Boca sacó adelante un partido muy complicado en Liniers y se llevó un triunfo muy importante para mantenerse cerca de los punteros. El 2-1 sobre Vélez con goles de Luca Langoni y Nicolás Figal se justificó en la seguridad de su centrales y el arquero Sergio Romero y la eficacia que mostró cada vez que atacó a fondo. Así disimuló el haberse quedado con diez hombres cuando promediaba el segundo tiempo por la expulsión de Ezequiel Fernández.
El mayor mérito que se le puede encontrar a Boca en su experiencia en Liniers fue la paciencia para esperar sus momentos en el partido. Porque en el arranque fue Vélez el que impuso condiciones, con la dinámica de sus mediocampistas y las subidas de Ortega por la punta izquierda. Pero el conjunto de Ibarra no se desesperó, aguantó el mal momento y con el correr de los minutos emparejó el desarrollo.
En eso estaba cuando exhibió el otro gran mérito de la noche: la contundencia. Es que Merentiel aprovechó una desinteligencia entre Ortega y Godín y asistió perfecto a Langoni, que definió cruzado para poner el 1-0. El gol fue un impacto para Vélez, que había hecho el gasto y de pronto se vio en desventaja ante un rival que se mostraba cada vez más confiado.
Cuando parecía que Boca tenía todo bastante controlado, más allá de defender cerca de Romero, un minuto fatídico de Ezequiel Fernández lo puso contra las cuerdas. Primero, el volante tocó con la mano un centro que no parecía llevar riesgo y Janson no perdonó con el penal que significó el empate. Y luego dejó una plancha sobre Castro que le valió la roja directa.
Sin embargo, en el peor momento, Boca volvió a mostrar sus dos virtudes, la paciencia y la eficacia. Primero aguantó los embates de Vélez y lo controló pese al hombre de menos. Y luego, cuando tuvo su chance en un corner, no la desaprovechó y se llevó un triunfo tan importante como difícil.