización de los gobiernos latinoamericanos –en especial Argentina, México y Colombia - proyecta a Brasil como protagonista importante en el mundo. Esa recuperación hace que el Brasil de Lula vuelva a ser un sujeto de peso en el mundo contemporáneo.